I
Eugenio Montejo, poeta, buscaba detrás de las máscaras el rostro y, tras los gestos, la forma. Al pensar en él recuerdo de improviso un cuadro de de un pintor flamenco, cuyo nombre no recuerdo, donde la prudencia aparece como una diosa o semidiosa o, sencillamente, como una mujer casta y digna que ha vencido con la sonrisa de su mirada al fauno que está a sus pies, con una máscara de espantosa lujuria en la mano que ella le arrancó seguramente a un cupido soñoliento, también a sus pies, y una víbora que parece hipnotizada por la flauta tácita que juega la dama entre sus dedos. En la mano de la Prudencia, el arco y la flecha y la espada… El emblema de esta prudencia cifra, a mis ojos, una de las facetas de Montejo —poeta plural y prosista certero— entre el silencio de sus heterónimos, pues la prudencia tiene también una vertiente atrevida y audaz… ¿Cómo le vino a Montejo o, mejor, cómo se le dio el advenimiento que lo lleva a tejer la tapicería de sus heterónimos? ¿Qué revelación desencadenó el brote de esa alfaguara cristalina…? Más que tapicería, los heterónimos creados por Montejo señalan, como banderas colocadas por un topógrafo, el tamaño y los altibajos de un territorio; ciñen con sus palabras los paralelos de un mundo imaginario, es decir, real; un mundo que tiene realidad en el orbe de la fábula, que termina por realizarse en la historia… Ellos, al encarnar regiones y latitudes, las alturas de la geografía poética y política, andan explorando en sus lectores la obra de Montejo.
La novela de los heterónimos figurada y fraguada por Montejo se escribe con el registro abierto de la inestabilidad crítica del sujeto elocuente en el espacio existente entre las constelaciones de la figuración que ya no pueden funcionar como autobiografía. El caudal se desborda ávidamente hacia el otro, el prójimo evangélico intensamente amado por Montejo.
Poeta amoroso, entonces, en ese sentido abismal.
Esa conciencia de lo heterónimo se da en este poeta, nacido civilmente como Hernández, cuando decide asumir un nom de plume o pen name… el de Eugenio Montejo, que ya es, en sí, una invención, una fábula hecha a partir de intentos y yuxtaposiciones, palimpsestos y pentimentos…
La conciencia que del tiempo tiene Montejo proviene de una profunda inmersión en los silencios o entre las líneas de los Evangelios. Es como si el poeta hubiese ido a limpiar su mirada en el agua lustral del segundo nacimiento que Juan el Bautista impartía, en una hondonada del desierto, para que los fieles abrazaran el espacio intacto e inmaculado del tiempo.
II
Si alguna vez llegaras a conocer a Fernando Pessoa en el otro mundo y te preguntase “¿cómo llegaste hasta mí?”, le contestarías: “me hablaron de ti Octavio Paz, Francisco Cervantes y Eugenio Montejo”. Pessoa lanzaría tres carcajadas y diría “ah, sí, claro”, y cambiaría luego tres veces de rostro sin cambiar de voz.
Eugenio Montejo, el bien conocido alpinista capaz de escalar el mar subterráneo —el espeleólogo de abismos subetéricos y submarinos.
A meses de haberse ido, Montejo me va entregando mensajes, igual que cuando estaba vivo: anteayer apenas se aparece en una cita en un libro, como un mamífero milimétrico, una cita que habíamos buscado juntos. Y apenas antier me escribe alguien que dice ser su primer y oculto hijo. Otro día se me volvió a aparecer en unas líneas de Leonardo da Vinci que cita Freud en su hermoso trabajo “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”: “El escultor trabaja con el rostro envuelto en el polvillo del mármol que le da todo el aspecto de un panadero”.1 Esta cita que tiene no poco que ver con El taller blanco (1983), de Montejo. El texto sobre Leonardo prosigue haciendo una diferencia entre el oficio del escultor y el del pintor, cuya casa y persona están, por fuerza, más acicalados y tienen que estar presentables ante los clientes, que suelen ser ricos y cortesanos.
