Formar parte de Bachajón, municipio de Chilón, Chiapas, y hablar un idioma propio (bats’il k’op tseltal, en este caso)1 permite relacionarnos con el mundo y nuestro estar en él de una forma diferente a como lo hacen otros pueblos y personas. Esta manera concreta de ‘ser-estar-sentir-pensar-decir-hacer-vivir’ está referida y contenida en la palabra stalel, que nosotros empleamos para explicar por qué pensamos que todo está vivo y siente; por qué hacemos cosas como sembrar maíz y agradecer a la tierra y al agua por la vida cada año, siguiendo nuestro modo de ser colectivo; por qué sentimos una presión fuerte en el corazón o tenemos un sueño cuando algo malo va a suceder, y por qué en nuestro idioma siempre hablamos desde, con y a través del o’tan-o’tanil [corazón]. Esta stalel, contenida y materializada en nuestra bats’il k’op, es compleja por dos razones. Por un lado, porque contiene, mantiene y reelabora sabidurías, filosofías y sentidos del mundo propios del pueblo maya que vienen de muchos siglos atrás; y por el otro, ha ido incorporando elementos del pensamiento occidental, como consecuencia del largo y violento proceso colonial que inició a partir del siglo XVI y continúa hasta hoy sobre nuestros pueblos e idiomas. Para hablar del primer aspecto tomo la palabra o’tan-o’tanil y para el segundo, la palabra winik [gente-hombre].
##O’tan-o’tanil. Stalel tseltaletik [Corazón: una forma de ser-estar-sentir-pensar-decir-hacer-vivir de los tseltales] Durante una conversación en tseltal mencionamos constantemente el o’tan-o’tanil de muchas maneras y con significados diversos. Al analizar algunas expresiones comunes, observamos que “el corazón” da cuenta de las emociones, sentimientos, pensamientos y acciones de los Ahauetik [seres humanos, animales y plantas que habitamos el cosmos]. Aquí algunos ejemplos:
tse’el o’tanil: la alegría del corazón mel o’tanil: la tristeza del corazón k’ux o’tanil: el dolor-la pena del corazón xcheb o’tanil: la indecisión-incertidumbre del corazón lab’ o’tanil: el coraje del corazón titi o’tanil: la envidia del corazón
Además, las diversas emociones que experimentamos no sólo nacen en el corazón, sino que allí se viven y se guardan también. La intensidad de algunas de estas emociones dolorosas y el tiempo que se lleve sintiéndolas puede enfermar a las personas sit’em sni’ yo’tan [hinchando la punta de su corazón] o xpich’il yo’tan [comprimiendo su corazón]. Estas emociones no son detectadas ni curadas por la medicina occidental, sino a través de oraciones, ceremonias y plantas medicinales. Asimismo, del corazón viene lo que deseamos, lo que soñamos, lo que anhelamos, lo que nos gusta hacer, lo que pensamos (comer, beber, trabajar, vivir, buscar la tranquilidad y paz en la comunidad y en la familia). Cuando decimos que es en el o’tanil donde tiene lugar la reflexión y el pensamiento para la acción es porque constantemente expresamos las siguientes frases: “nail nopa ta awo’tan teme ka pase” [primero piensa en tu corazón si lo vas a hacer], cuando se tiene que tomar una decisión complicada; “¿bin la snop’ te awo’tanik e’?” [¿qué pensaron-sintieron sus corazones?], después de una reflexión colectiva; “jich la snop te ko’tane” [así lo pensó-sintió mi corazón], al dar a conocer una decisión u opinión; “teme jich la nop’ ta awo’tan, pasa a’” [si así lo pensaste en tu corazón, hazlo] para reafirmar una acción o pensamiento. De igual modo, el o’tanil es la sabiduría y los conocimientos (p’ijil o’tanil) que poseen los seres para estar y vivir en el mundo. Por ejemplo, la gallina que sabe regresar a casa después de pastar es porque tiene corazón, o las personas que saben comportarse bien —es decir, de acuerdo con los parámetros de esta sociedad (ser respetuoso, honesto, bondadoso, responsable, solidario, cuidar sus palabras y comportamientos)— son concebidas como poseedoras de corazón (ay yo’tan) o de un buen corazón (lek yo’tan), mientras que sus opuestos son considerados sin corazón (mayuk yo’tan), con un corazón malo (bol o’tan) o en proceso de adquisición de un corazón (nok’ol to yich’bel yo’tan). En este sentido, tener o no corazón describe los valores y comportamientos de las personas, pero también las guía y forja para que las ants winiketik (mujeres hombres) lo lleguen a tener, ya