Hace seis años publiqué un artículo acerca de un grupo de jóvenes pedófilos que buscaban ayuda para lidiar con su atracción hacia niñas y niños.1 No había grupos de apoyo ni intervenciones disponibles para ellos, por lo que decidieron organizarse por su cuenta. Platicaban en línea casi todos los días, para ayudarse a resistir la tentación de ver pornografía infantil o comentar temas más mundanos como el futbol o el programa Dexter. Durante dos años hablé con esos jóvenes —adolescentes o de veintipocos años— y viajé por todo Estados Unidos para conocer a varios en persona. Me enteré de su vida, de sus dificultades, de sus esperanzas para el futuro. Aunque la pedofilia tenía un gran peso, era sólo una parte de su identidad. Me alegra decir que la iniciativa funcionó. Muchas personas lograron acercarse a un tema delicado desde una nueva perspectiva, una que preguntaba por qué no estábamos ayudando a esos chicos bien intencionados en su noble esfuerzo por no relacionarse sexualmente con niñas y niños aún más jóvenes. Yo mismo aprendí mucho y sigo aprendiendo. Con motivo de mis reportajes también conocí a la doctora Elizabeth Letourneau, directora del Centro Moore para la Prevención del Abuso Sexual Infantil, perteneciente a la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins. El centro recién había abierto y tuve oportunidad de hablar con Elizabeth acerca de su objetivo de cambiar nuestra óptica sobre el abuso sexual infantil para verlo como un asunto prevenible y no algo que solamente puede abordarse a través del sistema de justicia penal, después de consumado el hecho. La presenté con los jóvenes con los que había estado en contacto y ella aprovechó sus experiencias como contribución para estructurar el programa preventivo Help Wanted (Se solicita ayuda), un curso de apoyo en línea para adolescentes y adultos jóvenes que se sienten atraídos hacia niñas y niños. Elizabeth y yo hicimos amistad desde entonces y estamos escribiendo juntos un libro sobre prevención del abuso sexual infantil. Ahí examinamos los espeluznantes delitos sexuales contra niñas y niños que dieron lugar a las leyes modernas contra infractores sexuales y la manera en que las políticas resultantes afectan a las personas que son ingresadas en el sistema. Muchas cosas han cambiado desde que nos conocimos en 2013, así que quise sentarme con Elizabeth a hablar de lo que ha sucedido en los últimos siete años y qué le depara el futuro a su campo de estudio.2
Hay algunos conceptos básicos que tú y yo ya conocemos, pero de los que no tenía plena conciencia cuando empecé a hacer reportajes sobre este tema. Me parece que es importante que queden claros para la gente que no está todo el día pensando en pedófilos y abuso sexual infantil. Comenzaré con algunas preguntas que nos sirvan de orientación. ¿Cuál es la diferencia entre un pedófilo y un abusador de menores?
La pedofilia es la característica de sentir interés sexual por niñas y niños prepubescentes. El público en general supone que cualquiera que tiene un interés sexual en niñas y niños actuará movido por ese interés, pero no es así. El abusador de menores se caracteriza por haber tenido prácticas sexuales con una niña o un niño, tenga o no interés sexual en ellos. Lo que mucha gente no sabe es que de los adultos que han cometido abuso sexual infantil, sólo la mitad, aproximadamente, parece tener un fuerte interés sexual por los menores. Pero hay otras maneras de llegar a eso. Pongamos el ejemplo de un padrastro que pasa mucho tiempo en casa con su hijastra preadolescente. Le gustan más las mujeres maduras, pero por la comodidad de tener cerca a esa joven y quizá por ser insensible al bienestar infantil no se detiene y la ataca sexualmente, aunque cualquier prueba demostraría que tiene una marcada preferencia por las mujeres adultas como compañeras sexuales. Así que hay diferentes razones por las que una persona llega al extremo de cometer un abuso sexual infantil y también diferentes maneras en las que ocurre.
¿Por qué es importante distinguir entre comportamiento y atracción?
Muchas personas tienen intereses o fantasías sexuales que nunca llevan a la práctica. Hay mujeres que reconocerían que algunas de sus fantasías pueden tener que ver con la falta de consentimiento, pero jamás se pronunciarían a favor de que se viole a una mujer. Hay hombres que tienen fantasías sobre cosas que nunca harían en la vida real. No es raro. Pero hemos asociado mucho la pedofilia con el acto de abusar sexualmente de una niña o un niño. Los periodistas lo hacen todo el tiempo. Cuando hablan de abuso sexual infantil usan la palabra pedófilo incorrectamente. No tienen idea de cuáles son los intereses sexuales de la persona de la que se trate, pero usan esa palabra en vez de una más adecuada que denote el comportamiento que ocurrió sin establecer supuestos sobre el porqué de ese comportamiento. El otro motivo es que podemos necesitar distintas intervenciones preventivas dependiendo de cada persona. En el caso de personas con interés sexual en niñas y niños, las intervenciones pueden incluir planteamientos como qué hacer cuando tu excitación se centra en algo a lo que no puedes ni debes tener acceso y te has propuesto nunca tenerlo o qué hacer con el estigma que conlleva la pedofilia. Esos tipos de intervenciones preventivas serían inútiles para alguien que no siente atracción hacia menores, pero de cualquier modo está en riesgo de incurrir en comportamientos sexuales con ellos. Tenemos que idear diferentes intervenciones preventivas y no podemos confundirnos con respecto a cuáles son los factores de riesgo.
