En esta conversación hablamos de las ventajas del modelo de “escuelas inclusivas” frente al de “escuelas especiales” con Mercedes Gabriela Herrera, especialista en educación inclusiva y asesora de centros educativos, instituciones, familias y profesionales de la educación.
¿A qué podemos llamar escuela inclusiva?
La parte más complicada de la escuela inclusiva es su definición. Para llegar a un concepto acabado me parece pertinente empezar hablando de integración. Cuando los Estados empezaron a firmar declaraciones, tratados, y a adoptar leyes orientadas hacia el desarrollo de escuelas inclusivas, se hablaba de “integración”; por ejemplo, se pensaba que inscribir a un niño con discapacidad en una escuela ordinaria era una forma de lograr su integración. Él es quien tenía que adaptarse a la escuela, a la maestra, a los compañeros, a la infraestructura. Hoy se quiere seguir el rumbo del concepto de inclusión, según el cual es el medio —en este caso, la escuela— el que tiene que adaptarse al niño. Esta perspectiva conlleva un cambio de paradigma muy importante porque le pide a las escuelas que reciban a todos los niños con sus diversas necesidades. Aplicar esta lógica en cualquier escuela es una forma de erradicar aquel “sistema especial” que conducía a la segregación. Pusimos a todos los niños diferentes en una escuela especial pensando que lo hacíamos para responder a sus necesidades, pero esto, en algunos casos, afianza la idea de lo “especial”, lo “normal” y, por supuesto, de lo “diferente”. Ahora se busca que las escuelas estén capacitadas para recibir cualquier perfil de niño, con sus dificultades o necesidades educativas especiales.
¿Qué ventajas obtendría nuestro sistema educativo si adoptara un enfoque de inclusión?
El discurso que uno pueda tener hacia sus niños, hacia su propia familia, es lo que va a construirlos más tarde. Es inexacto decir que hay niños diferentes, porque todos somos distintos: tenemos diferentes nacionalidades, lenguas y capacidades intelectuales. Una sociedad inclusiva implica una ventaja, pues en ella se combate la discriminación y se acepta la diversidad. Además, consigue que todos sus integrantes tengan un rol. Si esto ocurre, en primer lugar, en la escuela, y si logramos que ese espacio se ocupe plenamente, es muy probable que más tarde exista una sociedad más amplia.
¿Qué ventajas obtienen los niños con discapacidades al asistir a la escuela?
Es muy reducido decir “niños con discapacidades” porque la discapacidad es la diferencia que los pone en un lugar determinado. Cuando hablamos de diferencias y necesidades específicas hay que pensar en los contextos de los niños e intentar tener una visión más global de la inclusión, que abarque al alumnado en general. En ese sentido, la ventaja del modelo escolar inclusivo es que los niños no son considerados desde su discapacidad, sino desde lo que pueden hacer, desde la participación, la convivencia y la cooperación, lo que genera un sentimiento de autovaloración.
¿Qué beneficios obtienen los niños “normales” de convivir con niños o personas con alguna discapacidad?
No se pueden medir de manera cuantitativa los beneficios que un chico “normal” tiene al estar con un niño que no es percibido como tal. Todos los niños son diferentes y el objetivo del enfoque inclusivo es fomentar una sociedad que también lo sea, provocar una diversidad entre el alumnado que fomente, al mismo tiempo, la empatía. Por supuesto, uno no puede provocar la alteridad, pero es posible ayudar a que el otro acepte de una manera positiva a la persona de enfrente. La idea es considerar la escuela inclusiva como una estrategia para erradicar todo lo que implique discriminación: ya no vamos a poner en un lugar a “los especiales”, a “los discapacitados”, a “los diferentes”, y en otro a “los ordinarios”, a “los normales”. La idea es fusionar los dos modelos educativos, el especial y el ordinario, para generar una sociedad en la que cada uno tenga su lugar.
Darle a cada uno su lugar facilita que todos aprendan a aceptar las diferencias, pues estas se vuelven parte de su ecosistema. Pero no siempre fue así.
Este ha sido un proceso muy largo. Empezó hace tiempo, con la Declaración de Salamanca.1 En ese documento se propone pasar del modelo segregativo al modelo integrativo. Desde que un niño nace con discapacidades, se le otorga un lugar diferente porque se piensa que necesita un trato distinto. Estamos acostumbrados a salir y encontrarnos con niños que son percibidos como diferentes porque no caminan, no hablan, no ven o tienen algún retraso madurativo, lo que hace que visualmente eso sea muy fuerte. Haber relegado a los chicos con discapacidades al sector especial provocó que la primera reacción del resto fuera de rechazo. El enfoque inclusivo, que propone una escuela para todos desde la más temprana edad, ayuda a que empecemos a normalizar la presencia de quien es percibido como diferente. El problema es que no basta con recibir a todos los niños en la misma escuela o la misma clase. A diferencia de la integración, la inclusión supone un cambio social en la manera en que se percibe al otro y en la que será aceptado. Suena muy utópico pensar que mañana los niños con necesidades educativas especiales van a llegar a la escuela y los otros niños van a jugar con ellos. Por eso es importante generar convivencia desde temprano, para que la situación se normalice entre pares.