que sólo así serán personas completas y maduras. De la misma manera, el o’tanil describe nuestras cualidades y fortalezas, por eso decimos que existen seres con el corazón fuerte (tulan yo’tan) y otros con el corazón suave (k’un yo’tan). Dentro de los primeros están aquellas y aquellos que muestran perseverancia y fortaleza en las cosas que hacen, pueden sobreponerse ante cualquier adversidad, se adaptan más rápido a un medio diferente al suyo (sobre todo algunas plantas y animales), tienen confianza en sí mismos, etcétera. Dentro de los segundos podemos incluir a los seres que muestran más sus sentimientos y emociones, son más sensibles a las energías de los otros seres o necesitan muchos cuidados para poder sobrevivir en nuevos espacios. Por supuesto, estas descripciones no son opuestas ni estáticas; a menudo podemos mostrar alguna de las dos cualidades, sólo que quizás manifestemos más una que otra. Podríamos continuar describiendo más expresiones donde se hace presente el corazón, pero por ahora es suficiente para mostrar que el o’tanil que mencionamos no alude únicamente a este órgano del cuerpo, sino que se vuelve algo filosófico y profundo porque muestra nuestra stalel en la sociedad y el mundo. Darnos cuenta de estas otras lógicas para entender el mundo, la vida y las relaciones sociales implica reconocer y asumir, por un lado, la riqueza de las sp’ijil ko’taniletik [sabidurías de nuestros corazones] que portamos y guardamos en nuestro bats’il k’op (esto es, en nuestra lengua) y las stalel sk’ayinel skuxlejal jme’ jtatik [formas aprendidas de ser-estar-sentir-pensar-decir-hacer-vivir de nuestras madres nuestros padres] y, por el otro, que la colonialidad del poder y el conocimiento científico hegemónico occidental se han esforzado, durante siglos, en hacernos creer y ver lo contrario. Si no reconocemos que nuestros pueblos e idiomas propios contienen modos de stalel diferentes, tan importantes como los de otros pueblos, no podremos comprender su lenguaje profundo, su filosofía, su cosmovisión o, mejor dicho, su sentido del mundo. Al usar esta expresión sigo las reflexiones de Oyèronké Oyêwùmí, que la utiliza para describir la concepción del mundo que tienen diferentes sociedades (dentro de ellas, la yorùbá) en la que se privilegian los sentidos de la escucha y el habla, por ejemplo, para captar la realidad, a diferencia de occidente, que privilegia la vista y la mirada como fuentes de razón-conocimiento. Aplicar “visión de mundo” a sociedades que no privilegian este sentido es eurocéntrico (y patriarcal), puesto que
la absorción en la vista como el modo primordial de comprensión de la realidad promueve lo visible por encima de lo que no resulta obvio para el ojo, dejando escapar el resto de niveles y matices de la existencia.2
Tomando en cuenta que como bats’il ants winiketik pensamos-sentimos-miramos-hacemos desde el corazón (en su sentido diverso-múltiple-profundo), desde el ch’ulelal (alma-espíritu-conciencia) y desde los sueños, entre otros ámbitos de la existencia, resulta más idóneo retomar stalel para referir a ese complejo que nos da sentido y guía nuestro ser-estar-sentir-pensar-decir-hacer-vivir en el mundo junto con los demás seres que lo habitan. De igual modo, este ejercicio implica romper con las estructuras de conocimiento adquiridas en las aulas (donde generalmente se enseñan conocimientos occidentales y nada de nuestra cultura) y con el uso predominante del idioma castellano en muchos espacios. De lo contrario, cada vez estaremos colonizando más nuestros batsil k’op y stalel, y aunque sigamos hablando el bats’il k’op, la lógica con la que hablaremos y pensaremos será la del castellano. Un ejemplo de esto es que cuando en tseltal decimos que hay personas con corazón (ay yo’tan) o que están en proceso de adquirirlo (mato ayuk yo’tan), muchas veces se traduce como “tener conciencia, ser inteligente” o “no tener conciencia, no ser inteligente”, respectivamente; de igual modo, varios traducen los pat o’tanetik [los saludos poéticos del corazón] como “oración” o “rezo”. Este actuar hace que la concepción del corazón como una forma de estar en la sociedad y en el universo se mutile y se reduzca porque la traducimos o empotramos en categorías que no dan cuenta del sentido del mundo nuestro.