¿Qué sabemos específicamente sobre la pedofilia? ¿Cómo es que alguien “se vuelve” pedófilo?
No sabemos gran cosa. No ha habido mucho apoyo para el tipo de investigación biológica básica que se necesita. Lo que sabemos es que, como otros aspectos de nuestra sexualidad, el interés sexual en niñas y niños surge en la pubertad, entre los doce y los trece años, cuando cobramos conciencia de cuáles son nuestros intereses sexuales. Se ha hecho algo de investigación sobre el cerebro, tratando de determinar qué pasa neurológicamente. Los datos indican que es algo con lo que se nace o que se desarrolla en una etapa muy temprana de la vida. El psicólogo James Cantor usa el término “neuroperturbación”. Algo se tuerce cuando nos estamos formando en el vientre materno y no sabemos qué es. Y podría ser más de una cosa. Tomemos como ejemplo la investigación sobre esquizofrenia, para la que existen varias vías. Una de ellas es que la madre haya desarrollado un trastorno autoinmunitario durante el embarazo, lo que aumenta las probabilidades de que, algún día, la persona que nace desarrolle esquizofrenia. Es una buena noticia, porque entonces podemos adoptar medidas para que las mujeres embarazadas no padezcan trastornos de esta clase. Sin embargo, eso sólo explica cierto porcentaje de la esquizofrenia, no todos los casos. Del mismo modo, puede haber más de una manera en que la gente llegue a tener interés sexual en niñas y niños, pero definitivamente parece ser algo con lo que se nace, al menos en la mayoría de los casos.
Solía ser renuente a establecer una relación entre la pedofilia y la orientación sexual, pero ahora me parece ridículo. Por supuesto que es una orientación. Creo que, en gran parte, esa renuencia se debía a los estereotipos negativos del gay adulto que se aprovecha de chicos jóvenes. Ahora bien, cuando digo que es una orientación, la agrupo en la misma medida con la heterosexualidad y con la homosexualidad. Sólo que en vez de género, es una orientación basada en la edad. ¿Cuál es el consenso al respecto?
Ahora hay muchas personas que se sienten cómodas diciendo que se trata de una orientación. No soy una de ellas. Soy extremadamente sensible al hecho de que mucha gente ha usado la homosexualidad para explicar, por ejemplo, la crisis del abuso sexual infantil en la Iglesia católica. Mi verdadero temor sobre ese lenguaje es que la gente se aprovecha y lo usa para promover sus propias causas homofóbicas. Mi padre es católico —a mí me criaron como católica— y de vez en cuando me envía cartas de obispos de algún país que dicen que lo único que hace falta es expulsar a los homosexuales de la Iglesia para acabar con el problema del abuso sexual infantil en ese ámbito. Es una respuesta fundamentalmente viciada y homofóbica. No hay otra manera de decirlo. Así que aún no he adoptado esa postura, pero en buena medida porque me da miedo que se use de alguna manera para dañar a personas que son homosexuales.
Es difícil lo que mencionas sobre el trabajo de James Cantor y lo que ocurre durante el embarazo. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) define la pedofilia como un trastorno, tema que tocamos en 2013 cuando hablamos de las posibilidades de recondicionamiento sexual y los problemas que acarrea. Me preocupa que algunas formas de referirnos ahora a los pedófilos suenen obsoletas y deshumanizantes en el futuro. Algo similar a la manera en que se hablaba de las personas gays en los años cincuenta. Sólo que en este caso hay víctimas en potencia, por lo que es un asunto espinoso.
Es muy espinoso porque se trata de un interés sexual por el que no puedes dejarte llevar sin causar daño. Eso no pasa con la homosexualidad. De ninguna manera nos gustaría encontrar un gen que cause la homosexualidad para poder eliminarlo de un feto antes del nacimiento. Sería un crimen de lesa humanidad. Sin embargo, yo, como tú, he hablado con muchas personas que tienen un interés sexual en niñas y niños, y algunas de ellas han llegado a identificar ese rasgo como una parte importante de quiénes son. En cambio, no he conocido a mucha gente que se negaría a aprovechar algo que la hiciera cambiar e interesarse en sus pares y personas adultas. ¿Cómo puedes tener una sexualidad sana y feliz cuando aquello que más te interesa es inalcanzable? Nuestro objetivo es diseñar intervenciones que ayuden a mantener a la gente a salvo, pero que también contribuyan a su salud y bienestar físico y mental.
