¡Tigre! ¡Tigre! Llama ardiente en las selvas de la noche; ¿qué ojo, qué mano inmortal pudo forjar tu terrible simetría? William Blake
En 2018, Junot Díaz publicó un artículo en The New Yorker titulado The Silence: The Legacy of Childhood Trauma, donde contó que, a los ocho años, fue violado por un adulto en el que confiaba plenamente. Ese adulto le pidió guardar el secreto. No tuvo ayuda, no fue a terapia. No le dijo a nadie. El trauma es un viajero del tiempo, un uróboros que devora todo, escribió en su texto.
Lo principal es contarlo, aceptarlo. Decidir qué hacer con eso: dejar que salga y que el secreto tome forma, que sea real. Neige Sinno, autora de Triste tigre (Premio Femina, 2023) quiso negarlo. (Si uno niega lo que sucede, eso jamás sucedió.)
¿Qué historias se cuentan las víctimas a sí mismas?
1. Si no se lo digo a nadie, no existe. Mientras nadie lo sepa, no existe.
2. Debes de haber hecho algo para merecer esto. Algo en ti lo provoca. Eres una perra.
3. Eres la favorita. Te hace esto porque te quiere.
El libro de Sinno relata la historia de una niña que desde los siete años comenzó a sufrir abuso sexual por parte de su padrastro. Sólo hasta que cumplió catorce las violaciones cesaron. Se fue de su ciudad (en los Altos Alpes, Francia) a estudiar la universidad, hizo amigas, y fue hasta que ganó la autoestima suficiente que pudo contarlo todo. La madre le ayudó a hacer la denuncia. El violador fue a juicio y aceptó las acusaciones. La autora insiste en que, de no ser porque él admitió su responsabilidad, habría sido difícil llegar a una sentencia condenatoria. Él se queda en la cárcel, cumple una condena, sale y rehace su vida.
Sinno también, pero desde otro lado: el del estigma y la furia. No quiere dejar de pensar en ello. No quiere olvidar lo que pasó. No lo perdona. Y en ese no conceder el perdón se desata lo que originó este libro, a medio camino entre el testimonio, la confesión, las memorias, el documental, el thriller policiaco, la novela, las notas sobre el tema, el álbum de familia. Una obsesión.
En 2023, el libro se publicó en Francia y vendió más de trescientos mil ejemplares en esa lengua; además, se vendieron los derechos de traducción a veinte idiomas. Un libro de no ficción, narrado en primera persona, sobre haber sufrido una violación reiterada ha causado tanto furor como hace unos años lo hizo El consentimiento (2020), de Vanessa Springora, (que ya se hizo película), en el que cuenta su “romance” con un escritor mucho mayor que ella y cómo su madre aprobó e impulsó esa relación. Ella tenía trece años y el escritor, cincuenta. Era la década de los ochenta en París. Una pederastia aceptada socialmente, incluso celebrada.
Los relatos de quienes sobrevivieron a los campos de concentración y los de quienes enarbolaron la lucha antirracista también ayudaron a Sinno a imaginar la posibilidad de este libro: Primo Levi, Toni Morrison, Imre Kertész, André Brink: cómo abordar la idea del mal y la culpa; cómo entender lo que enseña la supervivencia.
[C]omo tampoco puedo comparar el sótano de mi infancia con un calabozo de Auschwitz. Pero los conceptos para pensar la violencia pueden trasladarse de un terreno a otro. […] Durante mucho tiempo tuve la sensación de ser la única presa en ese sótano, pero con la intuición intelectual de que ese sentimiento era algo ilusorio debido al trauma y al silencio de la sociedad. Tenía la sensación de que otros niños pasaban y habían pasado por lo mismo o por una experiencia similar.
Sinno escribe desde la rabia. Sobre todo, para no seguir habitando el silencio de la víctima. Quería (necesitaba) atravesar el relato como un río difícil. Contar lo que sucedió de esta manera: juntando pruebas. La vida de una persona como una acumulación de evidencias. Saber que ella no soñó lo que le hicieron, que en verdad pasó y que tenía nombre. Que lo que le hicieron estuvo mal. Y que nadie la ayudó. “Nadie me protegió. La madre es culpable. Estoy de acuerdo […]. Pero no es ella la que me violó.”
Lo más terrible en la exposición de pruebas es que el acusado responde de la forma más arbitraria: no podía soportar el rechazo de la niña. Abusó de ella porque quería su amor. Esta explicación encierra la mayor violencia y el poder más grande que alguien puede ejercer sobre otra persona, más aún sobre una menor de edad. La violación sucede entonces por despecho y por un intento de cercanía. Aunque implique justo lo opuesto. Sinno cuenta de manera directa los detalles de los abusos. Es importante. Sí. Lo es. Dónde tuvieron lugar. Qué partes tocó de su cuerpo. Cómo repercutió durante años en su espalda. Y cómo es que nadie se dio cuenta. Una niña invisible y tímida. Un verdugo carismático y fuerte, poderoso.