Poetas —pintores y poetas, escultores—: Eugenio Montejo podría pertenecer a este género de los que, lejos del mundo y la corte, trabajan con la tierra, el humus y el humor. Eugenio risueño / Eugenio melancólico / Eugenio atento como un pájaro / Eugenio impasible como un trozo de palo-hierro / Eugenio artesano medieval, orfebre que orifica…
III
Las cartas que tengo de y con Eugenio Montejo son 171. Su extensión es variable. Fueron escritas entre el 2 de diciembre de 2004 y el 19 de mayo de 2008. Incluyen mensajes dirigidos a otras personas, como Víctor Bravo, el editor venezolano del sello El otro, el mismo. Conocí a Montejo luego de la publicación de su antología, Alfabeto del mundo, en el Fondo de Cultura Económica, en 1987. Nos hicimos amigos. Nos vimos muchas veces en México, Caracas, Mérida, Lisboa y Madrid. Terminamos fraguando juntos una antología de su obra que, por razones editoriales, tuvo dos versiones y dos títulos: una editada en Xalapa, México, bajo el título de Geometría de las horas, y la otra en Mérida, Venezuela, como La terredad de todo. La fragua de ambas analectas me permitió conocer con detalle la obra del gran poeta y traductor venezolano y acrisoló nuestra amistad más allá de las letras. El centro de gravedad de las órbitas presentadas en estas cartas se refiere básicamente a esos dos proyectos editoriales. En el fondo y entrelineado, fulgura el imán de la poesía. La obra completa de Eugenio Montejo ha sido editada en tres tomos: I Poesía (2021), II Ensayo y géneros afines (2022), III Blas Coll y los colígrafos (2023), por Pre-textos, en Valencia, España, por Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Graciela Yáñez Vicentini.
ASUNTO: ANTOLOGÍA
De: …@hotmail.com
Para: …@yahoo.com.mx
vier., 1 de abr. de 2005 a las 07:25
Mi querido Adolfo:
Gracias por tu reciente correo y tu interés en ayudarme en la edición de la antología veracruzana. El esquema general que me anexas me alegra infinito: podemos partir de él y tratar de cumplirlo. Me agradó especialmente —pues no había pensado en ello— la posibilidad de reunir en un breve capítulo mis textos sobre artistas plásticos. Me he retardado un par de días en contestarte, pues estaba fuera de Caracas. Sin embargo, me sorprende lo que me dices en tu carta respecto a los datos de los libros pendientes; respondí en el acto a tus dos correos anteriores. Veré si tengo copia de lo por mí enviado; de no ser así, te pediría que me recuerdes de nuevo lo que te falta.
Releyendo tu programa, se me ocurre que puede hacerse todo en un volumen, como propones de acuerdo con la Universidad Veracruzana; se presentaría en él mi obra ortónima y heterónima. También podría ser en dos —en caso de que la Universidad consienta en ello y exista la disponibilidad—, dando por aparte mi Coligrafía, como llamo todo lo heterónimo publicado y sin publicar.
Recibí hace unos días un correo de Almaraz que aún no he respondido. En él me habla de la reedición de El cuaderno de Blas Coll. No tenía claro que fuese a editarse por la Universidad de Veracruz. En todo caso, puedes darles mi consentimiento para esta publicación a Rivas y a Almaraz. Para el caso, enviaría por este medio el material transcrito con lo publicado anteriormente más algunos fragmentos añadidos, con lo cual se enriquece editorialmente la nueva edición. En cuanto a El taller blanco, preferiría esperar, pues actualmente lo están transcribiendo y deseo, a partir de esa nueva transcripción, hacerle una revisión general y añadir varios otros textos.
¿Cómo está tu agenda de junio, digamos hacia la segunda o tercera semana? Hay alguna posibilidad —por ahora sin concretarse— de una invitación a nuestra Valencia. Invitar a alguien a la militarizada Venezuela de estos días es una temeridad. Las novelas del joven Salvador Garmendia, con todos los malos olores de este mundo, no se comprendían en la Venezuela de los sesenta porque contenían la visión profética del país finimilénico que hoy vivimos. Así y todo, por si la ocasión se concreta, me gustaría saber si estás libre. Después te explicaría el motivo, pero te adelanto que sería algo très souple.
¿Qué ha aparecido en México sobre Cabrera Infante? Nada de las crónicas que he leído —Vargas Llosa, Tomás Eloy Martínez, etc.— ha estado a la altura, en mi parecer. Ya me dirás.
