[1923]
Mi estimado i querido Carlitos:
Perdóneme por no haberle escrito antes. He andado por la Sierra; me cojió la tierra con cojeduna grande i me alejó de todo. Así soi; excesiva; no sé levantar los ojos cuando se me apegan a una forma de vida o a un pedazo de mundo. Pero cabalgando por la montaña, muchas veces iba hablando de Ud. a mi compañero, que lo fue suyo, Rafael Molina,1 maestro misionero. El ha sido cariñoso para mí, como Ud., como ese jeneroso Juco, mas no es literato ni médico, sabe poco, i me resulta hijo a mi nivel. Me ha hecho olvidar cosas desagradables, i le debo mucha i noble ternura.
La Sierra es como para cantada por Ud., mi fuerte i gran poeta. Entérese Ud. por ella más tarde i salga henchido de grandes voces.
Me he parece que he estado viviendo muchos días en alianza con un dios extraño i profundo. Me ha dicho cosas que no quiero decir por no quebrarlas en mi pobre lengua. Jugaba con sus nieblas i conmigo. Me alucinaba: a ratos era recia, dura, terca, i después con las brumas era una vaguedad dulce i lánguida i yo podía abrirla como una cabellera de niño. Jugábamos a un juego hermoso de fuerza i de dulzura: juego que es de dios también.
De todo tuve: me creyeron unos hereje i me hacían —no es hipérbole— la señal de la cruz. Otros me quisieron un poco; la desconcertante cosecha del mundo! A veces cree una que juega con hierbas blandas i saca las manos llenas de sangre.
Ahora estoi en Puebla; regreso pronto a Méx. Vaya a verme. Ud. sabe que lo estimo como a compañero i que lo quiero además i deseo hallar en su amistad una cosa vigorosa i noble, buena para llevarla toda la vida. Me parece lo más alto de la vida la amistad, i por eso mismo la prodigo poco: es un lujo como ciertos basaltos o ciertos tintes espléndidos. No juego, con el tiempo moderno —estúpido e impuro— a las amistades por hora o por semana.
Hasta luego, Carlitos. Saludos de Laura.
Gabriela
Carlos Pellicer y Gabriela Mistral se conocieron cuando José Vasconcelos la invitó a colaborar, en 1922, en la reforma educativa. En México, Mistral elaboró un programa de educación rural, un sistema de bibliotecas y publicó algunos libros, como Lecturas para mujeres. Su entrañable amistad se aprecia en el apelativo afectuoso de “Carlitos”, que Mistral usaba para dirigirse a Pellicer, así como en los “Siete sonetos para Gabriela Mistral” que el tabasqueño le dedicó a la poeta cuando falleció y en los que no da crédito a su muerte: “Gabriela, estoy tan triste que no creo/ que te hayas muerto”, y le transmite su cariño: “Todo lo que recuerda y lo que olvida/ mi memoria de ti, tiene floreros”. Esta carta aparece en Cartas de la gran Gabriela a Carlos Pellicer, compilación, introducción y notas de Serge Zaïtzeff, Editorial Resistencia, México, 2004. Se reproduce con permiso de la editorial y con la ortografía y sintaxis originales. [N. de las E.]
Imagen de portada: Autor sin identificar, retrato de Gabriela Mistral con dedicatoria para Oreste Plath, s. f., Biblioteca Nacional de Chile, dominio público.
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Rafael Molina Betancourt (1901-1952), maestro, funcionario y político poblano. Autor de libros pedagógicos. ↩