La vida, tal y como la conocemos, puede darse en condiciones extrañas, incluso en lugares que no reciben oxígeno o la luz del sol, pero en ningún lugar puede haber vida si no hay al menos un poco de agua. No es casual que en muchas culturas el agua represente a la figura materna, la que alimenta, cobija y consuela, pero también a la destructora iracunda. Durante años creímos que al sumergirnos en ella cuerpos y espíritus se limpiaban de toda impureza. En lengua vietnamita la palabra lluvia designa también la patria o el hogar. Desde la Revolución industrial, el agua comenzó a utilizarse de manera voraz y extractivista. Los empresarios acapararon manantiales y ríos, no sólo para producir todo tipo de objetos, sino para desechar una inmensa cantidad de químicos contaminantes, dejando a las poblaciones cercanas sin agua para beber. Quienes contamos con un acceso frecuente al agua potable olvidamos lo que significa para una familia carecer de este recurso. La escasez de agua se traduce casi siempre en una falta de higiene, y pone en riesgo la salud de quienes viven sin ella. En ir a buscar agua a una fuente aledaña, las personas invierten varias horas del día. Por lo general son las mujeres y los niños los encargados del abastecimiento y muchas veces esta responsabilidad familiar les impide asistir a la escuela. Por si fuera poco, en esos largos trayectos, realizados con frecuencia de noche o al amanecer, son víctimas de abusos y violencias. Por eso en 2010 la Asamblea General de la ONU reconoció el acceso al agua potable y al saneamiento como un derecho humano esencial en una resolución firmada por numerosos gobiernos, incluido el nuestro. Sobre ello escriben aquí Alexandra Haas y Areli Sandoval. Uno de los escenarios más dantescos del inminente cambio climático prevee grandes inundaciones. A estas alturas es prácticamente seguro que tras la disminución del hielo polar, penínsulas como Yucatán, Florida y parte de Escandinavia se verán sepultadas bajo el mar. Nathalie Seguin, a quien este número debe mucho, explica la relación entre agua y cambio climático. Para mitigar las consecuencias de este último, nos dice la autora, es imprescindible restablecer los ciclos de agua que en nuestra inconciencia hemos alterado. En su texto “Agua con A de Ayutla” Yásnaya Aguilar cuenta la gran injusticia cometida contra su comunidad, situada en la Sierra Mixe oaxaqueña, a la que el crimen organizado en contubernio con el gobierno estatal ha privado de agua desde hace casi tres años. Para las comunidades campesinas la lluvia es la responsable del éxito o el fracaso de las cosechas. Por eso sus habitantes le otorgan un valor ritual del cual depende el equilibrio de la vida. “Los Dueños del Agua”, el ensayo de Anahí Luna, narra en qué consisten estos ritos y cosmovisiones. Muchas mentiras rodean el tema del agua. Entre ellas que se está acabando y que llegará un momento en que sólo quienes tengan el poder adquisitivo para comprarla podrán acceder a ella. En esta edición los expertos nos dicen que el volumen del agua contenida en el planeta es el mismo desde nuestros orígenes y no va a disminuir. Pero también nos aclaran que contaminarla de manera irreversible, privatizarla o hacer un mal uso de ella equivale a desaparecerla. Al respecto, Alejandro Calvillo nos muestra cómo, después de alcanzar una meseta en sus ventas, las grandes refresqueras decidieron vender agua embotellada. Para aumentar sus ganancias propagaron un miedo injustificado al agua corriente, una estrategia de márketing exitosa cuyas consecuencias padecemos todavía. Para fabricar un litro de refresco se necesitan 70 litros de agua, revela Calvillo, promoviendo así la práctica de convertir mentalmente en agua cada producto que consumimos, método que Mir Rodríguez Lombardo desarrolla en su elocuente infografía sobre el agua virtual. Como el oro, el petróleo o cualquier materia preciosa, el agua ha dado origen a diversas guerras entre los pueblos. Para aportar a nuestros lectores un panorama más claro sobre ellas hemos consignado algunos de esos conflictos históricos en una línea del tiempo. En la actualidad el agua constituye uno de los grandes motivos de la injusticia que fustiga a nuestras sociedades. Mientras unos cuantos individuos mantienen inmensos campos de golf, pastizales y piscinas, pueblos enteros carecen de ella. Quienes acaparan el agua acaparan la vida y nos condenan a todos los demás a la muerte.
Imagen de portada: Delta del Okavango, Botsuana. Fotografía de Lion Mountain