“Rayuela fue una revelación en el sentido más pleno de San Agustín o de Santa Teresa y me convirtió a la literatura, porque con ella me di cuenta de que pensamos con palabras y que las palabras —no solamente las de los otros, sino las nuestras— nos hacen cosas o nos hacen otras cosas y nos abren más mundos (o cuartitos) adentro”, escribe Eduardo Casar.