Winik: De gente-persona a varón-hombre
La lengua bats’il k’op tseltal, al igual que los demás elementos de nuestra sociedad, ha sido (lenta y continuamente) trastocada por el proceso colonial. Esto lo podemos observar a través de la palabra winaq-winik, que de significar ‘gente, persona, ser humano’ (sin apelar a género ni edad) pasó a significar ‘varón-hombre’, como sinónimo de humanidad en muchos pueblos mayas, sobre todo en lugares donde los dominicos hicieron el ensayo de la colonización pacífica (San Cristóbal de Las Casas en Chiapas, Alta Verapaz y Huehuetenango en Guatemala); pero en donde su presencia fue un poco más limitada (área k’iche’ y kaqchikel, por ejemplo) winaq continúa significando persona-gente.3 Actualmente, en el pueblo de Bachajón,4 winik significa ‘hombre’. Se piensa que esto ha sido así siempre, pero si indagamos un poco en el pasado encontramos que en el siglo XVI winik significaba ‘gente, persona, ser humano’. Para designar al varón, estaba la palabra xichoc. Sin embargo, la visión androcéntrica de occidente poco a poco fue despojando el sentido plural de winik5 para limitarlo a uno solo. Aunque xichoc no se mantenga para designar al varón, aún se conserva para referir al hijo de la mujer y al hermano de ésta a través de la palabra xichoclel, término no muy común ahora en Bachajón. Si bien en el Vocabulario de lengua tzeltal según el orden de Copanabastla de fray Domingo de Ara (editado por Ruz en 1986) se logra apreciar y plasmar la palabra uinic-winik como ‘gente-persona’, a lo largo del texto se pierde esta noción inclusiva ya que, de las más de ochenta palabras compuestas que incluyen uinic, la gran mayoría fueron traducidas al español como hombre y no como gente-persona. A continuación, ofrecemos algunos ejemplos para ilustrar este punto:
Pec pec uinic: ho/mbr/e pequeño Poco uinic: ho/mbr/e antiguo Pooghol uinic: hombre de gran cabeza Popo uinic: flojo, perezoso Potzlem uinic: paralítico Puz uinic: corcovado Tanculul uinic: cruel Tecpan uinic: franco, liberal Tecanegh uinicon: elector Tijlon uinic: último de los hombres Toghol uinic: ho/mbr/e derecho Toyba uinic: soberbio Tzeel uinic: inocente Tzetze uinic: risueño Tzitzau uinic: terco, desobediente Uail uinic: hombre derecho Uayumal uinic: salvaje Uolol uinic: hombre chico y gordo Utzil uinic: virtuoso Lecbil uinic: esposo Lecbil antz: esposa
Sólo para poner un ejemplo más en contexto: cuntaghib vinic es traducido como “junta de hombres”. Esta traducción nos imposibilita saber si realmente a estas reuniones sólo llegaban hombres-varones o si también participaban las mujeres. Son contados los casos donde uinic-winik mantiene su significado plural: ghochol vinic, por ejemplo, se traduce como soltero o soltera y no como hombre. Pero a pesar de los siglos que lleva masculinizándose la palabra winik y la stalel, aún se dejan entrever rastros de lo que en otro tiempo significó. Por ello continuamos diciendo “chamen winik” [“hombre” muerto] para nombrar a los difuntos de ambos géneros6 o, en algunos contextos, “ha winik” [tus “hombres”-tu gente], aunque sean mujeres las aludidas. Resulta interesante señalar que antes de saber el significado plural de winik nos causaba asombro decir las frases anteriores cuando aludían a las mujeres. Lo “correcto” desde nuestra comprensión actual sería decir “chamen ants” [“mujer” muerta] o “te antsetik” [las mujeres] para ir “descolonizando” nuestro lenguaje, sin saber que con esto estaríamos colonizándolo aún más porque con winik ya están incluidos ambos. De igual manera, al saber que winik significaba ‘gente-persona’ entendemos mejor por qué en nuestro sistema numérico vigesimal tseltal es winik la medida de cada veinte (la suma de los diez “retoños” de la mano —diez dedos— y los diez “retoños” de los pies —diez dedos). Entonces, “cada 20” no equivale a un hombre, sino a una persona, sin distinguir si es hombre o mujer, pequeño o adulto. Al decir esto no buscamos mostrar llanamente que una palabra cambió su significado sin mayores complicaciones. Todo lo contrario, pretendemos dejar claro que la colonización iniciada en el siglo XVI ha transgredido —o falseado, como diría Rita Segato— profundamente nuestro existir, nuestro lenguaje, nuestros idiomas, nuestro sentido del mundo y nuestras formas de relacionarnos, porque se ha apoderado de varias
estructuras en las que gravita todo un ordenamiento de la vida, y las transforma carcomiéndoles el núcleo y dejando la carcasa hueca.7
