dossier Rojo FEB.2025

María Baranda

Bosque y fondo

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I

Todo tiene la forma del vacío, todo se extiende en la mano

sola y simple cuando guarda ese gesto imparcial y repetido.

Cactus desparramados en la sierra ebrios en la superficie que irisa,

mudos bajo los frescos soles verdes. Zonas abiertas, muescas, tachaduras,

gestos rotos apenas conscientes como una muchedumbre que desciende

frágil en el vértigo de esa arquitectura. Todo es fuente y fuerza y voz

en la derrota al margen y al declive, ese principio imaginado entonces

porque todo en su borde y fundamento, todo tiene la forma del vacío.

II

Afuera, en el asedio de la boca, en lo que llena el espacio que repite,

en algún lado único y sin embargo conocido y presente e intercalado.

Pequeñas figuraciones de un abismo, comunicaciones de un labio al otro,

tonalidades de una nueva sombra más afluente y oscura, total,

más para siempre en algún sitio donde ya no nos vimos

y de pronto tocamos aquello como un relámpago en la boca,

un reflejo para estar en la lengua y anunciar la otra sed del asombro.

Todo, todo es regreso, ingenuidad en un punto.

Vicente Rojo, Juego de collage, 2013. Grabados a partir de los cortes de papel sobrantes del libro en coautoría con María Baranda, Bosque y fondo (una conversación), edición limitada de setenta ejemplares, Taller de Gráfica Mexicana, © de la familia Rojo.

III

Nuevas visitaciones del ojo y sus zonas de vínculo,

sus otros afectos pintados que reconocen un espacio,

un nuevo drama diverso en una ficción

a la que ya no volvemos, de la que nos fuimos corriendo

con una promesa tan propia y ajena que no soportó el progreso,

el estar en otras sustancias. Reducciones en negro y en rojo,

en esa destreza de vida donde nada sucede, no existe ya

sino como condición en el ojo y su otra manera de contarlo todo.

IV

Volver a las formas cotidianas, al modo desesperado de la taza,

a la ventana abierta a otra lejanía, a la silla y su forma de espanto,

al espejo que se abre y entra en un puerto lejano y distinto

y como un barco se enclava y estalla en el foco.

Escenarios a la deriva. Asociaciones de los objetos

y sus vapores encendidos en el surco y la mente,

la mente atribulada quizás por lo que sobrevive y concluye,

lo que se pierde y sucede en la forma más clara del propósito.

Vicente Rojo, Juego de collage, 2013. Grabados a partir de los cortes de papel sobrantes del libro en coautoría con María Baranda, Bosque y fondo (una conversación), edición limitada de setenta ejemplares, Taller de Gráfica Mexicana, © de la familia Rojo.

V

Tener una isla, un lugar en la página

por debajo y encima, desde un paso hasta el otro

cuando abre y envuelve ese grito entre líneas,

esa nueva juntura en el borde del texto,

esa otra distancia en el rostro y la piel,

en la marca que advierte un deseo en un punto,

un estar germinando en la espina y la brasa,

un regreso a la imagen a pesar de la sangre y sus otras metáforas.

VI

Juego del agua, piedad en el vidrio.

Una gota resbala ondulante y precisa

en la escritura rugosa que divide el dibujo del día,

lo pronto del cielo, su llanto interior y pesaroso.

Solía ser distinto. Como tú o como yo.

Ahora, en el fondo, todo se calla, se agrieta,

todo deslinde en las ráfagas del recuerdo.

Si tocas el vidrio la gota continúa su camino.

Vicente Rojo, Juego de collage, 2013. Grabados a partir de los cortes de papel sobrantes del libro en coautoría con María Baranda, Bosque y fondo (una conversación), edición limitada de setenta ejemplares, Taller de Gráfica Mexicana, © de la familia Rojo.

VII

Pertenecer a la gruta, quedarse en el límite

ser extensión y materia, escalera en el agua.