Si lo haces muy tarde ya no hay vuelta atrás, se quedan los prejuicios y los miedos. Sin embargo, a una corta edad los niños están muy abiertos y tienen muchísima más empatía que los adultos…
Sí, completamente. Si el sistema de la escuela inclusiva abarca las etapas más tempranas de la infancia, más favorable será usar la estrategia de la inclusión.
¿Nos podrías contar un poco más acerca de las convenciones que mencionaste? ¿Cuándo cambió la exclusión de los niños con necesidades especiales en otro tipo de escuela?
La más importante a nivel internacional es la Declaración de Salamanca. Se trata de una invitación a los Estados firmantes para que adopten un enfoque realmente integrativo desde sus legislaciones y sus políticas públicas. La Declaración propuso que las escuelas recibieran a todos los niños, de manera que fue la base de muchísimos tratados en esta materia, que impulsaron leyes a nivel nacional. En países de Europa, como Francia, emitieron leyes relevantes —en 1975 y en 2005— en favor de las personas con discapacidad y la escuela inclusiva. Por otro lado, en México también se aprobaron varias leyes que han promovido cambios en las políticas públicas que pretenden erradicar las barreras para el aprendizaje. Y, por lo que tengo entendido, acá hay contextos muy complejos que atraviesan todas esas leyes, como el de los pueblos indígenas. Aunque México tiene una población indígena numerosa, el tema de la inclusión está todavía muy atrás. Los cambios hacia una educación inclusiva suceden principalmente en las escuelas privadas que tienen recursos económicos para invertir en este tipo de estrategias. Algo que debe ser una obligación pública ha sido asumido por la educación privada por falta de recursos. Hoy decir “escuela inclusiva” puede ser también una estrategia de marketing, y el objetivo es que todos se den cuenta de que se trata en realidad de una cuestión social. Creo que vale la pena decir que la inclusión no atiende solo a niños con discapacidades, sino también a niños que tienen necesidades psicológicas distintas, aunque no sean visibles, a los que pasaron por migración forzada, a los que tienen algún tipo de enfermedad y reciben tratamientos constantes, a los que poseen altas capacidades intelectuales, etcétera. Hay una infinidad de situaciones que pueden llevar a un niño a tener necesidades educativas especiales, por eso debe pensarse en cómo la escuela inclusiva va a adaptarse a esa diversidad.
¿Qué sistemas existen en otros países que podrían servirnos de modelo a seguir?
En Italia erradicaron el sistema especial y no lo hicieron de abajo hacia arriba, sino de golpe. Todos los recursos del sistema especial pasaron al ordinario. Allá no existen más las escuelas especiales; existen, en cambio, recursos materiales y humanos que se utilizan de acuerdo a las necesidades de cada niño. Desde 1977 Italia implementa un sistema de educación inclusiva que fue un referente para muchos países como España y Suecia. También en Argentina, específicamente en la provincia de La Pampa, convirtieron las escuelas especiales en escuelas de apoyo a la inclusión, con el objetivo de lograr el pase de todos los niños a las escuelas ordinarias. En estos lugares los niños conviven con todo tipo de diferencias, ventajas y desventajas entre ellos. En Argentina es muy pronto para hacer un análisis de la situación, pero funciona muy bien, hasta donde entiendo. Todo esto responde a la visión que cada sociedad tenga de las personas con discapacidad o de las diferencias. En México, como en muchos otros países de América Latina, se pone en el centro de la inclusión a la persona que es diferente. En países como Italia, España o Suecia, por otro lado, hay una visión universalista, en la que el sistema puede ser accesible para todos. Modificando los sistemas y las estructuras educativas se puede llegar a una escuela y a una sociedad inclusivas.
Hace cuarenta años había muchísimo rechazo hacia las parejas homosexuales. Y ahora los niños los ven como algo totalmente natural, porque así los educamos. Cambiar a las generaciones provoca cambios radicales.
Sí, un cambio radical en la sociedad es lo que se espera en primera instancia; pero, como todo cambio radical y toda estrategia de políticas públicas educativas, se necesitan también muchos recursos de parte del gobierno. No es cuestión de cerrar las instituciones especiales y convertir en inclusivas todas las escuelas. El primer paso es invertir en la formación del personal docente. Eso es básico: no podemos recibir a niños con necesidades educativas especiales si no tenemos una plantilla capacitada.
