Tal y como lo describe el Códice Florentino, hace más de quinientos años los conquistadores se abalanzaron sobre estas tierras, sus frutos y sus habitantes, a los que sometieron como animales de carga con el objetivo de generar más y más riquezas. Desde entonces los europeos y sus descendientes han repetido esta fórmula aquí y en otros lugares del planeta.
El extractivismo sigue al pie de la letra el concepto de naturaleza adoptado por Occidente e inscrito en el proyecto civilizatorio de la modernidad. Se trata de una idea muy problemática porque implica la división entre un sujeto (humano) y un objeto inerte (la naturaleza), considerado como un medio para la obtención de riqueza y poder. Esta concepción del mundo se ha arraigado tanto en nuestra cultura y en nuestro sistema económico que son pocos quienes ven la posibilidad de cuestionarla, como si se tratara de la única forma posible de vivir y organizarse. No importa si son de izquierda o derecha, neoliberales o progresistas, todos los Estados de hoy basan sus economías en estas prácticas destructoras. Sin embargo, la crisis ecológica que atraviesa el planeta nos obliga a cuestionarlas.
Por ese motivo, la Revista de la Universidad de México decidió dedicar un número al tema del extractivismo, sobre todo en nuestro continente, recalcando que en México decenas de activistas mueren al año por oponerle resistencia. Queríamos también recordar que existen otras formas, más sanas y respetuosas, de relacionarse con el planeta, pues para los pueblos que viven en el bosque, en la selva, en el campo y en ámbitos menos citadinos, el concepto de esa “naturaleza-botín” no existe, ya que las vidas humanas, animales y vegetales se conciben como parte de la ecología planetaria y, desde ese punto de vista, destruir nuestro ecosistema implica destruirnos a nosotros mismos.
Hemos creado un sistema en el cual las metrópolis dependen de materias —alimentos, combustibles, etcétera— producidas injustamente, perpetuando así una jerarquía donde las grandes ciudades se imponen sobre el campo y a la vez lo necesitan. Esto es lo que nos explican Yásnaya Elena A. Gil y Óscar de Pablo, para quienes el extractivismo no es sino una cara más del orden capitalista y colonial. La minería, nos dice Francisco Serratos, está en el origen de esa codicia que no ha dejado de cernirse sobre América Latina. Por eso, Ángel Melgoza, Heriberto Paredes y Thea Riofrancos se centran en ella, ya sea desde el ensayo de denuncia o la crónica de los intentos —a veces fallidos, a veces exitosos— por resistirla. En una entrevista con el equipo editorial, la Dra. Violeta Núñez Rodríguez responde a nuestras preguntas sobre la Ley Minera y la empresa estatal Litio para México. Además de la extracción de minerales, está la explotación de los mares, la tala masiva de árboles y la polémica cuestión de las energías renovables de las que hablan Ian Urbina y Marta Montojo, Joseph Zárate y Cymene Howe en sus respectivos textos.
Mira a tu alrededor y trata de adivinar de dónde vienen las cosas que hay cerca de ti: la ropa con la que te vistes, la electricidad y el gas de tu casa, la comida que guardas en tu despensa. ¿Quién los produjo?, ¿en dónde y en qué condiciones? Verás que, al menos por el momento, estamos inmersos en una red de explotaciones infinitas que vulneran el planeta y a muchos de sus habitantes. Esperamos que este número te haga reflexionar al respecto y también buscar posibles formas de resistir a ello desde tu propia disciplina.