En años recientes han aparecido de manera más notoria y para un público cada vez más amplio, ensayos, novelas, manuales, películas, documentales y otros materiales diversos que se ocupan del tema de la maternidad a partir de sus complejidades, contradicciones y problemáticas, facetas de esta experiencia que de alguna forma habían permanecido ocultas como tabús frente a una arrolladora y generalizada visión romántica del asunto. Esta tendencia es quizás uno de los muchos resultados de las brechas abiertas por los distintos feminismos en las últimas décadas. Estos han puesto sobre la mesa debates sobre los derechos reproductivos de las mujeres o el reconocimiento a los trabajos de cuidado, entre muchos otros. En palabras del colectivo de artistas Claire Fontaine, hay una especie de “huelga humana” que está teniendo lugar:
El feminismo ha sido el primer movimiento que ha hecho esto posible al politizar las relaciones sexuales, la amistad, el trabajo invisible y la vida en su totalidad y al teorizar la necesidad de una política hecha a través de la subjetivación de sus protagonistas.1
Tradicionalmente reservada al ámbito de lo íntimo y privado, la maternidad se está convirtiendo paulatinamente en un problema de debate público que refleja las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales del sistema capitalista y patriarcal en el que vivimos. La exposición Maternar. Entre el síndrome de Estocolmo y los actos de producción que presenta el Museo Universitario Arte Contemporáneo de la UNAM se suma a esta discusión desde el ámbito de las prácticas artísticas. ¿Qué perspectivas y posibilidades ofrecen al debate tanto las piezas ahí expuestas en su carácter de enunciados específicos (y en diálogo entre sí), como la curaduría planteada a nivel de ejercicio crítico e investigativo? La muestra y su folio son resultado de varios años de trabajo por parte de las curadoras e investigadoras Alejandra Labastida y Helena Chávez Mac Gregor, que tuvieron como punto de partida sus propias experiencias de maternidad, construyeron diálogos y colaboraciones con artistas y se nutrieron de un rico corpus de lecturas entre las que se encuentran autoras como Maggie Nelson, Adrienne Rich, Kathi Weeks y Silvia Federici. El proceso incluyó también un momento reflexivo y pedagógico a partir de un seminario, y fue atravesado por el confinamiento de la pandemia por COVID-19, una realidad que incrementó muchos de los problemas históricos de la maternidad, como el desequilibrio en la repartición de los trabajos de cuidado, evidente en obras como el tablero participativo de Mónica Mayer, #UnaMaternidadEnPandemiaEs, donde pueden leerse frases de solidaridad y también experiencias desgarradoras en voz de madres mexicanas, o Gravedad, ejercicio 1 de la española Paloma Calle, un video que representa el peso literal y simbólico que ha caído sobre los cuerpos femeninos por los cuidados durante la pandemia. El proyecto logró enriquecer las experiencias personales y las preguntas iniciales sobre las posibilidades de combinar una carrera artística (o curatorial) con la maternidad, ya que en el proceso de investigación y diálogo con artistas que en los últimos veinte años se han ocupado del tema, las curadoras se encontraron con un cuerpo de obras que abren un amplio abanico de problemáticas, desde la división del trabajo productivo y reproductivo, los retos que el capitalismo impone a la reproducción, la violencia legislativa, las estrategias comunitarias de sostenimiento, el trabajo de cuidado, las luchas feministas por derechos reproductivos, sociales y políticos, y otros más. El subtítulo de la exhibición, formulado a manera de rango, refleja justamente el afán por mostrar esta amplitud de experiencias, de modo que la curaduría se convierte en un micrófono abierto, un foro de debate, una conversación a partir de una serie de preguntas comunes. Y la sutil conversión del sustantivo maternidad en el verbo maternar desestabiliza su estatuto como un fenómeno fijo e institucionalizado y enfatiza su carácter como acción presente en la que caben distintos modos de hacer. Hablar de maternar desde el arte activa potencias quizás imposibles de plantear en otros ámbitos. En Quiero dar a luz un delfín, por ejemplo, la diseñadora japonesa Ai Hasegawa usa la imaginación para trazar las vías por las que, mediante la modificación biológica de la placenta humana, podría dar a luz a una cría de delfín de Maui, especie al borde de la extinción por efecto de la pesca humana. El video de su parto acuático, de una belleza abrumadora, condensa una crítica a la actual sobrepoblación humana y la crisis ambiental, con la fantasía de posibles parentescos interespecie. Por su parte, la artista peruana Daniela Ortiz, en Jus Sanguinis, usa el performance como estrategia para poner en jaque la idea de nacionalidad, al recibir una transfusión