Es imposible situar con precisión el origen de los movimientos feministas. Sabemos de poetas que en la Antigüedad imaginaban un mundo donde gobernaran las mujeres, de damas que en la Edad Media reivindicaban la igualdad. Durante la Revolución francesa Olympe de Gouges redactó y proclamó la “Declaración de los derechos de las mujeres y de las ciudadanas” —dado que la Déclaration des Droits de l’Homme et du Citoyen no incluía a nuestro género— y fue guillotinada por eso. Desde entonces, la lucha ha conocido épocas más tranquilas y otras más incendiarias, pero nunca se ha detenido. Hace un par de años, a partir de las denuncias de acoso sexual, tanto en Estados Unidos como en América Latina y en Europa, tomó un nuevo impulso. Se trata de un estallido de indignación y una puesta de límite a la violencia y a la desigualdad. México es uno de los países del mundo en donde la vida de las mujeres corre más peligro. Según algunas ONG aquí cada día nueve mujeres son asesinadas. Las cifras oficiales hablan de dos feminicidios diarios. Las manifestaciones de protesta de este último año son una prueba inequívoca del hartazgo y la rabia que esta situación provoca. No hay un solo feminismo sino una gran pluralidad de ellos. Sus demandas son muchas y cambian según los pueblos, las cosmovisiones, las clases sociales y las generaciones. Sin duda, la más urgente es el derecho a vivir, pero también a la integridad física y psicológica; a decidir sobre nuestro cuerpo; a la igualdad de salario; a romper el techo de cristal en los espacios laborales; a adquirir visibilidad pública; a acceder a responsabilidades políticas; a repartir de otras formas las labores domésticas, de cuidado y de crianza; a relaciones de pareja respetuosas y equitativas, por mencionar sólo algunas. Si bien la lucha feminista es global y legítima en todas las latitudes, no es lo mismo hacerla en Manhattan que en Ecatepec, en la Sierra Mixe, en Pekín o en Tucumán. Nuestra postura al editar este número fue partir desde la periferia y los márgenes; enfocarnos primero en la resistencia de las mujeres que además de exigir sus derechos humanos y civiles se encuentran inmersas en otro tipo de luchas como las raciales, las de la autonomía o las de la democracia. Las autoras aquí reunidas son mayoritariamente latinoamericanas. Nos pareció importante que la reflexión se originara desde nuestras sociedades para reflexionar sobre lo que está ocurriendo en ellas. En este sentido es importante destacar el ensayo de Yásnaya Elena A. Gil, autora mixe y asidua colaboradora de nuestra revista, quien se pregunta: “¿A qué proceso nos adscribimos las mujeres indígenas al nombrarnos feministas?”. Y se responde a sí misma: “En el mundo de los feminismos parece crearse también un nicho para el feminismo llamado interseccional o para el feminismo que abrazan las mujeres racializadas”. Incluimos también un texto de Francesca Gargallo donde traza un panorama de los diferentes feminismos de Abya Yala. La boliviana María Galindo y la sinaloense Frida Cartas nos hablan desde otros márgenes: el de la prostitución como espacio de rebeldía y el de aquellas que han decidido romper con el género. Para conectarnos con las luchas de otras culturas y latitudes, incluimos también dos adelantos en español: Ciudadanía. Una lírica americana de la jamaiquina Claudia Rankine y Traicionando al Gran Hermano. El despertar feminista en China de Leta Hong Fincher. Sobre la situación de las mujeres en Marruecos escribe Leila Slimani en “Un debate identitario: el contramodelo occidental”. Los temas de la maternidad, el derecho al aborto legal, así como la subrogación son esenciales para la lucha feminista tanto en nuestro continente como en el resto del mundo, y por ello no podíamos dejar de abordarlos. La manera en que están educados los hombres, así como las expectativas y los mandatos que pesan sobre ellos, es fundamental para entender el sistema patriarcal en el que vivimos. Los textos de Gabriela Wiener, “Incandescencia”, y de Rita Segato, “Pedagogías de la crueldad. El mandato de la masculinidad”, nos ayudan a entender esta problemática. Todo el número está acompañado de fragmentos de manifiestos publicados en muy diversas épocas, desde el de Mina Loy, escrito en 1914 como respuesta paródica al manifiesto futurista de Marinetti, hasta la “Palabra de las mujeres zapatistas”, pasando por el Manifiesto de la Colectiva del Río Combahee de las mujeres negras estadounidenses y el Manifiesto Xenofeminista de Laboria Cuboniks, publicado en 2015. Esta selección estuvo cuidadosamente curada por Gabriela Jáuregui. A ella y a Jazmina Barrera les agradecemos su consejo y acompañamiento en la elaboración de este número. En la sección de arte, retomamos la serie Admiración radical de Lydia Hamann & Kaj Osteroth, donde se representa a otras pintoras feministas, originarias de diferentes países, en escenas de lucha y compañerismo. Por primera vez en esta época de la Revista las secciones Panóptico y Crítica acompañan al tema del Dossier. En esta última podrás encontrar recomendaciones de libros, películas y series con enfoque feminista. Al leer los textos aquí reunidos, resulta evidente que en cada grupo social marginado o poderoso, en el Capitolio o en la más remota aldea de los Andes, las mujeres seguimos estando subordinadas. “El momento en que una mujer se da cuenta de que vive en una sociedad patriarcal y se plantea, desde el lugar que le toque, dejar de ser funcional a ese sistema, es el momento en que nace como feminista”, nos dice Liliana Colanzi. ¿Te has preguntado en qué parte de este proceso te encuentras tú? No importa cuántos siglos lleve esta lucha, ni cuánto tiempo haga falta para conseguir la igualdad, las mujeres la obtendremos y estamos dispuestas a todo para conseguirla.
Imagen de portada: Santiago Arau, Ángel de la Independencia 2019. Cortesía del fotógrafo