Lydia Davis (Northampton, Massachusetts, 1947) es una narradora reconocida por su manera de aventurarse con las formas posibles del cuento corto: ha sido galardonada con el PEN/Malamud Award 2020 “a la excelencia en el cuento corto” y con el Man Booker International Prize 2013. Es autora de una novela y múltiples colecciones de cuentos, una de las cuales fue finalista del National Book Award 2007, ganadora de una beca MacArthur y nombrada Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres por el gobierno francés debido a sus traducciones de escritores como Maurice Blanchot, Michel Butor, Michel Leiris y Marcel Proust. La autora se caracteriza por la escritura de relatos cortos. Y en su faceta de traductora afirma que el autor de En busca del tiempo perdido fue primordial:
He traducido toda mi vida, pero con Proust fue la primera vez que realmente me tomé todo el tiempo necesario para estudiar cada oración, buscar palabras, sus etimologías y en verdad me sumergí profundamente en él. Fue muy agradable y me tomó dos o tres años.
Davis publicó Ciento cincuenta cuentos cortos. Antología personal (traducción de Mauricio Montiel Figueiras, Almadía, Ciudad de México, 2019), cuya última sección contiene relatos que aún no han sido reunidos en un libro en inglés. La autora incluyó cuentos de Desglose (1986), de Casi nada de memoria (1997), de Samuel Johnson está indignado (2001), de Variedades de inquietud (2007), de Ni puedo ni quiero (2014) y los inéditos mencionados. En esta entrevista la escritora conversa sobre la antología mexicana, la orfandad, la interpretación literaria, los límites del lenguaje, su proceso creativo y la muerte.
La técnica de escritura de Ernest Hemingway frecuentemente se compara con un iceberg, un objeto que se mueve con gracia, con una sensación de masa, pero del que sólo se ve una octava parte. Esta teoría se relaciona con la cantidad de información que Hemingway lograba transmitir sin escribirla literalmente. Tú eres una maestra excepcional de ese arte. Escribes “con suficiente verdad”. Tu cuento “Una breve noticia de hace mucho tiempo” es uno de los mejores ejemplos. Concluiste: “Al momento de su muerte, el novio aún vestía esmoquin”. ¿Cómo es tu proceso creativo?
He recibido comentarios sobre la teoría del iceberg. Me alegra mucho que cites “Una breve noticia de hace mucho tiempo”. Es un buen ejemplo para explicarte un poco mi proceso creativo. Desarrollo los cuentos de diferentes maneras. Tengo una libreta, muy importante para mí, en la que escribo diversas cosas. También uso pedazos de papel, lo que sea que tenga a la mano. Anoto cualquier cosa que me impresione, ya sea una conversación que escuché por casualidad o simplemente una idea, y a veces echo un vistazo a la libreta o a los papeles. La última sección de la antología, que contiene cuentos aún no reunidos en un libro en inglés, tiene una mezcla de algunas conversaciones. “Una breve noticia de hace mucho tiempo” proviene de una libreta antigua, de donde copié la nueva historia. La reescribí un poco. Creo que estaba un poco influida por el escritor francés Félix Fénéon. Sus breves noticias fueron, en su mayoría, horripilantes, y ésa fue mi influencia. No sentí que necesitara nada más. En “Una breve noticia de hace mucho tiempo” reescribí pequeñas partes del artículo noticioso original. Proviene de una época muy lejana. Tengo una sensación instintiva de cuánto tiempo deben durar o cuán complicados deben ser los relatos. Es bastante intuitivo, no hay mucha razón detrás. Luego trabajo desde dentro de la historia, cambiando cosas pequeñas hasta que quedo conforme. Suelo hacer bastantes revisiones, pero a muy pequeña escala: quitar una coma o convertir una oración larga en una corta; ese tipo de cosas, para que el ritmo sea el correcto.
En el relato “Padre entra en el agua” escribiste: “En la muerte es distinto: sin apenas crear ondas o murmullos atraviesa el agua y ésta se cierra en silencio sobre él”. ¿La caída del padre implica la muerte voluntaria?
