dossier Cartas OCT.2024

El cartero

Nazim Hikmet

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de la bitácora de viaje por Hungría


Dentro del bolso de mi corazón, llevé noticias a la gente al amanecer o a medianoche, del mundo, de la patria, de otras gentes, del árbol, del ave, del lobo.

He sido poeta: en cierto sentido, mensajero. De niño soñaba con ser cartero, pero no a través de la poesía sino un cartero de verdad. Con lápices de colores, dibujaba miles de retratos sobre las novelas de Julio Verne y los libros de geografía. Siempre era el mismo cartero: Nazim. Heme aquí, sobre el hielo, manejando el trineo tirado por los perros. El amanecer del norte brilla sobre las latas con víveres y los paquetes postales. Atravieso el estrecho de Bering. Quizá en la estepa, bajo la sombra de espesas nubes, entrego sus cartas a los soldados y tomo ayran. Quizá estoy en el bullicioso asfalto de la urbe, y en mi bolso sólo hay buenas noticias y esperanza. Quizá estoy en el desierto, bajo las estrellas, mientras una niñita enferma arde en fiebre. Golpean la puerta a medianoche: —¡Correo!

La niña abre los inmensos ojos azules. Su padre volverá de prisión mañana por la noche. En esa aterradora nevada, fui yo quien encontró esa casa, fui yo quien llevó el telegrama a la vecinita. De niño soñaba con ser cartero. Pero en mi Türkiye, ser cartero es un arte complicado. En ese hermoso país, el cartero lleva mil y un penas en los telegramas y en las cartas cada línea está ​ [cargada de tristeza. De niño soñaba con ser cartero. Mi deseo se hizo realidad en Hungría, a mis cincuenta. La primavera llena mi bolso, en las cartas olorosas a césped fresco, llenas del brillo del Danubio y cantos de aves. A Moscú de Budapest, las cartas que unos niños envían a otros. El paraíso llena mi bolso… Se lee en un sobre: “Memet, hijo de Nazim Hikmet, Türkiye”. Yo mismo entrego, una por una, las cartas en Moscú a sus domicilios. Sólo no puedo llevar la carta de Memet a su destino, ni siquiera puedo enviarla. Hijo de Nazim, los bandidos bloquearon el camino, y no dejan pasar esta carta.

Mayo de 1954

Imagen de portada: Vittore Baroni, Italia. Cortesía de Martha Hellion.