Un abrazo fuerte, Eugenio.
ASUNTO: CON EL TACTO DE ARAÑA
De: …@hotmail.com
Para: …@yahoo.com.mx
mar., 31 de oct. de 2006 a las 11:26
Querido Adolfo:
Ya he regresado de la hermosa Sevilla. Lamentablemente esta vez nos acompañó la lluvia casi toda la semana, lo que, con la ciudad en obras —por la hechura del metro, de un tranvía y de no sé qué más—, no dejaba de regalarnos bastante lodo y pantano. Pero el encanto de la ciudad del Guadalquivir termina por imponerse siempre a todas las pruebas. El encuentro corrió bien y el triunvirato de representantes mexicanos tuvo una presencia fraternal y muy digna.
Comienzo ahora a pensar en lo que me dices. Sí, la sección infantil podría agregarse: bastaría con añadir el prólogo y, para obviar la dificultad del permiso de los editores, propondría unas tres rimas inéditas, algunas de las que me gustan tanto o más que las incluidas en el libro. Ya hablaremos de esto en su momento.
Te escribo ahora para rogarte una mínima gestión, algo como uno de esos compases pianísticos escritos para el sexto dedo, que deben ejecutarse con el tacto de la araña. Ocurre que la Universidad Veracruzana, en el contrato firmado, me promete un pago inicial de US$ 700.00, pago que no se ha materializado, supongo por no estar en cuenta la nueva responsable de los asuntos editoriales de lo acordado y firmado en tiempos de José Luis Rivas. Si tienes alguien a quien preguntarle por ello, mucho te lo agradecería. El caso es que nuestro amigo José Luis no dispone de correo electrónico. Estoy seguro de que, tan pronto adviertan el asunto, me escribirán para solicitarme un número de cuenta bancaria adonde depositar el pago.
¿Vas a Guadalajara? Muchos amigos sevillanos estarán allí presentes.
He leído tiempo ha a Manuel José Othón. Me complace que te detengas ahora en su obra.
Un fuerte abrazo, Eugenio.
ASUNTO: EUGENIO / ADOLFO CASTAÑÓN
De: …@hotmail.com
Para: …@yahoo.com.mx
dom., 24 de jun. de 2007 a las 16:29
Querido Adolfo:
Gracias por tu correo y por el índice anexo de tu libro para las ediciones El otro, el mismo que dirige nuestro amigo Víctor Bravo. Respecto a la edición, concuerdo contigo en que es mejor prepararla con el tiempo que el cuerpo del libro requiera, y no a toda prisa, como se tendría que hacer —en caso de ser posible— ahora. Así hallarás ocasión de ajustar todas las cosas con buen tiempo y, sobre todo, será un hermoso pretexto para que, una vez editado el volumen, te traigamos de nuevo a Venezuela a presentarlo, lo cual gestionaríamos en su momento. Podría ser durante alguno de los meses finales de este año o de los primeros del entrante. Ello lo definiría la edición del libro. En cuanto al índice en sí mismo, me parece muy atractivo. No vi en él, sin embargo, —o tal vez no lo advertí— nada de tu Diario del Delta, de cuyas páginas se puede reproducir mucho.
Antes tuve tu carta acerca del borrador del Prefacio que escribí para los relatos de Fabio Morábito. Te mandé ese borrador sin haberlo corregido en impreso, y veo que aún no me adapto a la revisión en la pantalla. La visión vertical de la página —en vez de la horizontal a la que estamos habituados— no será cosa que podamos sustituir tan fácilmente. Te lo digo porque, al releerlo impreso, me apenaron las repeticiones de giros y palabras que no percibí en la pantalla. El caso es que finalmente ya lo he corregido y entregado. Tiene casi el mismo cuerpo del que conoces, pero va más limpio. No traté de establecer filiaciones ni parentescos narrativos, entre otras cosas porque no suelo escribir sobre relatos, aunque advertí en algún muro de la casa donde trabajan los Ventriccioli —la aplicada familia de traductores— algo parecido a un viejo grabado de Kafka, como en otros algo de Chejov o de Bruno Schulz. Confío en que esta versión final no le desagrade al buen Fabio. Te la mando anexa a estas líneas, con el ruego de que tires la anterior al cesto.
