Vivimos en una sociedad que detesta la experiencia. Una sociedad que oculta las ideas de muerte y vejez y que menosprecia a nuestros mayores en favor de la sangre fresca. Adoramos la juventud como el mayor de los tesoros y por eso nuestros ideales se fundamentan en los conceptos de belleza, poder, riqueza o vitalidad. Y tan interiorizados los tenemos, que no somos conscientes de cómo afectan a cada una de las facetas de nuestro día a día. También a la alimentación. Comer es una necesidad básica que, como otras tantas, hemos llegado a complejizar hasta tal punto que en Occidente dejó de solventar cuestiones tan primordiales como la supervivencia, para rodearse de una sofisticación que desdibuja sus intenciones primarias. Por eso es posible volcar en la ingesta de alimentos deseos como los de devorar o ser devorados, algo impensable en una sociedad civilizada, y por eso se cumple esa máxima de Lévi-Strauss a la que tanto ha acudido Rosalía Banet: la comida ha de ser buena de comer, pero también buena de pensar. Rosalía nos invita a reflexionar sobre el acto cultural que es comer. Por eso nos ha preparado un gran banquete. A su mesa ha traído los manjares más exquisitos, las viandas más suculentas… El problema son sus ingredientes: vísceras, tripas, pechos seccionados de novicias, dedos amputados, penes semiflácidos… Todo ello aderezado con una pizca de sangre coagulada, un chorreoncito de lágrimas, un buen montón de ojos arrancados, coberturas de pústulas de heridas. Porque este acto de canibalismo al que nos invita no es mucho más sangrante que al que nos somete cada día la sociedad de consumo. Nos acercamos sin miramientos a las máquinas expendedoras, introducimos nuestras monedas y el sistema nos da no solo un montón de grasas saturadas, conservantes, colorantes, glutamatos y demás, también nos proporciona prejuicios, desigualdades, falsos mensajes. No solo al ingerir uno de esos productos, sino ya por el hecho de elegirlo asistimos al mayor ejercicio de opresión sobre nosotros mismos. Somos lo que comemos, decía Brillat-Savarin, y nos lo tenemos merecido, parece puntualizar Rosalía.
Selección del texto homónimo para el catálogo de la exposición de Rosalía Banet Para comerte mejor (Hospital de Denia, Alicante, 2011). Todas las imágenes son cortesía de la artista.
Imagen de portada: Cake de vísceras, 2007. Video, 5 min.