No. En realidad “Padre entra en el agua” viene de un sueño. En ese sueño el padre ya ha fallecido. Está muerto, pero sigue ahí, a punto de zambullirse en el agua, y lo hace, pero de manera muy silenciosa. Ésa es la parte del sueño, pero luego completé la historia escribiendo sobre cómo solía zambullirse en el agua cuando estaba vivo. Entonces no se trata de un suicidio, pero supongo que está abierto a interpretación. Me agrada si el lector lo interpreta de manera diferente.
En “Dos hermanas (I)” aseveraste: “Ella misma es una hija pese a que sus padres ya estén muertos”. ¿Qué significado le das a la orfandad en la vida y en la literatura?
“Dos hermanas (I)” se remonta a mucho tiempo atrás. Pensaba bastante en las relaciones entre hermanos, en los vínculos familiares, y cuán dedicados estarían los padres a uno u otro, o ambos, y cómo una niña sentiría que no tiene padres, a pesar de que los tiene, porque no están presentes para ella de la misma manera en que quizá podrían estarlo dos hermanas. Esto no proviene directamente de mi experiencia, aunque muchas historias sí lo hacen. Tiene que ver más con lo que he observado en diferentes familias. Un huérfano para mí está solo, sin protección en el mundo. Creo que eso es lo principal. Vive sin la protección de los padres. Pero los padres están idealizados. La mayoría no son perfectos.
En el cuento “Escribir” existe una tensión entre la vida y la literatura. ¿Cómo combinas ambas en la actualidad?
Es mucho más difícil, en especial con las crisis (sanitaria y climática) globales, que podrían significar el final de la vida como la conocemos. Probablemente marquen un final. Entonces surge una interrogante particularmente urgente de responder: ¿debo seguir escribiendo relatos breves cuando el mundo está en tantos problemas? Realmente no he respondido esa pregunta. Me la hago todos los días y también les pregunto a mis amigos cómo la responden. Una amiga dice que vive en el presente, que no piensa en el futuro más de lo que debe. Ésa es una respuesta: vivir en el presente y escribir lo que quieras, escribir sin pensar en la vastedad del mundo. A veces lo hago, pero creo que mi preocupación por el mundo llega a mi escritura y la moldea, pero no puedo anticipar cómo. Creo que probablemente seguiré escribiendo de la forma en que siempre escribo, pero la forma en que siempre escribo lleva al mundo y a mis inquietudes consigo. Entonces, como seguro infieres, puedo hablar de esto, aunque realmente no tengo una respuesta clara todavía.
En el cuento “Conversación breve (en la sala de abordaje del aeropuerto)” se lee: “—¿Es un suéter nuevo? —pregunta una mujer a otra, una extraña que se sienta junto a ella. / La otra mujer dice que no. / No hay más conversación”. ¿Cuáles son los límites del lenguaje?
Encuentro infinitamente fascinante cómo se comunican las personas entre sí, con cuánta claridad pueden expresarse. Lo que insinúan el uno al otro. Es difícil, porque el lenguaje puede usarse para transmitir emociones muy sinceras y puede manifestarse con mucha claridad, o puede usarse para oscurecer las emociones y mentir. Por lo tanto, es una herramienta muy poderosa, pero también lo es el resto de nuestra comunicación. Un abrazo mudo o simplemente permanecer en silencio pueden transmitir mucho a la otra persona. Es interesante observar los diferentes tipos de comunicación.
En “¿Cómo debo llorarlos?” recuerdas los hábitos, costumbres y acontecimientos de aquellos que han muerto. ¿Qué significado le das a la aflicción, a la tristeza y al duelo en la literatura?
Todos los recuerdos que escribo son dolorosos, pero también son una forma de mantener viva la memoria de un ser querido. Creo que es muy importante. El duelo sería honrar el recuerdo del ser querido y mantenerlo vivo, y la tristeza es dolor y también la aflicción. Hace mucho tiempo leí a un filósofo que me causó una gran impresión cuando era adolescente, quien dijo que la tristeza, en cierto modo, crea un espacio emocional dentro de uno. Me gusta esa idea, esa verdadera aflicción y tristeza. Tus sentimientos maduran o se desarrollan de tal manera que también tienes una mayor capacidad para sentir alegría.
Imagen de portada: Alejandra Céspedes, Raíces, 2021. Cortesía de la artista