El 13 de septiembre de 2022 efectivos de la Gasht-e Ershad, que es una suerte de “policía de la moral” iraní, detuvieron y golpearon brutalmente a Mahsa Amini por infringir la ley que obliga a las mujeres a cubrirse el cabello y usar ropa holgada. Amini murió tres días después a consecuencia de aquella golpiza, lo que desencadenó una serie de eventos que han desestabilizado al ya inestable Irán y desvelado varios problemas estructurales que aquejan al país.
Los problemas en la República Islámica son muchos, pero hablaré exclusivamente de los relacionados con Mahsa Amini. El primero y casi obviado: Mahsa era una kurda iraní que ni siquiera ha tenido derecho a que se le recuerde con el nombre kurdo que le dio su madre: Zhina (ژینا, Yina en una transliteración simplificada). Las políticas nacionalistas iraníes tienden a la persocentralidad a pesar de que no todos los iraníes son persas y de que la diversidad está reconocida en la Constitución.
Todos los proyectos de nación son uniformantes; pretenden delinear un solo modelo de ciudadano ideal (siempre hombre) y lo demás son contingencias: lo es ser mujer, que la lengua materna no sea la oficial mayoritaria (aunque haya muchas oficiales, siempre hay una que predomina), ser de cualquier etnia distinta a la preferida oficialmente, no encontrarse en edad productiva, pertenecer a un bajo decil económico. En la República Islámica de Irán, además, es contingencia no profesar ni seguir los lineamientos del shiísmo duodecimano.
Según la literatura especializada, el nacionalismo iraní se basa en cuatro principales factores: historia, lengua, religión y territorio. Y cada uno tendrá mayor o menor importancia dependiendo de quien lo defina y del contexto.
En la República Islámica se le ha dado alta importancia a la religión desde la oficialidad, mientras que la historia (especialmente la preislámica) se ha relegado al uso contextual o de personajes particulares. Los esfuerzos del régimen se han concentrado en defender y definir su idea de shiísmo duodecimano, la cual es variable. Por ejemplo, la idea del shiísmo duodecimano de Raisi (el actual presidente) no es la misma que la de Rouhani (el mandatario anterior), al menos no respecto a cómo deben imponerla. Hay cambios de interpretación incluso entre Jomeini (fundador de la República Islámica) y Jamenei (actual Líder supremo).
Las políticas oficiales que pretenden imponer una idea de nación e influir en las personas para que se acerquen a los ideales que se establecen desde el poder instrumentalizan la religión. Es decir, el régimen adapta a personajes importantes para el islam de acuerdo a sus intereses. Por ejemplo, Fátima y Zeinab (hija y nieta del profeta Mahoma) son usadas para inspirar a las mujeres a actuar de determinada forma, dependiendo del contexto. El día de la madre en Irán es el del nacimiento de Fátima y el día de la enfermera, el de Zeinab porque se supone que, en la cotidianidad, las mujeres deben ser como la primera (modesta, sumisa, excedida en cumplir su papel social y religioso), mientras que en situaciones de emergencia se espera que sean como la segunda (vocal, presente en el espacio público, ayudante, que lucha contra el enemigo).
En el caso de Mahsa Zhina Amini también intervinieron el territorio y la lengua. La lengua kurda existe y se permite su existencia, pero de manera limitada. Las personas no pueden tener únicamente un nombre kurdo, pues se les exige que lo acompañen de otro persa o musulmán. Las escuelas no pueden enseñar solo en lengua kurda, deben llevar clases en persa. Aunque existen algunos guiños de apertura, estos también incluyen intentos por monopolizar las definiciones. Por ejemplo, en 2015 una sede de la Universidad Islámica Azad1 en el Kurdistán abrió el programa de estudios kurdos, lo que también implicó una forma de rehacer sutilmente la idea de lo kurdo desde la oficialidad. Es decir, desde una aparente intención de inclusión oficial se difuminan las diferencias y se delinea la identidad kurda para acercarla a la persa.
El territorio es importante no solo en el caso específico de Zhina, sino en la respuesta del gobierno a las protestas que siguieron, pues la represión ha sido más violenta en aquellos lugares donde habitan las minorías étnicas. Por ejemplo, en la ciudad de Zahedán, en el Baluchistán (cerca de la frontera con Afganistán y Pakistán), las fuerzas de seguridad iraníes incluso han disparado a los manifestantes desarmados desde torres de control. Llama la atención la brutalidad con la que se ha atacado a las minorías, pues no se trata de reprimir solo una protesta, como ocurre en las grandes ciudades, sino de una hiperreacción ante la menor señal de sublevación de aquellos a quienes el régimen está acostumbrado a reprimir, como si la contingencia de la etnia les negara el derecho a unirse a los reclamos de la centralidad.