Mañana lunes debo someterme a una intervención de los ojos para suprimir unas cataratas. Comenzaré por el ojo derecho, y el lunes siguiente, que es 2 de julio, haré lo propio con el izquierdo. Tengo interés de ver el mundo con la limpidez que otros me dicen tiene en estos tiempos en que yo paso mis noches y mis días “de turbio en turbio”. Ya veremos.
A un joven poeta argentino, Pablo Narral, que me editó hace poco una selección de poemas y se encuentra de paso por México, le di tus señas. No sé si te habrá llamado, en todo caso creo que estará allí hasta el 26 de este mes.
Gracias de nuevo por tus cartas, por tu ayuda y tu afecto.
Un abrazo con todo mi afecto,
Eugenio.
P.S. Cuando tengas tiempo, envíame en anexo, por favor, tus ensayos sobre Picón Salas, pues deseo revisarlos a propósito de mi discurso con motivo del Honoris causa, discurso en que me centraré en su figura. Gracias, E.
ASUNTO: CORRECCIÓN
De: …@yahoo.com.mx
Para: …@hotmail.com
dom., 24 de jun. de 2007 a las 18:26
Querido Eugenio:
Gracias por tu carta. Ante todo te deseo que el viaje por el quirófano te sea propicio y que una vez desprendidas las cataratas el mundo se te haga más límpido y limpio… Es curioso cómo los hombres a la naturaleza la describimos en términos orgánicos —senos, seno, por ejemplo— y al cuerpo le atribuyamos cataratas, protuberancias, depresiones, como si hubiese una imposibilidad de la lengua a salir de ESO.
Te mando mañana los textos que he escrito sobre el claro y hospitalario Picón Salas.
Sobre el índice de mi libro, te diré que después del prólogo lo que abre es precisamente Diario del Delta, que le da cuerpo al libro.
Sobre el prólogo a Fabio Morábito, creo que ha ganado con la poda y que él debe estar contento y agradecido…
Te desea que la operación sea completamente exitosa tu amigo y lector y semejante
Adolfo Castañón
Post-scriptum. Antes del viaje yo mismo me sometí a un tratamiento con una oftalmóloga que terminó en un par de intervenciones para desprenderme unos orzuelos o perrillas en el párpado izquierdo, esto dio lugar a que me pusiera o aplicara en las noches antes de dormir unas cataplasmas con bolsitas de infusión de manzanilla y a que le pidiera a Marie que tomara unas fotografías muy divertidas que en cuanto pueda te mandaré… de paso descubrí esa maravilla, oasis o terapia altamente hedonista que son las bolsitas de manzanilla en infusión ardiente sobre los ojos… muy recomendable, como dijo uno de los amigos británicos de Saint-John Perse en un club de Londres mientras le hablaba de la joven promesa apellidada Tagore… van saludos y saudades.
ASUNTO: GRATITUDES
De: …@yahoo.com.mx
Para: …@hotmail.com
mar., 25 de sept. de 2007 a las 10:13
Querido Eugenio:
Regreso a México y lo primero que hago es darte las gracias por tus múltiples y minuciosas atenciones… tanto como las de Aymara y Emilio. Mi cuerpo supo apreciar vuestra hospitalidad y las pocas horas que dormí en vuestro santuario me repararon como si hubiese reclinado mi cabeza en una almohada de hierba rodeado del coro distante y arrullador de las cigarras. Gracias una y todas las veces.
Te transcribo para Emilio tu hijo los datos de la editorial que ha editado recientemente en Madrid a Dino Buzzati. Se llama Gadir y publicaron hasta ahora 3 libros, El desierto de los Tártaros, Poema en viñetas, novela gráfica, un cómic de mucho vuelo y audacia, y la novela Un amor que es también una maravilla sólo comparable a la La amorosa iniciación de O. V. Milosz, el tío del Premio Nobel a quien le interesaba el esoterismo. Buzzati también está editado por Alianza y hubo una vieja edición de su obra casi completa en aquellos libros verdes de Plaza y Janés, que es donde yo lo he leído, aunque también tengo sus obras, todas, reeditadas en Livre de Poche en francés….
