Muchas veces, al emprender un proyecto, dejamos a nuestro alrededor una estela de desastres. Absortos como estamos en cumplir nuestros objetivos, no reparamos en el daño ocasionado por nuestras acciones y, si lo hacemos, nos empeñamos en restarle importancia. “Daños colaterales”, una expresión popularizada por los presidentes de Estados Unidos para minimizar las muertes de civiles en sus guerras contra países en desventaja, constituye un eufemismo para todo aquello que se destruye sin miramientos, ya sea la vida de los niños iraquíes en una ofensiva militar, la salud de la gente en beneficio de la industria farmacéutica o la privacidad de una familia cuando uno de sus miembros se convierte en una figura pública. El tema de nuestro dossier surge de una convicción: esa zona de perjuicio soslayada, esas víctimas ocultas bajo el peso aplastante de nuestra voluntad, merecen que las reconozcamos. En el artículo que abre el número, Fran Ruiz rastrea la historia del término y la forma en que los gobiernos han maquillado con él crímenes cometidos por sus ejércitos o por sus legisladores. El ensayo del chileno Diego Zúñiga nos habla de los escritores que, en su intento obsesionado por alcanzar la gloria, ocasionaron estragos en la vida de sus hijos. Desde el periodismo, Laura Sánchez Ley describe las secuelas que el asesinato de Luis Donaldo Colosio dejó en la familia Aburto. Laura Lecuona advierte que la legislación descuidada en torno a la identidad de género tiene consecuencias negativas a la luz de la lucha feminista. ¿De cuántas maneras también nosotros podemos convertirnos en un daño colateral? En “Los límites del yo”, Fernando Clavijo ofrece un par de respuestas explicando la manera en que nuestros cuerpos constituyen un territorio devastado por las bacterias que lo habitan y lo destrozan mientras se enfrentan entre sí, pero también por las políticas de salud o por la investigación médica. Este dossier pretende sacar la noción de “daños colaterales” de un contexto restringido a la política y llevarlo a otros terrenos, para señalar la irresponsabilidad o la indiferencia con la que constantemente atropellamos a todos los que se interponen en nuestro camino.
Imagen de portada: Adrián Villar Rojas, Today We Reboot the Planet (detalle), 2014.