Este texto, también conocido como El camino del bodhisattva, fue escrito en la India a principios del siglo VIII, cuando su autor, Shantideva, vivía como monje en la legendaria Universidad de Nalanda. Se trata de un texto fundamental para el budismo mahayana, centrado en la compasión y la bodhichitta: el deseo de que todos los seres se liberen del sufrimiento. El fragmento que aquí presentamos es la descripción de este deseo y de los beneficios que aporta a quienes lo cultivan. Esta obra sigue siendo comentada en nuestros días por numerosos maestros de la tradición tibetana.
Capítulo I. Los beneficios de la Bodhichitta
Con devoción rindo homenaje a los budas que han entrado a la beatitud, a su cuerpo del dharma, los nobles herederos y todos los que son dignos de respeto. De acuerdo con las escrituras, ahora describiré brevemente la forma de adoptar la disciplina de todos los herederos de los budas. No hay nada aquí que no haya sido dicho antes; y no poseo habilidad en el arte de la composición. Por lo tanto, no espero que esto sea de mucha utilidad para los demás. Y la escribo sólo para familiarizar mi mente con ella. A través de esto, mi fe se fortalecerá por un tiempo, y me acostumbraré a aquello que es virtuoso. Entonces, en caso de que otros, que de alguna manera son iguales a mí en fortuna, se encuentren con estas palabras, que puedan serles de beneficio. Esta forma humana, libre y bien favorecida es difícil de obtener. Ahora que tengo la oportunidad de realizar el pleno potencial humano, si no hacemos buen uso de esta oportunidad, ¿cómo podríamos esperar tener esa oportunidad de nuevo? Como el destello de un relámpago en una noche oscura y nublada, que, por un solo instante, vierte su brillante luz. Raras veces, por el poder de los budas, surge una mente de virtud, brevemente, en las personas de este mundo. Por ende, todas las virtudes corrientes son por siempre de poco peso, mientras que la negatividad es fuerte y difícil de soportar. Pero para la mente resuelta a alcanzar la budeidad perfecta, ¿qué otra virtud podría superarla alguna vez? Contemplando sabiamente a lo largo de las edades, los formidables budas han visto su gran beneficio: que ayuda a ilimitadas multitudes de seres a obtener fácilmente los estados de beatitud más elevados. Aquellos que anhelan triunfar sobre las tribulaciones de la vida, y que desean terminar los pesares de los demás; aquellos que buscan experimentar alegrías abundantes, que jamás vuelvan su espalda a la bodhichitta. Porque en el mismo instante en que la bodhichitta nace en los fatigados prisioneros esclavizados dentro del samsara, se les llama los herederos de los budas que han entrado en la beatitud, honrados por dioses, humanos y el mundo. Como el elixir supremo de los alquimistas, toma esta forma humana ordinaria e impura y la convierte en el inestimable cuerpo de un buda, así es la bodhichitta: ¡sujetémosla con firmeza! Con su ilimitada sabiduría, los únicos guías de los seres han investigado a fondo y han visto su valor. Así, quienquiera que anhele la libertad respecto a los estados condicionados debería sujetar esta preciosa bodhichitta y protegerla bien. Todas las demás virtudes son como el árbol de plátano: producen su fruto, y luego no existen más. Sin embargo, de modo constante, el maravilloso árbol de la bodhichitta rinde su fruto y, sin merma, crece por siempre jamás. Incluso aquellos que han cometido faltas intolerables, al tener la bodhichitta son liberados instantáneamente. Tal como un valiente compañero que destierra todos nuestros miedos, ¿por qué no habría de poner su confianza en ella aquel que es prudente? Tal como una gran conflagración al final de los tiempos, aniquila fechorías terribles en un solo instante. Así, sus beneficios son vastos más allá de toda medida. Tal como el sabio señor Maitreya lo explicó a Sudhana. Comprende que, en pocas palabras, la bodhichitta tiene dos aspectos: la mente que aspira a despertar, y la bodhichitta que se pone en práctica. Tal como uno comprende la diferencia entre el deseo de viajar y emprender un viaje, el sabio debería comprender estas dos, reconociendo su diferencia y su