DESAFIAR AL BOSQUE. LECTURAS Y REESCRITURAS ANTICANÓNICAS DE LOS CUENTOS DE HADAS
Desde la tradición oral, pasando por el tamiz de la literatura escrita y el de la industria cinematográfica, cada época dialoga a su manera con los cuentos de hadas. La apropiación, la resignificación o el rechazo de los símbolos contenidos en estas historias nos permiten asomarnos a los signos que cada tiempo contiene. Es así como Lola Horner, en su libro de ensayos Otro bosque. Mujeres y cuentos de hadas en Latinoamérica, nos tiende un puente con los relatos de la tradición popular y la literatura contemporánea para establecer una conversación con el presente.
A través de cuatro cuentos de hadas —“Barba Azul”, “Caperucita Roja”, “La Bella y la Bestia” y “La Bella Durmiente”—, la autora nos adentra a su propio bosque, es decir, a una serie de experiencias vitales y lectoras con las que teje un entramado de fuentes populares que encuentran su forma literaria en Charles Perrault y los hermanos Grimm, que a su vez hallan eco en la obra de escritoras como Silvina Ocampo, Clarice Lispector, Rosario Ferré, Marina Colasanti, Luisa Valenzuela, Lina Meruane, Ave Barrera o Cristina Rivera Garza.
Como en un juego de cajas chinas, Horner toma elementos de los personajes de cuentos de hadas para enmarcar este paseo literario. En una reescritura o readaptación de “Caperucita Roja” o de “Hansel y Gretel”, los lectores acompañamos, en el camino iniciático y por sus obsesiones, a la niña Lola cuando atraviesa la espesura de la noche. En medio de la semioscuridad que produce juegos de sombras y dibuja seres siniestros, el jardín de la abuela se transforma en el bosque que le provoca curiosidad y terror al mismo tiempo. Desde este desafío, Lola adulta también nos advierte que en este libro no recorrerá el bosque literario por las rutas conocidas, sino que nos llevará a sus orillas, donde crecen y se desarrollan otras literaturas; esa escritura periférica que atraviesa ser mujer y habitante del sur global.
La elección de los cuentos de hadas le permite reflexionar sobre los roles que desempeñan los personajes femeninos en su oposición al orden establecido. La mujer de Barba Azul, por ejemplo, desobedece la restricción de su marido al entrar a la habitación prohibida y Caperucita desoye las indicaciones de su madre en su trayecto a la casa de la abuela. La desobediencia tiene un castigo, es la advertencia de estas historias. El castigo a la sublevación puede ser la muerte. Esta narrativa que tiene a la violencia como eje desencadenante recae en la transgresión de las protagonistas y no en el maltrato o la condena desproporcionada que ejercen los personajes antagónicos. A través de este punto focal —un mecanismo de la narración nada inocente—, se justifican tanto las artimañas del lobo para engullir a Caperucita como que Barba Azul asesinara a sus anteriores esposas. En particular, Horner traspasa los márgenes de la lectura de los cuentos al plantear su relación con las historias de la vida cotidiana. En “Barba Azul”, por ejemplo, expone cómo el poder masculino se ejerce contra las mujeres mediante el castigo físico.
