En 1582, los trabajadores de la música —canónigos, maestro de capilla, racionero— de la Catedral Metropolitana de México se enfrentaron al Cabildo para protestar por sus bajos sueldos. Como no los escucharon, los músicos renunciaron. Luego se corrió la voz y no hubo en la Nueva España quien quisiera tocar en la catedral por tan bajo sueldo, hasta que el Arzobispo intervino proponiendo mejorías laborales.