Las personas que se adhieren a una nación desde los márgenes de la idea oficial deben compensar esa desventaja con menor acceso a libertades, a derechos, a ofertas laborales, con menores salarios, con vestir tradicionalmente (no como se desea), con no poder hablar la lengua materna ni ser parte de las manifestaciones… Las desventajas de no alinearse a la idea de nación también se acumulan, pues una mujer kurda tendrá muchísimas menos oportunidades y derechos que un hombre persa. La República Islámica sitúa en el centro de sus políticas nacionales a un hombre que profesa el shiísmo duodecimano, persa, cuya lengua materna es el persa, veterano de guerra, obediente de la modestia y las reglas del régimen.
Entonces, como las mujeres iraníes se relacionan con una idea de nación que no las contempla y deben compensar esa desventaja, no son libres en sus decisiones, en sus cuerpos y su movilidad. Incluso deben compensar su presencia en el espacio público con el uso del velo. Respecto al trabajo, el líder supremo ha expresado que es bueno que las mujeres formen parte del mercado laboral y aporten sus conocimientos a las distintas áreas de especialización, pero que antes deben cumplir sus obligaciones en sus casas, con sus familias. Es decir, las mujeres pueden ser parte del espacio público, pero antes tienen que resolver cuanto ocurra en el privado, además de marcar una separación física entre ellas y el mundo externo con la obligatoriedad del velo.
De ahí que los esfuerzos por hacer visible la islamización —sobre todo a través de la vestimenta de las mujeres— implican la preponderancia discursiva de la religión como un factor definitorio de la identidad nacional. Es evidente que no son necesarios más acciones ni discursos para que la islamización se note si la mitad del país sigue el código de vestimenta que se interpreta y presume islámico. Esto implica usar el cuerpo de las mujeres como bandera política, como una declaración tácita que cosifica a un sector ya de por sí cosificado de la población, pues se asume lo que deben ser, dónde deben estar, qué deben hacer y hasta cómo deben vestir.
El código de vestimenta de las mujeres es el único precepto islámico obligatorio dentro del territorio iraní. Hay políticas y esfuerzos que impulsan a la gente a ayunar durante Ramadan, seguir el calendario de celebraciones religiosas y orar cinco veces al día, pero la única norma religiosa con la que el régimen no transige es la “modestia” en la ropa de las mujeres. La policía de la moral no cuida que las personas ayunen y oren, pero sí cuida la ropa y el comportamiento público de las mujeres.
Las mujeres se ven como objetos que se deben cubrir y proteger porque, objetos al fin, se pueden poseer. Esto es perceptible en la forma en que se concibe la nación, que en Irán se resume en dos conceptos: vatan (وطن) y mellat (ملت). Vatan es la parte femenina de la nación y concierne al territorio, mientras que mellat es la hermandad nacional y es masculina. Así, la “hermandad nacional” tendría la obligación de cuidar al “territorio”. Esta idea se puede trasladar a la realidad actual, pues muchas de las políticas de la República Islámica que reducen los derechos o el acceso a libertades de las mujeres se justifican argumentando que son “esfuerzos para protegerlas”.
Los alegatos sobre la protección de las mujeres y de la población en general representan una evidente infantilización de los supuestos protegidos, pues se asume que no tienen la capacidad de tomar sus decisiones, actuar y sobrevivir; por tanto, se asume la responsabilidad sobre ellos y se les impide la libertad, como si el padre Irán tomara la forma de la República Islámica y asumiera la obligación de guiar a una población incapacitada para decidir sobre su cuerpo, su vida y su libertad.
Lo que ocurre actualmente en Irán no se debe solo al asesinato de Mahsa Zhina Amini, sino también a la acumulación de demandas y desacuerdos de la población con el régimen. Desacuerdos que se hacen evidentes, por ejemplo, en los reclamos de la actriz iraní Faremeh Mohammadi para que quitaran su imagen de la propaganda del régimen, que pretendía desmontar la consigna más común de las protestas: “mujeres, vida, libertad” (زن، زندگی، ازادی – zan, zendegi, azadi) con un supuesto apoyo oficial en la forma de un letrero con la frase “Mujeres de mi tierra” (زنان سرزمین من – zanan sarzamin-e man), colocado en una de las plazas más importantes de Teherán. Al retirar ese rostro, solo quedó la frase en un letrero blanco. Un vacío que simboliza el nulo respeto de los gobernantes actuales hacia las mujeres, la vida, la libertad de la gente y la nación iraní.
Imagen de portada: ©Gianluca Costantini, Hair Flag, 2022. Cortesía del artista
-
Un sistema de universidades fundado por Rafsanyaní con el lema “educación para todos”, que se ha convertido en uno de los más grandes del mundo. ↩