Una tormenta que no cesa
No se veía nada en el cielo, sólo un espacio vacío y gris. Luego el sonido del helicóptero se desvaneció y finalmente desapareció, dejando atrás el retumbar de un trueno mientras la tormenta continuaba. Christopher Mlalazi
Gukurahundi es una palabra en idioma shona que refiere a las primeras inundaciones torrenciales que limpian de escombros y paja los lechos de los ríos antes de las lluvias de primavera.1 A principios de los años ochenta Robert Mugabe, entonces primer ministro de Zimbabue, utilizó el término para aludir a la Quinta Brigada, un grupo militar especial al que ordenaría arrasar con los ndebele que habitaban las provincias de Matabeleland y Midlands. Desde entonces el término en shona ha sido utilizado para aludir de manera general al periodo de seis años que duraron las campañas de terror y exterminio. En Huyendo con mi madre, la novela de Christopher Mlalazi (Bulawayo, Zimbabue, 1970) recientemente publicada en español, no se menciona ni una sola vez la palabra gukurahundi, pero es esa misma tormenta la que resuena en cada una de sus páginas. Huyendo con mi madre es una ficción histórica que narra el comienzo de las masacres que el gobierno de Zimbabue llevó a cabo entre 1982 y 1987. Durante ese periodo, bajo órdenes de Mugabe, la Quinta Brigada arremetió indiscriminadamente contra los pobladores ndebeles, la etnia mayoritaria del partido opositor al gobernante, formado principalmente por gente shona. Se calcula que durante el gukurahundi los soldados asesinaron alrededor de 20 mil personas, principalmente ndebeles, además de dejar un inmenso número de heridos, desplazados, torturados y un trauma social que a la fecha no ha podido ser trabajado. El gobierno de Mugabe (1987-2017) nunca reconoció su responsabilidad tras los hechos e incluso se empeñó en silenciar cualquier discusión al respecto. De ahí que en 2012, cuando Running with Mother fue publicada por primera vez en Harare, Zimbabue, el autor haya tenido que dejar su país, acusado por la prensa oficial de espionaje y confabulación contra el presidente. Ganador en 2008 del Premio de Libertad de Expresión Oxfam/Novib PEN por la obra de teatro The Crocodile of Zambezi escrita en coautoría con Raisedon Baya, Christopher Mlalazi obtuvo, al año siguiente, el premio al mejor primer libro de 2008 en los National Arts Merit Awards de Zimbabue por la colección de relatos Dancing with Life: Tales from the Township. En 2009 publicó su primera novela, Many Rivers, y en 2012, Running with Mother, novela traducida al alemán, al italiano y, el año pasado, publicada en español como Huyendo con mi madre, bajo la traducción de Enrique Calderón Savona. La novela inicia cuando Rudo Jamela, una adolescente de madre shona y padre ndebele, se enfrenta intempestivamente a la crueldad de unos soldados de boinas rojas en el camino de regreso de la escuela secundaria que recorría con sus amigas. Tras atestiguar el inexplicable accidente automovilístico de una camioneta de pasajeros vacía, Rudo se acerca a pedir ayuda al camión de soldados que aparece justo después del choque; en principio les habla en ndebele, pero cuando el líder de los soldados —un militar que irremediablemente evoca a Mugabe, ya que tenía lentes de lectura que “lo hacían parecer un maestro de escuela, a pesar de que llevaba una pistola enfundada a la cintura”— se dirige a ella en shona, Rudo le responde en su idioma y explica las dos líneas de su origen étnico. Ésa será la razón por la cual, a diferencia de lo que ocurre esa tarde con sus amigas ndebele y otras personas de su mismo pueblo, los soldados dejan a Rudo con vida y en libertad: la furia de los soldados se reserva para los ndebele. Rudo huye y se esconde en unos matorrales cercanos al camino donde, poco tiempo después, la encuentra su madre, quien ha corrido con la misma suerte debido a su etnia. Juntas comienzan un largo trayecto sin destino, pero con el claro objetivo de conservar la vida. Aunque Huyendo con mi madre da cuenta de las atrocidades cometidas por órdenes del gobierno contra la población civil de Zimbabue, no permanece en el registro de las descripciones minuciosas y la violencia encarnizada. Luego del primer momento de confrontación con los soldados, la fuerza de la narración se centra en la voz de Rudo, una joven de catorce años de aspecto infantil, que percibe y reacciona a un entorno profundamente hostil que debe comprender para sobrevivir. Rudo narra tanto episodios de años anteriores de su infancia, anécdotas familiares y rumores que corrían en su pueblo, Mbongolo, y en los otros pueblos de la zona (ficticia) de Saphela, como los escenarios recorridos en medio de los ataques de los soldados, los gritos que escucha, las torres de humo que dejan a su paso los camiones militares. Christopher Mlalazi encuentra en la perspectiva de Rudo un punto de anclaje para describir, sin prejuicios ni excesos, los sucesos que viven a lo largo de su camino ella, su madre y su tía, hermana de su papá, que se une a la travesía en los primeros capítulos. La inocencia de las víctimas y la injusticia cometida contra ellas se hace aún más patente en la voz de esta muchacha que todavía no participa de la vida política de su comunidad. La manera clara y directa con que Rudo cuenta sus experiencias y juegos del pasado es la misma con la que describe las vejaciones y asesinatos que atestigua; las preguntas más simples se magnifican en el eco que genera la ausencia de respuestas. En ese constante intento por explicarse la situación que atraviesa, por tratar de establecer algún tipo de correspondencia entre sus experiencias anteriores y su presente, la ingenuidad infantil es cada vez menos perceptible en su relato; de hecho, a través de la novela se observa cuán intempestivamente entra Rudo en la edad adulta, tal vez como analogía con la forma en que Zimbabue ingresó a la vida postindependiente. A partir de la voz de Rudo que estructura el relato se dibujan otros dos personajes importantes: el de la madre y el de su tía. “A veces pienso que no se caen bien”, señala Rudo, pero pese a sus diferencias, estas mujeres se cuidan y protegen mutuamente, incluso son capaces de cuidar a otros. Los varones que intervienen en la novela —a excepción de los soldados— se encuentran prácticamente ausentes, ya sea porque aparecen brevemente o porque se sabe de ellos al haber sido torturados, apresados o asesinados. Además, los pocos que figuran, en contraste con los personajes principales de la historia, resultan incapaces de cuidar a otros. Aunque esta oposición tajante parece conflictiva en un principio —en tanto refuerzo de estereotipos— la denuncia general que constituye la novela hace suponer que más bien se trata de un esfuerzo por criticar a un sistema profundamente patriarcal. Huyendo con mi madre puede entonces leerse como la historia de tres mujeres que tratan de escapar del terror y la violencia de los militares, pero también como una posible historia de un episodio fundamental de Zimbabue, cuya vida independiente ha quedado marcada por el mutismo y la falta de reconocimiento de responsabilidad de sus gobernantes. La novela consigue, por un lado, una narración clara y ágil y, por otro, una expresión de denuncia de los crímenes de Estado cometidos por el gobierno de Zimbabue y un paso más en dirección a una futura reparación histórica.
Harper Collins, Ciudad de México, 2020
Imagen de portada: Muñecas ndebele. Fotografía de Sam Robins, 2015
Pedzisai Maedza, “‘Mai VaDhikondo’: echoes of the requiems from the killing fields”, Social Dynamics, vol. 43, núm. 2, 2017, p. 215. ↩