En ciertos contextos decir que algo es producto de la fantasía significa que se trata de una invención comprensible solo a través de la imaginación del otro. Lo que refiere pertenece a una mente ajena a la nuestra y, por tanto, dada su difícil comprobación, no es real. Esta frase hecha puede que siga teniendo vigencia en la cotidianidad, pero en el arte —por fortuna— no resuena de la misma manera. Que algo provenga de la fantasía en la literatura significa que surge de un territorio en donde las representaciones aceptadas se reinventan y se desdoblan; donde caben las fusiones posibles de las formas, aun las más extremas, intuitivas y oníricas, que han sido negadas por la realidad conocida; donde coexisten fuerzas ignotas que dan vida a nuevas naturalezas. Su validación queda en un plano inferior.
¿Por qué dudaría yo de la capacidad de vuelo de un dragón o de la efectividad de una pócima para transformarte en animal o del filo de una espada forjada por gigantes? Caballería mutante. Literatura fantástica cubana es una antología de relatos que refrenda la existencia de mundos paralelos donde la luz del Caribe atraviesa las sombras de la Tierra Media. Mundos que están en constante disputa, a veces en busca del honor, otras de la justicia o la sobrevivencia, y en algunos más, pareciera que por el simple deseo de ver todo arder. Las consecuencias de estas luchas se reflejan en los habitantes, los cuales han tenido que mutar, adaptarse a las condiciones y encontrar subterfugios radicales para imponerse a las circunstancias. Con la guía de Yoss y José A. Cantallops, antologadores, lectores experimentados que practican y promueven este género desde hace décadas, podemos arribar prevenidos a esas geografías de fauna extravagante (criaturas emplumadas, sirenas, bestias e incluso fantasmas) y climas agrestes (ríos de lava, nubes tóxicas e islas envueltas por niebla).
Sin dejar de lado que la historia de la literatura fantástica cubana tiene atisbos claros en las manifestaciones orales, concretamente la imaginación insular mostraría sus primeras poéticas en la antología Cuentos cubanos de lo fantástico y lo extraordinario (1968), hecha por el escritor Rogelio Llopis. Pero el carácter disruptivo, a contracorriente de las tendencias realistas y, por tanto, de la narrativa oficial, volvía al género parte de un discurso “problemático”. Ante la poca apertura política en los años setenta, fue la ciencia ficción soviética la que encuentra una grieta en el muro y logra mantener la flama encendida con las traducciones de editoriales como Raduga, Mir y Progreso. La influencia que pudo tener la injerencia de una imaginación fantástica ambiciosa como la de la URSS, que desde entonces clavaba el ojo en el espacio y la cibernética, pareciera corresponder a lo prolijo de los estilos y las propuestas de estos cuentos, a cargo de autores noveles que nacieron en los ochenta y noventa (salvo uno de los antologadores, Yoss) y que son parte de una generación interesada en los géneros especulativos. Algunos de los escritores son leídos por el fandom, pero para otros se trata de su primera publicación.
El libro está dividido en secciones que son al mismo tiempo una muestra de la riqueza de los llamados subgéneros de la fantasía: heroica, de la tierra moribunda, épica realista, slipstream (que conjunta ciencia ficción y extrañeza), bangsiana, erótica y urbana. Tanto el prólogo como la presentación de cada sección son un recorrido valioso, documentado a través de los títulos y autores que han marcado la fantasía en la literatura dentro y fuera de Cuba. Especialmente en los cuentos iniciales se perciben dos nociones que dialogan con la tradición. La primera tiene que ver con la representación de los cuerpos: el espíritu de Conan el Bárbaro, la creación más popular de Robert E. Howard y arquetipo fundamental de la fantasía heroica, cuyas bases terminaron de constituirse con los relatos que este autor estadounidense publicó originalmente en la icónica revista Weird Tales, se pasea por las páginas de Caballería mutante. Varios de los protagonistas de estos cuentos replican las características físicas de Conan, que si reconocemos es porque han sobrepasado al personaje. En “El final de Rusko el Rojo” se lee:
El adalid alto y musculoso de mandíbula cuadrada, cabellos de fuego y ojos de esmeralda. El hábil espadachín, el héroe sin miedo, el mayor bebedor de los seis reinos… y, aunque no se vanagloriase de eso, como tampoco lo hacía de ninguna de sus otras cualidades, el gran amante, en cuyo lecho soñaban pasar la noche todas las muchachas.
O más adelante, en “La herencia del primero”: “Todo en él era magnífico: su forma de moverse bajo la guardia del enemigo […] Esgrimía las armas como extensiones de su propio brazo y, al luchar, sus músculos se tensaban como cuerdas, mostrando la fuerza que latía bajo ellos”. Y también en “El ojo de Freegh”, donde las jerarquías masculinas se ponen a prueba: “Tras desplazar a empujones de su sitio a la pareja de pulseadores borrachos, los nuevos rivales se situaron uno frente al otro, abrieron ampliamente las piernas, entrelazaron las manos derechas, se sujetaron del barril con las izquierdas y, entre gruñidos, comenzaron a forcejear”.
