Julio Ortega aborda aquí El naranjo, o los círculos del tiempo de Carlos Fuentes y considera "este emblema frutal como una alegoría cultural de la hibridez de los tiempos históricos, pero también como la sensorialidad plena del instante fugaz. Estas naranjas que pueden ser el sol como la tierra pueden también ser la memoria original como el seno materno. El árbol del tiempo, así, da los frutos de la tierra; reparte la carne del origen y convoca la nostalgia primigenia".