Nos suspendieron en el tiempo, suspendieron el ciclo de nuestra vida, nos crecieron la noche, tétrica y fría, nos cubrieron de polvo los ojos y el alma, nos cortaron los diez dedos de las manos, y los diez dedos de los pies.
Nos suspendimos en el vacío,
en las cuevas ocultas,
en los escombros de la guerra,
en las piedras edificadas.
Nos suspendimos en el salvajismo,
en las oraciones a los santos,
en los ojos de los sacerdotes,
en el discurso de los gobernantes,
en las armas de la esclavitud.
Nos suspendieron en la historia.
Sin materia, sin deseo, sin alivio.
Suspendidos estamos en las hojas del sueño,
en el aroma de flores que muerden corazones,
en la esencia de la oscuridad silenciosa.
Nos suspendieron en el día olvidado del amor:
una tormenta de dioses extraños
invadió nuestra viva visión del universo,
un veneno invadió nuestra sustancia.
Nos suspendieron
como polvo en el espacio:
diminutos y separados volamos en el vacío
como humo sin cuerpo,
insignificantes, fríos y callados.
¿Unirán su estrella al jaguar con el fuego de nuestra sangre o seguirán muertos nuestros ojos en esta tierra? ¿O seguiremos suspendidos sin más tiempo que el pasado sin presencia?
Imagen de portada: Oswaldo de León Kantule, Yauk Ugga III, 2011. Cortesía del artista