El otro punto pendiente para Emilio son los libros sobre los nombres de los santos. Está en primer lugar un viejo Dictionnaire des Saints, Livre de Poche, París, 1963. Está también la Iconografía de los santos de Juan Carmona Muela publicado por Itsmo en Madrid en 2003 y por supuesto La leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine publicada por Alianza en Alianza Forma, dos tomos de color dorado que fueron, junto con los libros del entomólogo Fabre, los libros de cabecera de Luis Buñuel. Hasta ahí los datos para Emilio…
Ya le escribí a Víctor Bravo diciéndole que te escriba para que se pongan de acuerdo y me diga él las fechas, si es que es viable para ti, de las presentaciones de Terredad en Caracas y en Valencia. Hoy o mañana le llevo a Alejandro Rossi los libros y los saludos. En cuanto tenga la nueva versión de mi discurso te la haré llegar ya corregida… y eso me lleva a recordar lo de la publicación…. se los habíamos prometido [los textos] a los chicos de Literal, pero si se te ocurre otra opción —por ejemplo Letras Libres— se podría reconsiderar…
Y nada, Eugenio, sólo te puedo decir que la pasé muy contento en vuestra compañía, a Marie le gustó mucho la cajita y también le tengo que llamar por la tarde a E. Krauze para transmitir los saludos de G. Sucre, y con esas notas en el omnicuaderno de la computadora te dejo y te hago llegar un abrazo afectuoso y cariñoso y para los tuyos, una reverencia no menos cordial de vuestro deudor y amigo
Adolfo Castañón
ASUNTO: PARA EUGENIO MONTEJO
De: …@yahoo.com.mx
Para: …@hotmail.com
juev., 3 de abr. de 2008 a las 09:57
Querido Eugenio:
Gracias por tus líneas y por los detalles que me das y que me sabré guardar. De hecho, desde antes de Semana Santa no le he llamado a Alejandro Rossi, en parte por estas circunstancias y en parte porque he estado realmente muy ocupado. Ayer fui a la ciudad de Querétaro donde participé en un homenaje muy grato a mi querido amigo Francisco Cervantes, al que he estado leyendo junto con Fernando Pessoa.
Para variar de tema, te cuento que el Domingo de Ramos, rumbo a Cuernavaca, se nos salió del auto en plena carretera nuestra perra Falula, llamada así en honor de uno de los personajes de Lamento de María la Parda de Gil Vicente. La lloramos como si hubiese sido una persona muy querida. Cayó del auto, la revolcó otro y la pobre salió corriendo primero a la orilla de la carretera y luego a campo traviesa como alma que lleva el diablo… Yo me bajé y corrí y le grité pero en vano.
El Viernes de Dolores, por no dejar, fuimos al lugar de los hechos, donde traté de imaginar o recordar a qué altura se había escapado hacia el monte. Bajamos del auto con Marie y mi hermana y en un montecillo, oh milagro, estaba ahí nuestra querida perrita después de cinco días de haber estado a la intemperie, pero algo le dijo que regresaríamos y la recuperamos y con ella recobramos los ánimos y en cierto modo una profunda unidad familiar pues ella nos une a todos y gracias a todos —incluida ella—la recobramos.
Todo esto me ha hecho pensar y pensar y tomar conciencia no sé bien de qué, si me lo preguntas, pero si no me lo preguntas sí sé… Y éstas son por acá algunas de mis novedades, querido Eugenio, estimadísima Aymara… reciban saludos y cariños de su amigo fraterno.
Adolfo Castañón
Por supuesto, transmitiré a Gilda tu mensaje… sé que lo recibirá con gratitud.
Assuerus van Londerseel [editor], Prudencia con serpiente y palomas sentadas en una nube, 1592-1624. Museo Herzog Anton Ulrich, Creative Commons.
Imagen de portada: Assuerus van Londerseel [editor], Prudencia con serpiente y palomas sentadas en una nube, 1592-1624. Museo Herzog Anton Ulrich, Creative Commons.
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Sigmund Freud, “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, en Psicoanálisis del arte (trad. Luis López Ballesteros), Alianza Editorial, Madrid, 1970; 5a reimpresión, 2008, p. 9. ↩