¿Qué cambios de infraestructura deberían hacerse en las escuelas para poder recibir a todos los niños?
Todos los que sean necesarios para permitir la participación de cada niño con sus dificultades. No puedes recibir de repente a un niño con silla de ruedas en una escuela sin rampas, con clases en el cuarto piso, o en una donde él no pueda participar del recreo porque solo puede salir a la terraza. Los beneficios del enfoque inclusivo alcanzan a toda la sociedad. Necesita recursos, pero, lamentablemente, en países como los nuestros —y digo “nuestros” porque soy de Argentina—, aunque la educación pública es muy buena, los recursos faltan. Cuando hay proyectos de educación inclusiva, como en La Pampa, es porque el gobierno local los permitió y puso los recursos donde tenía que ponerlos. Hay que lograr que la escuela sea materialmente accesible para todas las personas. Ver cuáles son las representaciones que cada uno tiene de la inclusión, cuáles son las herramientas disponibles para recibir a todos los niños en las aulas y, con base en eso, definir una estrategia de formación profesional. También es importante tener una estrategia de formación con las familias, porque el cambio no ocurre solo en la escuela. Podemos intentar un cambio de paradigma en las aulas, pero si el niño llega a casa y ahí recibe otra formación, otros valores, lograrlo será muy difícil. La escuela tiene que funcionar de forma comunitaria. No hay que olvidar que una escuela debería tener siempre un equipo multiprofesional con una célula de psicólogos o médicos. En las escuelas francesas, por ejemplo, tienen una célula compuesta por una enfermera o cuentan con un médico que los orienta respecto a diferentes patologías.
¿Podemos tomar de otros sistemas o métodos pedagógicos para inventar esta escuela?
Se puede aceptar todo tipo de pedagogía que apunte hacia la creación de una escuela inclusiva. Cualquier tipo de herramienta que uno crea pertinente, útil o adecuada para poder acompañar al niño en sus necesidades y en su desarrollo es buena: ya sea Montessori, Waldorf o la clase flexible. Hay una diversidad muy amplia actualmente y esas herramientas se están haciendo cada vez más importantes, porque la idea es romper con el legado de la escuela tradicional, que deja a muchos atrás y toma en cuenta solo a los niños más eficientes académicamente. Para lograr una pedagogía diferenciada es esencial proponer cursos o talleres de formación dirigidos a los maestros, las personas que trabajan en las escuelas y las que están involucradas con la educación infantil. En Perú, por ejemplo, se han puesto en práctica pedagogías cooperativas o colaborativas entre los niños, en salones de clases que tienen diversidad de alumnado. Estas son experiencias muy interesantes.
Existen madres y padres de niños y niñas con una discapacidad cognitiva severa que no los mandan a la escuela porque piensan que no van a aprender nada, o que van a sufrir rechazo o bullying. ¿Qué le dirías a estas madres o padres?
Es importante que dejemos de considerar la escuela como solo un lugar de aprendizaje concreto. La escuela es donde todos los niños deben y pueden convivir. Si bien uno de sus objetivos es formar futuros ciudadanos, adultos capaces de pensar, elegir y vivir en sociedad, el principal no es el éxito escolar, sino que los niños convivan entre sí, formar colectivos y ofrecerles condiciones dignas para sus aprendizajes. Por lo que tengo entendido, México firmó varias convenciones que defienden que todos los niños puedan inscribirse en cualquier escuela, no solamente en escuelas especiales. Pero la realidad es que en la mayoría de las aulas están ausentes los niños con necesidades educativas especiales. Ellos ocupan otro tipo de instituciones por ese miedo legítimo de los padres al rechazo; y los entiendo, ¿por qué mi hijo va a ir a una escuela, si los profesores no tienen la formación ni los métodos necesarios para recibirlo? Existen currículas en determinados países que subrayan el desarrollo de capacidades para convivir y generar bienestar en los niños, y eso es lo que yo intento transmitirle a las familias y a las escuelas con las que colaboro.
Para mayor información, puede contactarse a la entrevistada a través del correo mercedesghz@yahoo.com
Imagen de portada: ©MANIMAS, de Still Pelos Rizos, 2020
La Declaración de Salamanca y Marco de Acción para las Necesidades Educativas Especiales, publicada en 1994 por la UNESCO, reúne los acuerdos establecidos por representantes de 92 gobiernos que se reunieron en Salamanca, España, con el fin de “promover el objetivo de la Educación para Todos, examinando los cambios fundamentales de política necesarios para favorecer el enfoque de la educación integradora, concretamente capacitando a las escuelas para atender a todos los niños, sobre todo a los que tienen necesidades educativas especiales”. Disponible aquí [N. de los E.]. ↩