10 de octubre, 8:56 de la noche
(1)
Con mis obligatorias oraciones
y con mi plegaria, la del Buen Consejo,
te protejo.
Cuando del general sale la orden,
y antes de que ésta se convierta en algara,
erijo una fortaleza inmediata
para cada minarete, para cada barrio.
Te protejo, te prometo,
con la sonrisa de algún chiquillo
capaz de cambiar la ruta del cohete
antes de que se estrelle.
(2)
Mientras los pequeños duermen
como duermen los polluelos
abrazados en el nido,
te protejo.
No caminan ellos hacia el sueño;
es la muerte quien los conduce
de noche hacia su morada.
Las lágrimas de sus madres,
palomas aparecerán mañana
y detrás de cada tumba volarán.
(3)
Protejo al padre de los pequeños,
quien tras cada bombardeo
se dedica a reforzar
la torre que se inclina;
quien dice a la visita de la muerte:
“ten piedad de mí, espera,
ven tarde, un poco más tarde.
Ellos me enseñaron a amar mi vida.
Concédeles una muerte bella,
tan bella como sólo ellos son”.
(4)
Te protejo de una herida,
de nuestra muerte certera
desde que fuimos tragados,
asediados, por una ballena.
En el norte, a cada bombardeo,
nuestras calles rezan el rosario
y oran por las mezquitas
y por nuestras casas.
Y en el sur de la Franja
otras calles responden,
por temor a Dios, obedecen,
y lanzan su llamado.
(5)
Yo seré quien te proteja.
Siete aleyas me envuelven,
a la herida y al sufrimiento
apartan.
Al fósforo blanco lo teñiré de naranja,
para que pueda percibir su sabor;
y en el humo esparciré los colores de las nubes
para que puedas contemplarlo.
Te protejo, te lo prometo.
Has de saber que dos muertos y amantes,
cuando se asiente el polvo,
han de sonreír.
¡Que Dios te proteja, Gaza,
de la llegada de la noche!
Este poema aparece en Contra el apagón.Voces de Gaza durante el genocidio, compilación y traducción de Shadi Rohana, colección Vientos del Pueblo, FCE, México, 2024, pp. 9-12. Se reproduce aquí con permiso del traductor y de la editorial.
Imagen de portada: Ilustración de Armando Fonseca.