¿Cómo son esas intervenciones desde el punto de vista de la prevención?
Lo que me gusta hacer con quienes no están acostumbrados a pensar en la prevención del abuso sexual infantil es recordarles que existen excelentes mecanismos de prevención que todos conocemos bien: los guantes quirúrgicos, las sillas de bebé para el auto y la vacuna contra la polio. Son cosas que hoy nos parecen obvias, pero en su momento enfrentaron mucha resistencia. En el Centro Moore hemos diseñado dos intervenciones preventivas. Una es para estudiantes en edad de asistir a los primeros años de la escuela secundaria, porque son edades críticas para inducir a niñas y niños más jóvenes a tener actividad sexual: alrededor de la mitad de los delitos sexuales contra menores prepubescentes son cometidos por niños apenas unos años mayores. Es un plan de estudios que explica las diferencias de desarrollo entre niñas y niños de más edad y los más pequeños. Tras las primeras sesiones se plantea por qué no debemos tener actividad sexual con niñas y niños de menor edad. La otra es nuestra intervención Help Wanted (Se solicita ayuda), que se lanzó en línea en marzo. Está diseñada para jóvenes con interés sexual en niñas y niños, tanto adolescentes como adultos jóvenes. Se compone de cinco sesiones sobre qué es el abuso sexual infantil y por qué es dañino, aunque pueda parecer que no se lastima inmediatamente a la niña o el niño. Fue espléndido que algunos sobrevivientes participaran prestando su voz para esta intervención. Antes del diseño, también nos reunimos con muchas personas que tienen interés sexual en niñas y niños. Les preguntamos qué les habría ayudado cuando eran más jóvenes y nos respondieron que se necesitaban modelos de conducta positivos. No hay a la vista nadie más que el hombre que ha delinquido. Tuvimos la fortuna de encontrar a muchos modelos de conducta positivos dispuestos a prestar su voz a la intervención.
¿Por qué enfocarse en adolescentes?
Me quedaba claro que para recibir apoyo financiero y de mis empleadores el enfoque en los chicos es simplemente más atractivo. Por otra parte, si lo que quieres es prevenir, se trata de hacerlo de manera oportuna. Un componente fundamental de los programas de prevención eficaces es el momento correcto. Si quieres apoyar a gente que tiene un interés sexual en niñas y niños, el momento oportuno es al inicio de la adolescencia, cuando los chicos empiezan a darse cuenta de que eso forma parte de su sexualidad. La prevención sigue siendo posible cuando la gente tiene veinte, treinta, cuarenta u ochenta años, pero para obtener el mejor resultado hay que intervenir desde el principio. Se trata de estar ahí antes de que un niño resulte dañado o inflinja un daño. Es una cuestión lógica.
El área de estudio se ha transformado desde que nos conocimos. En aquel entonces me dijiste que la idea de modificar la mentalidad y pasar de la justicia penal a la prevención sería como crear conciencia con respecto a fumar: llevaría veinte años cambiar la manera en que la gente considera este asunto. Entonces me pareció una eternidad, pero ya pasaron siete años. ¿En qué van las cosas?
Ahora están surgiendo algunas posibilidades realmente interesantes. Hay fundaciones que están considerando inversiones más cuantiosas en tareas como identificar la prevalencia del abuso, la verdadera prevalencia del interés sexual en niñas y niños y, aparte, los comportamientos sexuales con niñas y niños. No sabemos cuál es esa prevalencia y necesitamos saberlo. Otra fundación está contemplando una fuerte inversión en el diseño de intervenciones eficaces para prevenir el abuso. Son cosas que apenas empiezan a plantearse. Algunas, tal vez varias, parecen habernos llevado a una mentalidad preventiva que simplemente no existía hace cinco años.
El libro que estamos escribiendo se dirige al público en general. ¿Qué tan importante es convencer a dicho público de este tipo de ideas?
Mencionaste la lucha contra el tabaco. Eso fue posible únicamente gracias al firme convencimiento del público. Al principio era algo así: “¿No quieres que te dé cáncer de pulmón? Entonces no fumes.” Pero pronto quedó claro que no bastaba con eso. No ayuda en nada a los fumadores pasivos, ni tampoco hace lo suficiente por las personas con adicción al tabaco. Lograr que la gente tenga una comprensión más amplia del abuso sexual infantil como algo que se puede prevenir y no algo inevitable es absolutamente indispensable para generar un mayor apoyo para este tipo de trabajo. No creo que se pueda exagerar con respecto a la importancia de llevar al público de nuestro lado mientras transformamos el enfoque para pasar del ex post facto a la prevención.
Imagen de portada: Mariana Magdaleno, de la serie Sombras, 2018. Cortesía de la artista
Traducción de Virginia Aguirre.