A cada paso vamos dejando pedacitos de nuestro cuerpo en el tiempo. Se desdibujan la buena vista, el oído afilado y los dientes. Se evapora el color del cabello, se desvanece la agilidad, mental y corporal, se empaña la memoria. Nos convertimos en seres cercanos a la muerte. Pero antes de que llegue ese momento, la vejez sólo se enuncia desde el futuro indicativo. Si la infancia es ese lugar al que accedemos a través de los recuerdos, a la ancianidad sólo nos asomamos desde la imaginación. Desde las artes adivinatorias, la especulación o la literatura. Y, notoria y gradualmente, a través del tiempo. En el ensayo Su cuerpo dejarán (2019), ganador del premio Dolores Castro 2018, Alejandra Eme Vázquez se asoma a la vejez a través de la otredad. Y es que la autora compone los doce capítulos de su libro en torno a la figura de su abuela materna, una mujer de noventa años que prefiere los nopales sobre la tinga de res y a quien conocemos durante las labores de cuidado que su nieta desempeña una vez que renuncia a su trabajo como profesora de secundaria. Aun con ello, no es un libro que se interese por retratar una etapa del ciclo de la vida o la cotidianidad de un personaje. Si la autora escruta con detenimiento a Abuela es únicamente para entender las dinámicas y las estructuras que subyacen en el espacio privado. Para entender qué es cuidar y dejarse cuidar. Para entender los miedos, prejuicios y tabús en torno a su propia idea de la ancianidad. La vejez es sólo la puerta de entrada que le permite a Eme Vázquez abordar también, desde su condición de cuidadora remunerada, la precarización y las dinámicas que se desprenden del trabajo doméstico, en lo íntimo pero también en la esfera pública y como imposición del Estado. Asimismo analiza la forma en que las mujeres han sido socializadas no sólo para el trabajo doméstico sino también para no ser “Ancianosvenerables”, es decir, legítimas portadoras del uso de la palabra. La autora ensaya desde el resabio de las experiencias cotidianas, desde el feminismo y desde el pensamiento crítico. Echa luces puntuales con una perspectiva que podría pensarse encasillada en lo académico. Además de la prosa gentil y la agudeza y claridad de sus argumentos, Su cuerpo dejarán juega también con un manojo de recursos ensayísticos versátiles. Bien Eme Vázquez los usa para desdoblar apuntes o historias paralelas mediante los (a veces muy extensos) pies de página, como cuando relata los desafortunados eventos en torno a la olla exprés; o para ilustrar un punto, como con el test de visibilidad laboral; o bien para incluir guiños y recursos, como los anexos que ofrecen una playlist colectiva para escuchar en la vejez y el adelanto de una novela de cuidados por escribir. En ese sentido, leer este libro resulta un ejercicio bastante lúdico. También existe una enorme dimensión emotiva en el texto, pues hablar de cuidados, senectud y afectos implica pensar en distintos tipos de vulnerabilidades, individuales y colectivas. Porque, en palabras de la autora: “Se cuida lo frágil, lo débil o lo imperfecto: lo importante, lo valioso, aquello que no concebimos perder. […] El tema es cómo y desde dónde se cuida”. Porque la vulnerabilidad no sólo involucra lo cuidado, sino también al cuidador. Estar a cargo de un cuerpo ajeno también tiene consecuencias —emocionales, físicas, económicas, sociales— que deben atenderse; ante eso, “cuidar sin remuneración es inhumano y no debería recaer en una sola persona”, dice la autora. Quien cuida también necesita atenciones y soporte. Quien cuida también se quiebra. Y puede que uno de los planteamientos más sensibles sea que el acto de valentía consiste en no tener miedo de exponer esas fisuras para dejarnos acompañar cuando algo nos duele. Su cuerpo dejarán es un libro feminista no sólo desde su escritura sino también desde las condiciones de su publicación. Y es que los tres proyectos editoriales que arropan la primera edición (Kaja Negra, Enjambre Literario y El Periódico de las Señoras) comparten los mismos principios: dar a conocer y promover el trabajo de mujeres escritoras que, en una industria cimentada en el neoliberalismo y el patriarcado, encaran muchos más riesgos de ser relegadas, poco difundidas o ni siquiera publicadas. Además, estas editoriales respaldan el interés por el espacio digital y las posibilidades que internet ofrece para generar diálogos y encuentros. En un fragmento de la presentación del libro (cabe recordar que aún se puede descargar en distintos formatos), sus editoras afirman:
Las reflexiones de Alejandra no se enuncian desde la romantización del cuidado, sino que articulan un diálogo con los fenómenos sistémicos que imponen papeles y guiones sobre la vida de las mujeres […]. Alejandra teje en su escritura cuerpos con experiencias específicas. Su tarea se vuelve fundamental porque nos recuerda que no aceptaremos más un mundo donde no se nos permita hablar a nosotras.
La autora desmonta el ornamento de los discursos asociados a la vejez y el trabajo doméstico y sustrae el romanticismo de las labores impuestas a las mujeres en los espacios familiares: la falsa idea de que si cuidamos lo hacemos sólo por amor. Su cuerpo dejarán abraza a la vez que confronta y materializa con sencillez, sin pretensiones, esa frase que reza: “Lo personal también es político”. Pero sobre todo hace énfasis en una discusión necesaria que, quizá porque sucede a puerta cerrada, suele tener un perfil bajo: la de la importancia de no precarizar las tareas que sostienen la vida. De lo crucial que es hablar de cuidados.
Enjambre Literario, Ciudad de México, 2019.
Imagen de portada: Corinna von der Groeben, de la serie Ute, 2013. Cortesía de la artista