orden. La bodhichitta de aspiración produce grandes resultados, incluso al seguir dando vueltas en el samsara; sin embargo, no produce una corriente incesante de mérito, porque eso provendrá sólo de la bodhichitta activa. Desde el instante en que asumimos auténticamente esta actitud irreversible, la mente que aspira a liberar completamente los infinitos reinos de los seres, desde ese momento en adelante, incluso al dormir, o durante momentos de falta de atención, surgirá una abundante e incesante fuerza de mérito, igual a la vastedad del firmamento. Esto fue explicado por el Buda, junto con las razones que sirven de sostén, en una enseñanza dada a solicitud de Subahu, por el bien de aquellos proclives a los caminos inferiores. Si un mérito inagotable llega a alguien que, con la intención de ser de beneficio, tiene el pensamiento sólo de aliviar el dolor de aquellos afligidos por una jaqueca, ¿qué podemos decir del deseo de disipar los ilimitados sufrimientos de todos los seres, o el anhelo de que todos puedan obtener cualidades iluminadas en número infinito? ¿Tienen incluso nuestros padres o nuestras madres un acto de caridad semejante a éste? ¿Lo tienen los dioses o los grandes sabios? ¿Lo tiene incluso el majestuoso Brahma? Si estos seres nunca antes han mantenido esta aspiración por su propio bien —ni siquiera en sus sueños— ¿cómo podrían haber formulado este deseo por los demás? Un pensamiento semejante a éste —desear para los demás lo que no desean incluso para sí mismos— es un estado precioso y extraordinario de la mente, ¡y que ocurra es una maravilla como ninguna otra! Esta fuente de alegría por todos los que vagan en la existencia, este elíxir que cura los sufrimientos de todos los seres, esta inestimable joya dentro de la mente, ¿cómo podría evaluarse semejante mérito? Porque si el simple deseo de beneficiar a los demás sobrepasa las ofrendas hechas ante los budas, ¿qué necesidad hay de mencionar el esforzarse por el bienestar de todos sin excepción? Aunque tratan de evitar el dolor, corren precipitadamente hacia el sufrimiento. Anhelan la felicidad, pero neciamente la destruyen, como si fuese su enemigo. Satisfacer con toda clase de alegría, y cortar todos los sufrimientos de aquellos que carecen de cualquier felicidad verdadera, y están oprimidos por el peso de la aflicción, poner fin igualmente a su confusión: ¿qué otra virtud es comparable a ésta? ¿Qué amigo existe que haga tanto? ¿Qué existe que sea tan meritorio? Si incluso aquellos que realizan buenas obras como resarcimiento por favores pasados son dignos de alabanza, ¿qué podemos decir de los bodhisattvas, cuyas acciones perfectas son ejecutadas espontáneamente? Existen aquellos que ofrecen comidas ocasionalmente, y sólo a unos pocos; sus regalos, que no son más que comida, se hacen en un solo instante, y con irrespeto, para calmar el hambre meramente por medio día. Y, no obstante, estas personas son honradas por el mundo como virtuosas. Sin embargo, ¿cómo se compara esto con aquellos que dan por muchos eones y a toda la infinidad de seres que existen, ofrendándoles constantemente el cumplimiento de todos sus deseos: la insuperable felicidad nacida de la budeidad bienaventurada? Y aquellos que desarrollan sentimientos de hostilidad hacia estos benefactores, los herederos de los budas, languidecerán en los infiernos, lo ha dicho el poderoso Sabio, por eones iguales a los instantes de su maldad. En contraste, tenerles en estima producirá beneficios en una medida aún mayor. Ya que incluso en la adversidad, los herederos de los budas no causan ningún daño, únicamente una virtud que aumenta naturalmente. ¡Me inclino ante todos aquellos en quienes ha nacido esta mente sagrada y supremamente preciosa! Tomo refugio en esas grandes fuentes de alegría que traen dicha incluso a aquellos que les hacen daño.
Fuente: Shantideva, Gustavo Villalobos (trad.), 2007. Consultado en lotsawahouse el 23 de noviembre de 2018. La traducción de Gustavo Villalobos se hizo sobre la versión en inglés de Adam Pearcey.
Imagen de portada: Representación de Shantideva, tomada The Nectar of Manjushri’s Speech de Kunzang Pelden. [Detalle]