Marginalia sin justificar
Decía Aristóteles que lo que tenemos que aprender lo aprendemos haciendo. No hay mayor verdad en las artes del libro. La forma tradicional de transmitir el oficio pasa por un vínculo dilatado entre un maestro y un aprendiz. Por fortuna, para los diletantes de las industrias del libro y las artes gráficas sobran, en nuestros tiempos, opciones de formación y actualización en radio, televisión, prensa escrita y sitios web. También existe una bibliografía creciente y, ante ella, los profesionales del libro celebran permitirse de vez en cuando dejar de editar y ponerse a leer de edición. Existen colecciones de libros sobre competencias y experiencias editoriales. Es el caso de Biblioteca del Libro de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez; LEA Lenguaje-escritura-alfabetización de Editorial Gedisa; Libros sobre Libros del Fondo de Cultura Económica; Yo Medito, Tú Me Editas de Ediciones del Ermitaño; Profesionales del Libro de la Editorial Universitaria Universidad de Guadalajara; Alexandrina de la editorial Amaquemecan; Biblioteca Editorial de la Universidad Nacional de Colombia; Fundiciones del Fondo Editorial Estado de México; o Tipos Móviles de Trama Editorial. En Tipos Móviles, impresionante colección editada por Manuel Ortuño, acaba de salir el título Sin justificar. Apuntes de un editor de Tomás Granados Salinas, a quien, si le aplicaran el test de Rorschach, vería proyectos editoriales en desarrollo, porque, como él dice de Juan García de Oteyza, desde muy joven tuvo la fiebre del editor. Granados respira, piensa y platica editorialmente y así lo pone en evidencia con este libro integrado por una presentación nombrada “injustificación” y 46 escritos divididos en cuatro partes: personas, lecturas, debates y prácticas. Los textos fueron publicados, en su mayor parte, en la columna “Capitel” de La Gaceta del Fondo de Cultura Económica; otros aparecieron en Letras Libres, Laberinto, El Universal, Reforma y Páginas de Guarda, y otros más surgieron de forma independiente, como los preparados para algunas conferencias. Anticuarios y obsesivos del tiempo extrañarán que entre los pertrechos bibliográficos no se incluyan las fechas de publicación. Para Tomás Granados no es posible enseñar a ser un héroe como los que residen en la mitología editorial: Arnaldo Orfila, Boris Spivacow, Daniel Divinsky, Jorge Herralde, Beatriz de Moura, Adriana Hidalgo o Joaquín Díez-Canedo. Ése es el punto principal del libro. Sin embargo, mucho se aprende en sus páginas. De las numerosas frases citables de Sin justificar, nos llama la atención ésta: “Uno lee los libros, pero también es cierto que uno se lee en los libros”. Así ocurre para quienes de alguna manera tenemos un oficio libresco. Hay nombres, lecturas, temas y preocupaciones comunes, que aquí se despliegan bajo la mirada fresca e informada de Granados. El autor es muy generoso en reflexiones, recomendaciones y lecciones, o lo que él llama sabiduría gremial. La sabiduría gremial que él transmite invita a deliberar porque crea preguntas sobre el sentido del quehacer editorial y abre conjeturas. Nos presenta a Octavio Paz, Fernando del Paso, Robert Darnton, Marcelo Uribe, Emmanuel Carballo, Francisco Porrúa, André Schiffrin y otros. Disecciona ante nosotros Los demasiados libros de Gabriel Zaid, A la sombra de los libros de Fernando Escalante Gonzalbo, La máquina de contenido de Michael Bhaskar, Manual de supervivencia para editores del siglo XXI de Fernando Esteves, Por el gusto de leer, esa conversación entre Juan Cruz y Beatriz de Moura, entre otros títulos notables. Ofrece alegatos sobre la formación profesional que debería “crear un lúdico entorno de discusión y exploración”; sobre el acierto de la distinción entre lectura voluntaria y lectura impuesta en algunas encuestas; sobre los beneficios de la Ley del Libro, el precio único y la fundación de un Banco del Libro. Sus avisos no tienen pautas, guías o líneas ajustadas y únicas. Son, como señala de la edición, una cuestión de oferta más que de demanda. El autor invita a transitar otros caminos. Hace propuestas. En alguna parte nos brinda su divisa: “es aconsejable recurrir al paradigmático grano de sal —locución latina de la cual toma el nombre la editorial que Granados dirige—con que se practica la duda razonable”.1 Las dudas razonables de Tomás Granados saltan cuando se ocupa de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, que veía necesaria antes de su promulgación, porque conllevaba el impulso para que fuera implementada una ingeniería cultural en los puntos de venta del libro, es decir que la oferta y los servicios fueran mejorados, se desarrollara de mejor manera el compromiso con la clientela y fuera facilitado el acceso al material bibliográfico. No veía a esa ley como una fórmula mágica para la multiplicación de los lectores sino como un mecanismo con múltiples efectos, entre ellos el frenar la desertificación cultural del país. “La Arcadia libresca con la que soñamos —nos dice—, en la que ciudadano es sinónimo de lector, ha de construirse, entonces, hoja por hoja; la ley de marras es, si acaso, tan sólo la página legal.” Cuando el autor de Sin justificar, al hablar de Octavio Paz, inserta la definición de editor de Roberto Calasso, nos dice que el editor es un lector que comparte con el público sus entusiasmos. Ése es un eco de la lectura no mencionada de Lector voraz de Robert Gottlieb, que nos lleva a ubicar el método de Granados para conocer el mundo. Hay un entusiasmo inmenso en lo que lee, en quienes conoce y en lo que se le presenta. Por eso puede asombrarse y ante esa “transustanciación del libro en sentido contrario” que son los libros electrónicos, postular la ecoedición como respuesta a quienes ven a las editoriales como comercializadoras de árboles muertos, y hablar de uno de los deberes de los libreros de ocasión: “purgar su oferta para evitar que los ‘malos’ libros ahoguen a los ‘buenos’”. Hay más, mucho más, en este libro que en el título advierte su tejido hecho con sondeos y un poco de insolencia. Lo verdaderamente injustificado, para quienes están interesados en la cultura editorial, sería no leerlo. Somos hijos de la imprenta y hermanos de la cultura digital. El mundo de la tinta y del hipertexto estimula la sed de lecturas, al menos queremos creerlo; y quienes quieran mirar experiencias librescas, caminos andados en la edición, recordar olvidos de la profesión, tienen a la mano Sin justificar. ¿No son los libros sobre escritura, lectura y edición la querencia de los profesionales del libro? Tomás Granados dice de los libros que son cuerpos a través de los cuales podemos llegar al espíritu y en Sin justificación expone el suyo que, lo notamos claramente, continuará constantemente formulándose la pregunta de su vida: ¿Qué es la edición? Eso está en su equipaje porque es, más allá de una vocación, un destino.
Trama Editorial, Madrid, 2019
Imagen de portada: Tipos móviles. Imagen de dominio público
Cum grano salis se usa para invitar al uso del escepticismo crítico ante cualquier afirmación. [N. de la E.] ↩