La segunda de las ideas relativas a la tradición tiene que ver con el lenguaje elegante, y por momentos histriónico, que termina de concretar a figuras centrales masculinas como la antes mencionada. En “El robo” leemos: “—¡Cállate ya, rata de cloaca! Tu perfume no disimula el hedor de tu alma podrida. El peor ladrón que hay entre estas cuatro paredes eres tú mismo”. Y en “Leyenda empeñada”: “—Es un placer tenerlo por aquí tan temprano, mi distinguido señor —el anticuario siempre insistía en darle un trato personal. Le hacía sentir bien que lo tratara con tal sumisión”. Sin embargo, también están presentes las relecturas; se percibe la apropiación del género y, como resultado, una afirmación más genuina de la fantasía caribeña. En “El héroe elegido”, un hombre que reniega de su heroicidad, acompañado por su dragón, atraviesa ríos de lava con la misión de matar a un criador de dragones asesinos. “¡Saca la cabrona espada y mata al bicho ese! ¡Si no es más que una rana con alas, maldito viejo cagón!, me gritó a través de la Piedra Vigía el mago Marlik, tibio, cómodo y bien seguro… en mi propia casa. Hijoputa”.
Una sensación de frescura es perceptible cuando los cuentos tienden a la hibridación, donde la magia y la fuerza oscura conviven con los escenarios distópicos o las figuras clásicas de lo fantastico; “o lo contrario”, dicen los antologadores, “un mundo lleno de magia, pero enriquecido con algunos artilugios de la ciencia ficción”. Se trata de una variante en la que destacan obras de China Miéville, Haruki Murakami y Stephen King. Es el caso de cuentos como “Día del desembarco” o “Amarás a tu madre por encima de todas las cosas”. En este último, por ejemplo, la narración se focaliza en una niña de diez años que atestigua bombas que caen del cielo (y que han destruido la ciudad), y con su madre, se cuidan de ratas inteligentes: “Mamá se sienta en el portal, entre las maderas, entre los horcones medio destruidos y husmea el aire, no siente el olor de las ratas, Anisha tiene permiso para correr hasta los límites de su mundo”.
Quizás el relato que más arriesga y confronta la tradición es “La ruta de la sal”, en la sección de fantasía erótica. En él las motivaciones de los personajes no se concentran en la fuerza ni en manifestaciones de virilidad, sino en la exaltación de la experiencia:
El mar la integraba […] El fuego en su bajo vientre se avivó. Ella besó la espuma […] Tanteó su propio cuerpo como si fuese un objeto recién descubierto. Las yemas de sus dedos, con indicios de arrugas, serpentearon bajo el vestido, se enredaron en los vellos púbicos. Frotó, sabia, aunque con movimientos nunca antes ensayados, su intimidad caliente e hinchada.
Al enfocarse en lo sensorial, la voz narrativa de este cuento expone un contraste que se antoja es una respuesta a la proliferación de un arquetipo masculino que focaliza sus deseos en la demostración de su poder y en el intento por conservarlo. La apuesta, en este caso, es romper con ese molde.
Si bien en esta antología lo cubano no se relaciona tanto con la geografía —como sucede en Casas del Vedado (FCE, 2022), de María Elena Llana, o en Los hijos de la Diosa Huracán (Grijalbo, 2019), de Daína Chaviano—, el mundo de las Antillas halla su esencia en la búsqueda de la hibridación de los géneros y en la recepción de elementos fantásticos de otros países que permiten la reinvención del canon local. Este diálogo dota de más brillo a la que creo que es el eje de esta literatura: la música de la oralidad cubana, que irrumpe en escenarios distópicos, en tiempos cuya distancia apenas podríamos reparar de tan lejana. Una voz que plan- tea la posibilidad de que, con todo y las catástrofes por venir que nos muestra la narrativa de anticipación, el lenguaje prevalecerá como una ventana al pasado que perteneció a una especie que ya no existe.
En los forros de Caballería mutante podemos ver una pintura del artista cubano Dalton Gata García: dos criaturas biformes compuestas cada una por el cuerpo de un caballo y la cabeza de una mujer —una afrodescendiente y otra rubia—, dotadas de un hermoso cabello, se encuentran en un valle de suelos rocosos y rodeado de montañas, con un cielo púrpura de fondo que sugiere un atardecer caluroso. Desde esa ilustración se nos adelanta que el imaginario fantástico de Cuba, forjado por nombres como el de Piñera, Llana, Tamayo, Díaz Llanillo, Chaviano o el mismo Yoss, es una invitación a reconocer la transformación. Las nuevas plumas parecen seguir un camino propio, donde resalta más la capacidad de creación de orbes complejos en su estructura que su posible eco con la coyuntura social, como sucedía en otras generaciones pasadas. O quizá solo sea una manera más de celebrar el encuentro con nuevas formas de narrar. Explorar ese espacio donde lo imposible, lo oculto o lo diferente tiene cabida es comenzar a desmoronar lo que se cree inalterable.
Elefanta Editorial/Universidad Veracruzana, México, 2023
Imagen de portada: Rafael, San Jorge y el dragón, 1504. Musée du Louvre