A poem only becomes poetry when its structure is made not of words but forces. Cecilia Vicuña
Desde los años sesenta la obra de la poeta, artista visual y activista feminista Cecilia Vicuña (Santiago de Chile, 1948) ha ofrecido una perspectiva radical sobre las relaciones entre arte y política. Ha ejercido en distintos lugares del mundo desde que se mudó a Nueva York en 1980, y aun antes, cuando salió de Chile para instalarse en Londres en 1972. Desde temprano Vicuña instó a prestar atención hacia aquellos eventos poéticos que escapaban a los libros, los recitales y demás lugares canónicos de la literatura. Para la artista, la poesía surge de maneras espontáneas y anónimas en las conexiones interpersonales, en encuentros inesperados asociados al acto mismo de vivir, donde nosotros somos parte de una ecología de fuerzas más amplia y poderosa. Su manera de acercarse al lenguaje se asemeja así a los procesos abiertos e indeterminados de la polinización: gestos que detonan nuevos hilos de vida. Su obra ha sido una respuesta a la amenaza constante de destrucción del planeta. Sus pinturas, collages, instalaciones, objetos precarios y performances rituales invocan formas de gozo colectivo pero también espacios de duelo y ofrendas silenciosas ante la devastación. Vicuña destaca la dimensión curativa o chamánica del arte, cuya función no es colonizar o dominar sino impulsar cambios en las estructuras sociales y afectivas. El acto de dignificar los desechos y aquello considerado descartable coloca la pregunta sobre cómo reconectar las partes dispersas de lo que hoy podríamos llamar justicia ecológica: el encuentro de muchos mundos y múltiples formas de conciencia. Algunos de sus primeros poemas fueron publicados en la revista mexicana El Corno Emplumado en 1967 y 1968. En esos años la poesía de Vicuña dio lugar a la creación de la Tribu No en Santiago de Chile, un grupo de jóvenes poetas que realizó acciones e improvisaciones. Un verso de Octavio Paz (“cuando la historia despierta, la imagen se hace acto, acontece el poema: la poesía entra en acción”1) fue importante para Vicuña y ayudó a orientar la certeza de una escritura que escapa a los libros y de una poesía compuesta con los cuerpos. En los siguientes años, su experimentación con el lenguaje se desplazó hacia lo escultórico y lo ritual, mediante acciones en espacios públicos. Su proyecto Palabrarmas señaló la posibilidad de las palabras de ser armas de resistencia y herramientas de lucha al inventar nuevas realidades. El vínculo entre tejido y texto (derivados ambos del latín texere) asoma en su trabajo como un comentario sobre el origen de la vida y una exploración sobre formas de comunicación y conocimiento desestimadas o no reconocidas como tales. “Cinco mil años atrás, las poblaciones en los Andes crearon el quipu [que significa nudo], un poema espacial, una manera de recordar conectando el cuerpo con el Cosmos al mismo tiempo”, señala Vicuña en torno a uno de los sistemas de representación más complejos de las culturas precolombinas que ella convoca constantemente en su trabajo.2 Crear quipus ha sido para ella una manera de reconectar con la memoria de civilizaciones antiguas y con otras concepciones del lenguaje, del tiempo y de lo sagrado. Estas esculturas también han dado lugar a acciones en las que Vicuña teje en el espacio, atando su propio cuerpo y múltiples elementos de su entorno, como si se tratara de construir nuevas estructuras complementarias y recíprocas. Adentrarse en su obra es sumergirse en un apasionado enmarañamiento entre palabra y semilla, sonido e hilo, quipu y sangre, cuerpo y tierra, basura y Cosmos.
Estas obras forman parte de la exposición retrospectiva de Cecilia Vicuña curada por Miguel A. López en el Witte de With, Rotterdam, exhibida hasta el 10 de noviembre de este año. En febrero de 2020 la exposición viajará a las salas del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) en la Ciudad de México.
Imagen de portada: Cecilia Vicuña, Cloud-Net, 1999. Performance en la calle, Nueva York. Foto: César Paternosto. Cortesía de la artista