"Si acaso es cierto que en el interior de todo hombre habita un niño, Julio Cortázar llevaba dentro de sí, en principio, a un niño abandonado por su padre pero también a un niño sensible, inquieto y travieso “con demasiada infancia en la cara” y con la necesidad de jugar y soñar", dice Hernán Lara Zavala.