LA DENUNCIA
Autores como Vladimir Nabokov, Alejandra Pizarnik, Cristina Rivera Garza y Annie Ernaux le sirvieron a la autora para pensar su propio relato. Lolita pone el índice en otro lado de la herida. ¿Quién se erotiza? ¿Quién aprueba? ¿Quién se pone del lado de la chica que no puede escapar de los hoteles en donde el padrastro halla esa felicidad ilegal e inapropiada?
Triste tigre nace de la necesidad de denunciar, es verdad, pero en el camino se transforma en un testimonio valioso, poderosamente bien narrado, con un lenguaje directo y sin concesiones. Rebasa la confesión y saca a la luz ciertos acontecimientos vinculados a esos dos temas tremendos: la violación y la vergüenza. Pese a lo que podríamos anticipar, no se trata de un relato sumido en la completa oscuridad. Tiene humor y el espíritu de una persona valiente que decide salir del secreto y del silenciamiento casi natural de las víctimas. La autora hace una revisión de su vida, una lectura autocrítica en la que no se ahorra nada. Ahí radica, quizá, lo más sobresaliente del texto: somos partícipes y, cuando estamos a punto de caer en la compasión, algo nos contiene para llegar a un mejor destino: la empatía. Qué es la literatura sino un espacio donde se puede imaginar la vida de los demás. El dolor de los demás.
Triste tigre cuenta, en 242 páginas, la historia de su protagonista desde la infancia y la reconstrucción del caso para llevar a su padrastro a juicio (lo sentenciaron a nueve años de prisión, pero salió a los cinco). Conforme Sinno reunía la evidencia, pasó por el proceso de nuevo: por un lado, hacer la denuncia y enfrentar las consecuencias; por el otro, replantearse el porqué es necesario contar todo. Atravesar el dolor de nuevo. Los detalles. Esos que hacen creíble el relato: la alfombra gris, el sótano, el baúl donde el padrastro guardaba su equipo para escalar. “Un día me di cuenta de que todo había terminado: los abusos, la infancia, la familia. Ya podía irme y vivir mi vida. Pensé que era libre. Pero nunca se es completamente libre, porque nada termina en realidad y, si te conviertes en otra persona, esa parte de noche también sigue su camino.”
Emmanuel Lévinas, filósofo lituano, trabajó toda su vida en el concepto del otro y del perdón. A él, cuya familia fue exterminada por completo en los campos de concentración, le interesaba comprender al enemigo. Concibió toda una ética dentro de una nueva comprensión del humanismo y la empatía. La autora no llega tan lejos, pero hace hincapié en el morbo que sabe que provocan los casos de violaciones en la infancia, que incluso ella misma no puede escapar de querer saber todo lo que le sucedió a tal o cual persona. No puede evitarlo. Quiere comprender pero sabe que no puede perdonar.
Es un mundo donde la víctima y el verdugo están unidos. Creo que ambos conocen las mismas tinieblas, o casi las mismas. Es un mundo en el que no se puede ignorar el mal. Está ahí, en todas partes, cambia el color y el sabor de todo. Ignorarlo u olvidarlo no es una opción, porque, cuanto más quieres huir de él, más rápido te alcanza. Pero puedes quedarte en el borde sin entrar. Aprender a estar en el umbral de ese mundo es el desafío, caminar como equilibristas sobre el filo de nuestro destino.
La oscuridad sólo se puede contar cuando se sale de ella; la autora sobrevive al sótano, a la infancia y al abuso, y después, al “estar bien”, es cuando puede relatar la historia. De acuerdo con la OCDE, cada año, en México, 5.4 millones de niños, niñas y adolescentes son víctimas de abuso sexual. En el 60 % de las ocasiones, como se podría prever, el abuso sucede dentro de casa y es perpetrado por familiares cercanos. Triste tigre no es sólo un libro para sentir empatía; es, sobre todo, un documento necesario para que las víctimas puedan compartir su propia historia. Empezar por ahí: que el relato se manifieste. Que la biografía, por violenta que sea, se haga palabra.
Triste tigre, Neige Sinno, Anagrama, México, 2024.
Imagen de portada: Eadweard J. Muybridge, un tigre caminando, Locomoción animal, placa 729, 1887. The J. Paul Getty Museum, dominio público.