Aunque las palabras se mantengan, su sentido profundo se transforma y tergiversa; en este caso, lo que influye es una visión occidental, donde hombre es sinónimo de ser humano y
se piensa a sí mismo como sujeto de razón, superior a la naturaleza, contrario a los hombres a quienes domina y a las mujeres a las que somete.8
Por tanto, usar winik como sinónimo de hombre implica seguir las lógicas del español, que valora al varón e invisibiliza y excluye a la mujer. A pesar de este proceso de jerarquización por género que surge con la colonización en los pueblos tseltales, el sentido plural de winik se deja entrever en nuestro bats’il k’op —como ya expusimos—, y se niega a ser borrado, al igual que otras expresiones que nos muestran la importancia de las parejas complementarias en este idioma y sociedad (ants winiketik: mujeres hombres, ach’ix keremetik: jóvenas jóvenes me’il tatiletik: madres padres). Haber expuesto estos dos aspectos de la bats’il k’op tseltal a través de las palabras o’tan-o’tanil y winik tiene como objetivo entender que nuestros idiomas son tan complejos como nuestra historia. Así como guardan-comunican una manera propia de ser-estar-sentir-pensar-decir-hacer-vivir el mundo como mayas, también dejan ver lo que se ha transformado-tergiversado con el proceso colonial. Ser conscientes de esta situación permite, por un lado, visibilizar, valorar y fortalecer los sentidos del mundo negados y desvalorizados por el conocimiento occidental y, por otro, deconstruir-reconstruir aquellos que han sido trastocados y tergiversados como un acto que busca contribuir a la descolonización.
Imagen de portada: Maruch Méndez, sin título (Muchedumbre), 2015. Imagen de la Galería MUY
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Los pueblos tseltales llamamos a nuestro idioma bats’il k’op. Pero los lingüistas y antropólogos lo nombran como “tseltal”, haciendo referencia al pueblo. En este caso, escribo bats’il k’op tseltal para visibilizar el nombre de nuestro idioma en nuestro idioma y para que quienes no estén familiarizados con él lo ubiquen a través de la palabra tseltal. ↩
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Véase Carlos Lenkersdorf, Filosofar en clave tojolabal, Editorial Porrúa, Ciudad de México, 2005, y Oyèronké Oyêwùmí, La invención de las mujeres. Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género, Editorial La Frontera, Bogotá, 2017, p. 57. ↩
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Ver: Aura Cumes, “Cosmovisión maya y patriarcado: una aproximación en clave crítica”. Conferencia impartida en el Centro Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Chile, 6 de noviembre de 2014, y de la misma autora: “Epistemologías mayas como horizontes políticos para desafiar al patriarcado colonial”. Trabajo presentado dentro del marco del diplomado de Ciudadanía, Género y Defensoría de los Derechos organizado por K’inal Antsetik A.C. y la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México, 23 de enero de 2019. ↩
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Bachajón fue producto de la congregación “pacífica” por parte de los dominicos. Pertenece al municipio de Chilón, Chiapas, México. ↩
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Por ello, actualmente, no encontramos en tseltal una palabra inclusiva para todos como winaq, lo que nos lleva a usar ch’ich’ bak’et [sangre carne] o en su defecto la palabra castellana de cristiano o gente, porque se ha ido perdiendo la palabra propia, como ha pasado en muchos otros pueblos mayas. ↩
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Carlos Lenkersdorf observó también entre los tojolabales esta misma situación: “chamel ‘ixuk: mujer muerta, difunta [no se suele decir, porque para los muertos de cualquier sexo se dice chamel winik]” (C. Lenkersdorf, B’omak’umal tojol’ab’al-kastiya 1. Diccionario tojolabal-español. Idioma mayense de Chiapas. Disponible en este link, p. 190). ↩
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Rita Segato, “La norma y el sexo: frente estatal, patriarcado, desposesión, colonialidad”, en Des/posesión: género, territorio y luchas por la autodeterminación, Marisa Rius Belausteguigoitia y María Josefina Saldaña-Portillo (coords.), UNAM, Ciudad de México, 2015, pp. 143. ↩
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Aura Cumes, art. cit., 2014. ↩