A Carlos Martínez Rentería y a Aura
Primer tiempo
Mané Garrincha y Pelé fueron invencibles mientras jugaron juntos. Dos veces levantaron la copa del mundo. Son la mejor dupla que ha jugado con la verdeamarela. Juntos disputaron cuarenta partidos, empataron solo cuatro, el resto fueron victorias. Pelé y Garrincha parecen opuestos. Sus destinos se bifurcaron hacia rumbos completamente distintos; ambos provenían de la pobreza extrema y estaban dotados de habilidades extraordinarias para manejar la pelota. Uno llevaba el mote de O’ rei, al otro le apodaban el reyezuelo y murió en un hospital para enfermos mentales doblegado por su dipsomanía. João Carvalhais fue el primer psicólogo de la selección brasileña y calificó a Garrincha con un coeficiente intelectual bajo, incapacitado mentalmente, y dijo que tenía una botella de alcohol en lugar de cerebro. La primera gran hazaña de la dupla Pelé-Garrincha ocurrió en el Mundial de 1958. Luego de empatar a cero contra Inglaterra, los brasileños corrían el riesgo de quedar fuera del torneo. Los soviéticos habían conseguido una disciplina y un perfeccionamiento en el juego bautizados como “futbol científico”. El temor de enfrentar a los rusos era tal que desde una noche antes del encuentro abundaban ofrendas de macumba en las calles brasileñas. Pelé y Mané Garrincha arrancaron como titulares en su debut mundialista. Edson Arantes con 17 años, Manoel Francisco dos Santos con 24. Garrincha llevaba en el dorsal el número 11, Pelé el 10. Los primeros tres minutos del encuentro son puro virtuosismo. Garrincha se convierte en una amenaza escurridiza desde el primer balón que toca. Nada de lo que los rusos esperaban. Lev Yashin, el mejor portero del mundo, tiene el rostro desencajado ante el bombardeo brasileño. Con pura magia, un menor de edad y un hombre que había padecido poliomielitis provocan que la Máquina Soviética luzca destartalada. Brasil gana 3-0, llega hasta la final y la conquista.
Medio tiempo
Garrincha no existe. Se trata de una invención del sincretismo religioso, un santo urbano como el leproso San Lázaro o la Santa Muerte. Es una leyenda creada para que los teporochos y los deformes tengan un representante en el futbol, un santo venerado por los pobres que se encarga de cuidar a los niños prodigio de las favelas, como Romário, Rivaldo, Ronaldinho o Neymar. Garrincha es el ave que se muestra indefensa y al atraparla nada encuentras, más que el rastro de su risa. Nació en 1933 en Pau Grande, hacía mandados de niño y casi cualquier chambita para comprarse una pelota. Para driblar hay que saber mentir con el cuerpo. Garrincha supo extraer fantasía de su larga lista de defectos físicos: rodillas torcidas hacia adentro (al menos 60 grados), columna vertebral en “s” y la pierna derecha seis centímetros más corta que la izquierda. Fue adicto al tabaco desde los diez años, a las mujeres toda la vida y al alcohol desde los catorce. El espíritu del aguardiente le sobaba las piernas. El humo le contaba sus secretos. “Aprovechar la adversidad” parece su lema, su mantra. Tuvo trece hijos con distintas mujeres, solo uno con el amor de su vida. Manoel Francisco Dos Santos inventó otra posibilidad de ser humano, fue una especie de ciborg que usaba la imaginación como prótesis, la creatividad para cubrir lo que no le permitía hacer el cuerpo con el que nació. ¿Quién lo habrá ensamblado? Mané puede interpretar el samsara y acomodarlo a su modo. Deforma el balón, el cuerpo y la cancha con su mente. Garrincha lo es todo; la carencia y los excesos, el sabio y la necedad, el loco y la locura, la inspiración y la pelota. Garrincha es pesadilla de los defensas y los bien portados, ángel pornográfico, obrero en una fábrica de hilos, indigente, holograma, uno de los 32 hijos que se presume que tuvo su padre. Garrincha, monstruo de 2 mil 222 piernas que mueve al mismo tiempo para esconder la pelota y luego hacerla aparecer unos metros más allá, alegría del pueblo, desgracia individual, césped bendecido con chorros de cachaza.
Segundo tiempo
“Vivimos entre el dolor y el deseo hasta el final,” dijo una vez ella, Elza Soares, con su voz forjada en lumbre y aguardiente. Sus palabras provenían del fondo de un tambo lleno de recuerdos, venían de una noche bien vieja, y en un instante transcurrieron por su cuerpo los 17 años que Garrincha y ella estuvieron juntos: desde las noches de euforia en Chile en 1962, hasta que volvieron del exilio al que los condenó la dictadura. Garrincha fue inspiración de Carlos Drummond de Andrade, quien escribió:
Fue un pobre y pequeño mortal que ayudó a un país entero a sublimar sus tristezas. Lo malo es que las tristezas vuelven, y ya no tenemos otro Garrincha. Necesitamos uno nuevo, que nos alimente el sueño.