Abrir entonces las manos desde antes, desde ese lugar

de cal en la colina donde crecen los cactus

y las hormigas son blancas, muerden el polvo. Volver,

dejar atrás la sombra cotidiana, la que perdimos entre la ropa

sorprendida y sucia si alguien más se callaba.

Jaulas ante mis ojos. Innumerables días en tu cara.

VIII

Hay una fina luz entre las ramas, una curva ceñida en el filo,

una nueva tierra sin fiebre como olvido del hambre

en los labios buscando donde empieza otro vértigo,

un furor entre huecos de los nombres que dicen,

de los sitios que arden inagotables y prehistóricos

muy adentro del cuerpo donde ya no volvimos

de ese grito primario y absoluto que nunca jamás dijo nada.

Una imagen no olvida. Sólo se cierra o se enclava.

Vicente Rojo y María Baranda, interiores de Bosque y fondo (una conversación), edición limitada de noventa y tres ejemplares, Taller de Gráfica Mexicana, © de la familia Rojo. Cortesía de Galerías Castillo.

IX

Festejos en la saliva. Campos lívidos en tus ojos.

Nos fuimos a un lugar más opaco y oscuro, redondo.

Piedras de sal en la calle, huellas de perros y niños

que identifican las partes incomprensibles y rápidas

como peces desdibujados en las manchas de las tuberías.

Mudez, tiempo estéril, suturas de la sed en la boca.

Quitamos historia de los labios y afuera quedaron los árboles

completamente deshechos y enloquecidos en pedazos.

X

Era un bosque sin lluvia entre piedras y montes,

despedazado y discreto con su seco grito abierto

en esas largas letras lentas deslizándose entre raíces acosado,

pidiendo un sitio propio al sueño y tan ardiente, viendo un poco

entre sus troncos nunca escritos en la parte más gastada de una línea,

la más perdida en el vacío donde siempre el tiempo es nunca

en la simpleza o en el falso cerco que la luz oculta en esta tierra ciega

e infrecuente en el relato repetido de ese bosque, ese bosque, ese bosque…

Vicente Rojo y María Baranda, interiores de Bosque y fondo (una conversación), edición limitada de noventa y tres ejemplares, Taller de Gráfica Mexicana, © de la familia Rojo. Cortesía de Galerías Castillo.

XI

Hablar en la mesa, lamer los cuchillos,

volver al mismo sitio, situarse a la mitad

de una ausencia y decir que ése es el cielo separado,

la tierra y su soberbia de barro, la voz final

de un pensamiento, el libro y su página cobijada

bajo la misma duda, la misma insuficiencia,

la misma situación de olvido en una sola frase abierta

y sanguinaria. Hablar. Hablar. Hablar para borrar todo o nada.

XII

Nada en el ojo, nada en el grito, nada en la mano que gira.

Piedra es sustancia y techo, cristal de fondo y lejos, lejos.

Nada del otro, sólo lo que se tiene, acaso mirar de frente en el vacío

como una planta que se adhiere sola y única y frágil y absoluta.

Arrinconarse en lo que somos, esconder en el lienzo los sonidos,

ser ese vértice que converge en el bosque posible y único

que asoma una forma de hijo último en el final que permanece y queda

donde una voz es nunca y rompe lo que guarda la lengua para siempre.


Escucha el Bonus track de María Baranda, con Fernando Clavijo M.

Vicente Rojo y María Baranda, interiores de Bosque y fondo (una conversación), edición limitada de noventa y tres ejemplares, Taller de Gráfica Mexicana, © de la familia Rojo. Cortesía de Galerías Castillo.

Estos poemas forman parte del libro colaborativo Bosque y fondo (Una conversación), de María Baranda y Vicente Rojo, editado por el Taller de Gráfica Mexicana, en la Ciudad de México, en 2011.

Imagen de portada: Vicente Rojo, Juego de collage, 2013. Grabados a partir de los cortes de papel sobrantes del libro en coautoría con María Baranda, Bosque y fondo (una conversación), edición limitada de setenta ejemplares, Taller de Gráfica Mexicana, © de la familia Rojo.