Al cruzar el mar Rojo
1
Muchos dormían en cubierta
por el calor mañanero
o para contemplar la puesta de sol
que nunca volverían a ver…
estirados sobre cobijas y almohadas,
recargados en camarotes y barandales:
descamisados, en calzoncillos, descalzos,
ellos mismos todo un paisaje
de carne blanca como la leche
sobre la restregada y pulida cubierta.
Las voces abandonaban sus cuevas
y el silencio soltaba sus grilletes,
los recuerdos vagaban
tras ojos hundidos
en busca de orillas…
Cumbres y verdes ríos
compartían sus secretos
con exiliados y tormentas.
2
1949, y la guerra
había muerto hacía cuatro años…
Ni amos ni esclavos
cruzábamos los mares
mirando banderas rojas
que el tiempo izaba
entre saludos falsos.
3
El diálogo
hecho parches y jirones
colgaba en la punta de los dedos
y los rostros sin afeitar…
ofreciéndose
como un respiro
a la interrupción
al paso de las olas.
“Recuerdo un campo
de amapolas rojas una vez
al fondo del bosque
al salir la luna llena.”
“La sangre
deja manchas oscuras parecidas…
cuando fluye mucho tiempo
sobre piedras u oxidado acero.”
(Y el aliento del mar
tocó los ojos
de otro Lázaro
que elevaba una oración
en acción de gracias
por los milagros)
Portada de Noticias de Polonia. Revista mensual para los polacos en el extranjero,
núm. 3, 1930. Biblioteca Jagellónica, dominio público.
4
Toda la noche
la bondad
del mar siguió…
abriéndose paso
entre amuralladas penas
que los hombres habían jurado
que no revelarían jamás,
aceptando denuncias arrojadas
con una calma
que trajo el recordatorio
de gente escuchando réquiems,
pinos susurrando
contra un muro de piedra entre la brisa;
o una voz trémula
que cantaba en los barandales
cuando el barco zarpó por vez primera
desde la tristeza
de las guerras del norte.
5
La aurora se llevó
la magia de los sueños,
fragmentos de apariciones
vueltos
más tangibles que las palabras…
ecos y reflejos
de la fe
que los hombres habían dado en trueque
por el silencio.
Si hubiéramos hablado
de la muerte
tal vez algo
más que tiempo
se habría perdido.
Pero los gestos
de la oscuridad y la luz de las estrellas
mantenían nuestras mentes
alejadas de las finalidades
de la derrota…
conforme hacían señas
al contorno sangriento del horizonte
más allá de aquellas aguas:
aún habíamos de cruzar
el ecuador.
© Peter Skrzynecki, 1975.
Imagen de portada: Portada de Noticias de Polonia. Revista mensual para los polacos en el extranjero, núm. 9, 1930. Biblioteca Jagellónica, dominio público.