Una cuerda puede ayudar a subir materiales en una construcción, ser cronómetro para los saltos en el entrenamiento del boxeador o prestar sus largas fibras comprimidas para que los niños tiren de sus extremos en busca de la victoria en un juego de campamento. Pero hay algunas que terminan cumpliendo un destino para el que no fueron creadas, cuerdas que son puentes y que ofrecen la rigidez de su cuerpo para los fines menos imaginados. Hay unas que nos unen con otros sin poder ver su entramado, cuerdas vocales para decir lo que apenas sospechamos. Cuerdas hechas para la tensión. Wallace Stevens menciona que “en poesía siempre se está escribiendo sobre dos cosas al mismo tiempo, siendo esto lo que produce la tensión característica de la poesía. Una es el tema real y la otra la poesía del tema”. Los poemas que constituyen Teoría de cuerdas de Karen Villeda tienen esta tensión. Son poemas en caída libre, verticales, sostenidos por una cuerda que tensa cada una de sus fibras y que nos espera al centro de una habitación oscura. La autora tiende una cuerda entre el suicidio de su tía y el nombre que de ella le legaron: Karen. Sin embargo, lejos de lo que pudiera pensarse, éste no es un libro sobre el suicidio, sino sobre su sombra. La sombra del ahorcado como un péndulo balanceándose sobre la descendencia. La sombra de Karen pendiendo sobre Karen:
Cómo es que esa cuerda se le fue. Se le fue de las manos.
Para hablar de ella y, y, y la cuerda, haces una teoría de las emociones: No hablaba con ella. Tampoco de ella. ¿Cómo eres tú en relación a lo que presentas de ella? Nuestros padres estaban impedidos para relacionarnos. Su tez era distinta. Sus maneras también. Ella en general.
Los poemas no intentan explicar las razones del suicida, eso es materia para investigaciones y peritos, pero sí echan luz sobre las secuelas: un mechón de cabello en la mano que habremos de recordar cada vez que intentemos peinarnos, un nombre que te marca como herida o cicatriz. Karen da voz a lo que se dice y a lo que se oculta sobre el suicidio de su tía. Es así como, a través de la especulación, encuentra la materia oscura que da forma al libro. La voz de la poeta resonando como un eco “y, y, y”, yendo de la invención a la memoria con precisión y asombro. “Tú que no recuerdas/ el paso de otro mundo, te digo/ podría volver a hablar: lo que vuelve/ del olvido vuelve/ para encontrar una voz”, en palabras de Louise Glück. La voz de Karen Villeda se ha ido expandiendo en cada libro hacia una especie de tono enigmático, críptico en algunos casos, pero nunca inasequible para el lector. Desde Tesauro (2010) hasta esta Teoría de cuerdas, pasando por Dodo (2013) y Anna y Hans (2021), la poesía de Karen encuentra en el lenguaje el ancla que, a veces nos mantiene a flote, y que, en otras ocasiones, nos hunde en un formidable ejercicio de introspección de lo que quiere decirse, un llegar al fondo del tema a través de una aproximación distinta de la voz, entre Dickinson y Beckett, entre el decir y no decir, entre el silencio y la contemplación de lo que no tiene forma:
16. Ni siquiera las dolencias se expresan de una manera directa. ¿Existirá una asertividad del dolor? ¿Un enfoque del duelo que sea novedoso? Un sentido clínico. «Pero es que estás hablando de autosuicidio». (Pleonasmo de la poeta que no existe). 17. Dame tantita luz cristalina y de rara elegancia y, y, y la sangre de ella que está en lo críptico y, y, y una pluralidad de dolores. 18. Dame tantita luz cristalina y de rara elegancia y, y, y la sangre de ella que está en lo críptico y, y, y una pluralidad de dolores. Dame un sólo nombre, el suyo. 19. Dame.
Hablé hace un momento sobre las posibilidades de las cuerdas, ahora quiero detenerme en las posibilidades del nombre. En un relato titulado “Con este signo vencerás”, el narrador francés Pierre Michon nos cuenta la historia de Lorentino, quien fue discípulo de Piero della Francesca, pero que no llegó a gozar de la fama de Piero, a pesar de que fue él quien pintó las paredes y los lienzos bajo las instrucciones del artista del Quattrocento. ¿Por qué si pinto como Piero y trazo los dibujos de Piero y fundo los colores de Piero yo no puedo ser Piero?, se pregunta Lorentino. Al final de la historia, Lorentino tendrá un hijo a quien nombrará Piero esperando que, a diferencia de su padre, le paguen con algo más que cerdos para las fiestas del pueblo, cuando siga con la tradición familiar de pintar. Nos dice Michon: “Aquí y allá se pronuncia el nombre de Piero, se dispersa. Pero ya no falta mucho. Un día, Dios no oirá ya ningún nombre que prevalezca sobre los nombres”. Un día, Karen no prevalecerá sobre Karen, la sobrina y la tía, la poeta y la suicida, el lector y el autor tendremos el mismo nombre cuando ya nadie atienda a llamarnos.
Dijeron «Se llamará como ella» y no he sido ella. No me transparenta, no me reconozco en la sustancia. Reherir la materia, segar mi desnombre desde el tuétano. Me ronda la sonoridad: «No soy ella» y hay un trazo en la consternación. «No soy ella» y el pavor me custodia: El pulmón subyace en mi sangre, nos desbocamos con amargura hacia la cerrazón. «No soy ella» y los ruidos me llaman adentro, adentro y me deslumbra la inexistencia de silencio.
Esa tensión entre la cuerda y el nombre, entre la no anécdota y el no recuerdo, es algo formidable en Teoría de cuerdas. Las posibilidades de ambas Karen, la poeta y la sobrina, quien escribe y quien inventa; la machadiana heterogeneidad del ser, donde Karen puede ser una, pero otra, la voz en un cuarto de espejos que no vuelve distinta de ninguno. Exteriorización de lo uno e interiorización de lo otro. Qué maravilla que no sea éste un libro del exorcismo personal de un tema punzante en la familia, que no obedezca a la larga fila de libros que elaboran un tema monográfico o familiar para darnos postales y no poemas. Qué hallazgo que Karen Villeda haya logrado hacer que no miremos nuevamente ninguna cuerda del mismo modo, a través de poemas que no delatan, pero sí insinúan, que abren más preguntas que certezas, que indagan en el lenguaje para decir aquello que no siempre comprendemos.
El nudo que se hace en el estómago mientras avanzas en la lectura. En palabras de la autora: “El libro de tu vida en dos capítulos: los días que no piensas en matarte y los días en los que sí”. Ahí también esos polos de la tensión. Termino citando unos versos de Paul Celan que, me parece, reflejan la tarea a la que Karen Villeda se entregó al escribir este poemario íntimo sobre la muerte, la sombra y la cuerda que las une:
ELOGIO DE LA LEJANÍA
En la fuente de tus ojos viven las redes de los pescadores del mar del extravío. En la fuente de tus ojos el mar cumple su promesa. Aquí arrojo yo un corazón que se detuvo entre los hombres, mi ropa y el esplendor de un juramento:
Más negro en lo negro, más desnudo voy. Sólo infidente soy fiel. Yo soy tú si yo soy yo.
En la fuente de tus ojos desvarar suelo y sueño un rapto.
Una red prendió una red: nos separamos enlazados.
En la fuente de tus ojos un ahorcado estrangula la soga.
Teoría de cuerdas, Karen Villeda, Vaso Roto, Madrid, 2023.
Imagen de portada: Una cuerda, ca. 1550–1295 a. C. Metropolitan Museum of Art, dominio público.