A Elza Soares le tocó ser madrina de la selección que en ese momento era campeona del mundo. Louis Armstrong fue invitado a dar conciertos durante la justa internacional. Escuchó cantar a Elza por accidente y se sorprendió, le tomó tanto aprecio que la llamó daughter y dieron un concierto juntos. “Lástima que estoy casado,” dijo Mané cuando conoció a Elza Soares, recuerda Pelé. Garrincha y Elza sabían enloquecer al público. Eran geniales y hermosos a pesar de ir notoriamente remendados. Juntos hacían la noche toda: tierna, espléndida, rasposa, suave e infinita.
Tiempo extra
Pelé sufre una lesión en el segundo partido y sus tacos no pisan más el césped durante todo el torneo. Walter Winterbottom, técnico británico, blinda el costado donde atacará Mané. Ray Wilson es el encargado de marcarlo, recibe ayuda de Bobby Charlton, Ronald Flowers y Maurice Norman. El primero en enfrentar a Garrincha es un perro. Un perro negro y callejero que se coló a la cancha para interrumpir el juego. Mané intenta atraparlo. El perro lo finta hacia la izquierda y se va por el lado opuesto. El delantero inglés Jimmi Greaves logra atrapar al canino con engaños. El perro se mea en el uniforme del británico antes de ser entregado a la policía. Algo de perro callejero tiene Garrincha.
Garrincha falla siete veces en su intento por colarse a la línea final o disparar al arco. Los ingleses le toman la medida a la bestia y no le permiten hacer daño. Sus ojos delatan frustración, pero también avisan que en cualquier momento morderá. Mário Lobo Zagallo cobra un tiro de esquina. El balón viaja por lo alto, Garrincha se adelanta a los defensas y emprende el vuelo. Garrincha es el nombre de un pájaro de unos diez centímetros, con patas débiles que lo hacen vulnerable. En México se le conoce como saltapared. Quizá es por lo inquieto del ave que a la hermana de Mané se le ocurrió llamarlo así, o porque a Manoel Francisco le gustaba cazar aves. Garrincha sigue en el viento, encuentra el balón, remata con fuerza, y gol. Springett, el arquero, nada puede hacer. Tampoco el defensa que cubre el poste derecho. Algunos años después le pedirán a Mané que elija solo un gol de entre los más de doscientos que anotó, y elige el primero contra la escuadra inglesa. A los pocos minutos Inglaterra empata. Garrincha disputa los partidos del Mundial como si siguiera en la calle. Su juego no le teme a la solemnidad de los profesionales. Cada que le dan el balón caen sobre él dos o tres zopilotes con ganas de descuartizar sus piernas chuecas. Amarildo baja un balón que manda Didí y lo deja en los pies de Garrincha, que se encuentra a diez metros del área grande. Enfrente hay cuatro defensores ingleses. Mané mira al portero al mismo tiempo que adelanta el balón para pegarle. Parece lejos, Garrincha dispara; la pelota se eleva en una hermosa parábola y va descendiendo para pasar justo debajo del ángulo izquierdo de la portería y sacudir las redes que miran el inútil esfuerzo del guardameta. Golazo; los ingleses no se levantarán. Los miembros de una revista brasileña se quedan con el perro negro que interrumpió el juego y se lo llevan a Brasil. Lo rifan entre los jugadores de la verdeamerela y Garrincha es el suertudo. Salió de Chile con un nuevo amor, un trofeo de goleador y un perro al que bautizó con el nombre de Bi, por los campeonatos que consiguió la selección brasileña. Luego de Garrincha solo otro hombre lograría la hazaña de ganar un mundial casi solo: Diego Armando Maradona.
Penaltis
El escándalo nunca se alejó del matrimonio de Elza y Mané. En cuanto llegaron de Chile, ella fue acusada de romper un hogar, la insultaron, fue blanco de poderosos hechizos y brujerías y hasta dejaron de comprar sus discos. Él nunca abandonó la bebida; escondía las botellas al fondo de una alberca, amarradas a una piedra. El trago le cobró factura en varias ocasiones. En una provocó la muerte de su suegra tras un accidente automovilístico. Una noche la dictadura mandó rociar su casa con plomo, invitando a la pareja a dejar el país. Elza y Garrincha eran amigos de varios miembros del Partido Comunista de Brasil. Se fueron a Roma y al volver del exilio rompieron su relación. La de ellos pudo ser una historia de hadas, pero parece escrita por Rubem Fonseca. Garrincha había visto pasar sus días de gloria, la decadencia de su carrera lo llevó a intentar fichar por equipos de baja categoría. En su momento Mané le interesó al Milán y al Real Madrid, lo mismo que Pelé. Ninguno salió nunca de la liga de su país. Elza dijo que en el exilio Garrincha bebía todavía más. Murió a causa de una congestión pulmonar, pancreatitis y pericarditis, el 20 de enero de 1983. A los pocos años, el único hijo que tuvo con Elza, joven promesa del futbol, falleció en un accidente de auto. Ella se refugió en las drogas y desapareció de los escenarios. Hoy nadie sabe dónde se encuentran los restos de Mané, hace unos años descubrieron su tumba vacía cuando quisieron hacerle un homenaje. En el año 2000 Mané fue calificado como el mejor extremo izquierdo de la historia, según la FIFA. Elza Soares también murió un 20 de enero, solo que de 2022.
Imagen de portada: Garrincha y Pelé, 1959