A Gabriela Mistral

Cartas / dossier / Octubre de 2024

Victoria Ocampo

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París, 18 de sept. de 1951


Muy querida Gabriela:
Tu carta —que me enviaron desde Buenos Aires— me llegó a Lisboa. Antes de ayer desembarcamos con Angélica en Cherbourg, después de soportar durante un día y una noche un mar de fondo que lanzaba contra el suelo cuanto había en las mesas y hacía rodar de un lado para otro sillas, valijas y personas. Todavía no hemos descansado bien de esos sacudones (algunos viajeros se lastimaron y dicen que los stewarts [sic] estaban asustados). Pero tout est bien que finit bien.

​ Van unas pocas líneas para darte un gran abrazo y decirte que siempre te recuerdo y quiero.

​ Decirte que la vida se ha vuelto desagradable en Argentina es decirte muy poco. Para conseguir mi certificado de buena conducta me citaron (2 veces, con 6 meses de intervalo) a la sección especial de la policía, comisaría octava (donde torturan a la gente y les aplican la picana eléctrica, etc.) a las 7 de la mañana. Me interrogaron horas. Allanaron Sur y mi domicilio particular (pour la forme… pues casi no miraron nada). Sabrás que, hace cuestión de dos o tres meses, aparecieron cruces en todas las puertas de las personas de la oposición (sin más crimen que el de no plegarse al peronismo). A mí me pusieron dos cruces. Esta diferencia me honra. Pero desde luego no tiene nada de agradable y, como soy persona que vive sola en el campo, ando sola manejando mi auto y vuelvo a casa sola a altas horas de la noche, a veces me sentía enervada por estas amenazas que no pueden localizarse.

​ Sabrás también que andamos (con la baja del peso, la congelación de los alquileres y todo lo demás) pobres como las ratas, los que no somos adictos a la pareja real. Para seguir sosteniendo la revista tengo que hacer verdaderos sacrificios (a veces me pregunto si vale la pena…). Hemos tenido que vender propiedades para venir a respirar un poco a Europa. Criticar la obra de la simpática pareja se considera como un crimen de lesa-patria y te meten preso. Eso harían si les cayera en manos esta carta, por ejemplo. Te advierto que abren la correspondencia y que la mía (así como mi teléfono) está seguramente muy vigilada. Una vez se publicó en un diario peronista bajo el amable título de “Los vende-patria” un pedazo de una carta mía a un amigo. Así que desde Buenos Aires ni puedo escribir, ni es prudente escribirme nada respecto a la situación política del país. A eso hemos llegado, mi querida Gabriela. Y no vemos por el momento una salida…

​ Imagínate que se me acusa de comunismo… ¡a mí! Te digo a mí porque odio esa forma del totalitarismo tanto como odio la forma nazi. No es poco decir. Esto me ha valido discusiones muy amargas con María Rosa,1 que está cada día más embarcada en el comunismo y, para mi modo de ver, más ciega, más ofuscada, más exaltada en el error. No se puede conversar con ella sobre estas cosas. Yo por lo menos no puedo hacerlo, porque de mon coté me exalto y me irrito sin poderlo remediar.

​ Todo esto es muy doloroso y triste. Me hubiese gustado vivir un tiempo fuera de Argentina, pero el hecho es que no tengo dinero para hacerlo. No he tomado la precaución de retirar fondos cuando tantos lo hacían. No me he ocupado ni preocupado de asuntos monetarios. Ahora lo lamento y pienso que he sido muy cretina.

​ No sé si te llegó mi librito sobre Keyserling (contestación a un capítulo sobre mí que salió en sus Memorias). Me imagino que en tu carta hablas de Soledad Sonora.2 Poca cosa, Gabriela, poca cosa.

​ En cuanto a la revista, si supieras lo difícil que resulta hacer lo poquísimo que hacemos. ¡Si supieras las luchas y dolores de cabeza que representa hoy, en Buenos Aires, cualquier esfuerzo de esa índole!

The world is out of joint…3

​ París me llena de nostalgias. He perdido a casi todos los amigos que me volvían amable mi estadía aquí. Tengo algunos proyectos que trataré de realizar sin mucha ilusión de les mener à bien.

​ No te imaginas cuánto he sentido que no pudieras escribir unas líneas para el libro que publicará Aguilar en Madrid, ya que los insensatos quieren prefacios a todo trance. Eras la única persona capaz de hablar de lo poco que he logrado hacer con simpatía humana (lo único que me interesa).

​ Te daré noticias más adelante. Te ruego que me escribas a máquina si es posible pues entiendo mal tus cartas a lápiz que se borran fácilmente.

​ Te quiere y abraza

Victoria

Victoria Ocampo le escribe a Gabriela Mistral cuando ya está instalado el peronismo. La escritora se opuso abiertamente al gobierno en su revista Sur, donde se publicaron artículos críticos. Esta carta aparece en Esta América nuestra. Correspondencia 1926-1956, compilación, introducción y notas de Elizabeth Horan, Doris Meyer, traducción de introducción y notas de Eduardo Russo, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2007. Se reproduce con permiso de la editorial.

  1. María Rosa Oliver le ayudó a Victoria Ocampo a fundar la revista Sur. Se distanciaron, por cuestiones políticas, cuando Oliver se adhirió al comunismo. 

  2. El cuarto volumen de ensayos de Victoria Ocampo, publicado en 1950. 

  3. Citado de “El canto de amor de J. Alfred Prufrock”, de T. S. Eliot.