sanguínea de un hombre español durante su embarazo, con la finalidad de que su bebé reciba la ciudadanía española, definida jurídicamente en ese país a partir de la sangre. Una estrategia artística completamente distinta puede encontrarse en las obras de Natalia Iguiñiz, que introduce reproducciones de ecografías médicas de abortos espontáneos y cáncer de mama sobre mates burilados, una técnica artística andina milenaria en donde se representan historias o escenas de la vida cotidiana. Lo que en el proyecto se identifica como síndrome de Estocolmo, el trastorno por el que las madres desarrollan identificación y afecto por sus captores (que no son sus bebés, sino el sistema de explotación que esconde su trabajo no remunerado detrás del amor) encuentra poderosos ejemplos en obras como la Prisión familiar en Estados Unidos de Regina José Galindo, que se encerró con su hijo durante 36 horas en una celda familiar para denunciar el sistema carcelario estadounidense. Por otro lado, la exposición habla de distintas violencias que atraviesan la maternidad, por ejemplo, la estatal, como denuncia la pieza Mi cuerpo no es tu campo de batalla, del Colectivo NoSinMiPermiso, que hace memoria sobre los crímenes de esterilización masiva durante la dictadura de Alberto Fujimori en Perú. Otras violencias nos estremecen al acercarnos a la instalación de Ana Gallardo, Manifiesto escéptico 1, que exhibe instrumentos caseros utilizados para la realización de abortos clandestinos. En el otro extremo del espectro, con los llamados “actos de producción”, las curadoras recuperan la estrategia feminista de poner en crisis la tradicional división marxista entre el trabajo productivo y el reproductivo, seleccionando obras en las que el maternar genera afectos, sentidos, derechos, relaciones, intercambios, vida.2 En este tenor destacan las producciones de Maruch Méndez, que a partir de la pintura narrativa representa momentos de su vida familiar con sus seis hijas e hijos adoptivos. La carga emocional que recae sobre las mujeres en distintos ámbitos de la vida y que alrededor de los procesos reproductivos llega a niveles de explotación, es un tema que atraviesa la muestra y en el que insisten las curadoras y autorxs convocadxs. Algunas pistas para visibilizar de manera crítica este fenómeno nos las han ofrecido ya autoras como Sara Ahmed, figura central del llamado “giro afectivo” observado en las ciencias sociales y las humanidades desde los años noventa, que hacen eco en la exposición. Además de señalar los procesos mediante los cuales el “ser emotivo” es visto como una característica de ciertos cuerpos y otros no, Ahmed critica lo que llama el “modelo interiorista” y llama a considerar las emociones no como estados psicológicos, sino como prácticas culturales y sociales que, han demostrado los estudios feministas y queer, importan para la política.3 Y es justamente en ese sentido que trabaja la exposición al buscar abrir el problema y visibilizar la “potencia política de la maternidad”, de modo que esta se convierta en un campo para realizar una “crítica urgente a nuestro tiempo”.4 Maternar es una exposición que interpela a sus visitantes, en la que la identificación es un ejercicio inevitable. Como mujer que enfrenta una situación de salud que aún no me permite saber si la gestación biológica será una realidad para mí, al tiempo que administro el deseo, cuestionamientos y perspectivas sobre la maternidad, las piezas me tocaron de manera muy profunda. Me gustó entrar a un espacio en el que, así como lo vivo en mi cuerpo y cotidianidad, la pregunta sobre la maternidad detona múltiples respuestas, emociones y posibilidades. Creo que la muestra cumple una función importante con el público al subrayar que otras formas de maternar son posibles y que esta puede pensarse como un modelo o metáfora de cuidado desinteresado y sostenimiento de la vida que transforme nuestros vínculos sociales.
Exposición abierta en el MUAC hasta el 3 de julio de 2022.
Imagen de portada: ©Carmen Winant, ¿Por qué estas son nuestras únicas alternativas y qué tipo de lucha nos llevará más allá de ellas? (detalle), 2021. Detalle. Cortesía del MUAC
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Claire Fontaine, “Criar el levantamiento”, Maternar. Entre el síndrome de Estocolmo y los actos de producción, MUAC/UNAM, CDMX, 2021, p. 33. ↩
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Helena Chávez Mac Gregor y Alejandra Labastida, Maternar. Entre el síndrome de Estocolmo y los actos de producción, MUAC/UNAM, CDMX, 2021, p. 11. ↩
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Sara Ahmed, La política cultural de las emociones, Cecilia Olivares Mansuy (trad.), UNAM, Ciudad de México, 2015, pp. 24, 32 y 38. ↩
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Helena Chávez Mac Gregor y Alejandra Labastida, op. cit., p.10. ↩