Las escritoras latinoamericanas como Luisa Valenzuela y Rosario Ferré, nos señala, utilizan estos arquetipos literarios para reinterpretar y reelaborar a los personajes actualizando la historia. Desde una posición crítica, estas escritoras utilizan los recursos de la parodia o de la alegoría y son capaces de subvertir el poder simbólico de Barba Azul, así como de transformar el destino de los personajes. Al nombrar a Barba Azul desde el crimen, como lo hacen Cristina Rivera Garza en su libro de no ficción donde desenmascara al asesino de su hermana y el colectivo chileno Las Tesis con su canción-consigna “Un violador en tu camino”, se desarticula también la línea dominante del cuento tradicional que va del castigo a la desobediencia. En 2019, luego de que un grupo de mujeres saliera a las calles de Chile para realizar un performance en el que cantan con los ojos vendados y hacen sentadillas para representar la represalia policial que recién asolaba las protestas, cientos de mujeres más en Latinoamérica adoptaron esta canción como un himno, la adaptaron a sus propias realidades y durante las marchas feministas corearon el estribillo que le da la vuelta al relato de la violencia: “La culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía./ El violador eres tú”. Si la responsabilidad de la violencia recae directamente en quien la ejerce y no en quien comete la insubordinación, esta falta de sometimiento a las normas pierde su carga dramática y, por tanto, deja de existir la enseñanza moral que se encontraba en el origen. Este ejercicio de lectura que propone Horner, donde la ficción y la no ficción se entrelazan, nos muestra no sólo las múltiples formas en que las figuras de Barba Azul y el lobo se reproducen en el tiempo, sino que, cuando esta narrativa se repite, la mirada lectora puede ser capaz de hacer sucumbir y transformar una realidad.
Por otra parte, en el caso de las historias de “La Bella y la Bestia” y de “La Bella Durmiente”, Horner nos introduce en el territorio de los cuentos de princesas para reflexionar en torno a la industria cinematográfica y su apropiación de la tradición popular a través de una marca que registró una serie de personajes femeninos. De esta manera, nos dice, Walt Disney educó a varias generaciones de diversos países y fortaleció un ideal de belleza, de amor, de maternidad y de matrimonio, tanto así que, aun cuando las princesas de esta industria hoy han cambiado, su monopolización del estereotipo femenino en el imaginario colectivo sigue imperando no sólo en las películas, también en los productos de mercadotecnia: vestidos y accesorios a la medida para que las niñas puedan representar con fidelidad a las princesas del cine. Horner analiza cómo surgen los primeros rastros literarios de “La Bella y la Bestia” en el siglo XVII y cómo, desde el segundo tercio del siglo XX, somos herederos de la tradición de los modelos representados por Disney. Este anhelo de ser princesas, modelado por medio de distintos mecanismos de socialización, se refleja en los juegos infantiles y, más tarde, en las fiestas de XV años, donde las adolescentes, con esos suntuosos vestidos que reproducen los atuendos de las princesas, cumplen un rito de paso para mostrarse en sociedad como jóvenes casaderas. Las comedias románticas de Hollywood completan la educación sentimental de las mujeres jóvenes reforzando la idea del matrimonio como destino social.
Horner reflexiona sobre el pacto de poder entre familias —el cual queda saldado en matrimonio y progenie— y su representación a lo largo del tiempo, en las mujeres como capital al servicio de los convenios económicos, como en la “La Bella y la Bestia”; y sopesa la lucha al interior de la familia, en la que la joven casadera se enfrenta a la madrastra o a la suegra, como en “La Bella Durmiente” o en “La Cenicienta”. Desde el presente, la autora problematiza los distintos roles que encarnan (o no) las mujeres y cómo se complejizan en la literatura latinoamericana actual, que va más allá de la dicotomía entre bondad y maldad simplificada en la representación física de la belleza o la fealdad. ¿Qué significa ser esposa o ser madre según modelos impuestos e imposibles de alcanzar? ¿Cómo el cuerpo y los deseos individuales de las mujeres atraviesan esto?, se pregunta Horner a través de la obra de Rosario Ferré y Marina Colasanti.
A lo largo de Otro bosque seguimos a la autora por sus distintas etapas vitales. La Lola niña que se enfrenta al bosque y a la noche. La Lola veinteañera ante el mandato social. Lola embarazada de cinco meses. Lola lactando y escribiendo al ritmo de la crianza. Lola siendo madre de dos niños. Y Lola vislumbrándose de anciana. ¿Qué es lo que hace que las historias de hadas permanezcan en el tiempo?, se cuestiona mientras va hilando distintas lecturas fuera del canon como caminos para responder a la pregunta.
Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 2023
Imagen de portada: Gustave Doré, Caperucita Roja, 1862, dominio público.