El continuo recurrir a los animales en esta exposición tiene como intención indicar el lugar en la estrategia del nuevo concepto de belleza que deseo proponer. Hemos comenzado ya a tratar antes el tema de la belleza, como proto-belleza o la belleza que captan aun los animales y ahora debemos entrar de lleno en la cuestión. Se trata de la tesis originaria de esta obra (en su momento sustantivo, no en el crítico que viene después), porque fundamenta todos los desarrollos posteriores, aun los más críticos, populares, liberadores o descoloniales en estética. La cuestión la he reflexionado durante decenios aunque nunca lo había descrito claramente, pero al final ha llegado a una claridad mínima para poder ser expuesta, después de haber buscado otras sendas de soluciones que se fueron manifestando como parciales, o no suficientemente explicativas. Tendré en cuenta las reacciones críticas de los lectores ante la compleja explicación de lo que sea la belleza ligada a la cuestión del gusto, o del sentimiento ante la belleza, en una relación dialéctica de mutua complementariedad semántica. Deberemos sabernos mantener siempre en la tensión dialéctica entre los dos términos de la relación de (1) con (2), y recíprocamente de (2) con (1). Donde uno (1) es la subjetividad con capacidad de emoción sensible o de sensibilidad estética, el gusto de un sujeto viviente, y dos (2) es la objetividad, la sustantividad de la cosa real (o ficticia) donde se dará la belleza.1
Si hemos contado con la capacidad de captar la belleza en un mundo–pobre (como lo analiza Heidegger: “das Tier ist weltarm”) de los animales, en el ejemplo muchas veces repetido del canto del gallo al amanecer o el pavorreal ante las hembras, es porque necesitamos de una certidumbre acerca de la experiencia del momento prístino, originario, radical en que se establece la belleza, y el animal, he repetido, nos muestra un sendero, una proto-experiencia. El gallo (1) enfrenta al sol (2) (flecha a del diagrama). Una subjetividad animal se sitúa ante una cosa real de suyo.2 No actualiza en su cerebro el animal la realidad misma de la cosa real, pero experimenta instintivamente el calor, la luz que deja atrás la noche peligrosa, fría, que imposibilitaría la vida de prolongarse mucho tiempo. Capta al sol en sus propiedades físicas como condiciones necesarias para la afirmación, reproducción y crecimiento de su vida, porque le permitirá recuperar energía y materia que ha consumido en el proceso entrópico de la misma vida animal. Vincula naturalmente desde su organización cerebral suficientemente desarrollada la relación “sol/fuente de la propia vida”, así como puede igualmente el niño captar la relación del chocolate como comida que alimenta, es decir, que puede recuperar energía y materia consumidas en el acto mismo del metabolismo entrópico de la vida. En el primer caso, el calor del sol naciente lo siente el gallo en su corporalidad animal; en el segundo, siente el ser humano (es un acto de la sensibilidad, de la áisthesis) el chocolate al tocar (taste, no hay que olvidar la cuestión clásica del “juicio de gusto”, taste judgement, de los empiristas ingleses o de Kant), al entrar en con–tacto (del tacto-con) con las papilas gustativas siendo probado (juzgado, compulsado, verificado, exigiendo pruebas) en sus propiedades físicas y al mismo tiempo como condiciones de ser alimento, es decir, susceptible de ser incorporado (digerido) a la corporalidad viviente para producir energía y regenerar materia, y evitar comer un veneno causa de enfermedad, malestar o muerte. El modo como prueban las papilas gustativas esa substancia de la cosa real se llama gustar (como verbo o acción de probar su contenido); es el gusto. El gustar es entonces una prueba que se efectúa para verificar la capacidad alimenticia de la cosa real. La conclusión de esa acción se obra en un juicio de aprobación del buen (bello) gusto o su desagrado (su rechazo). Decir bello alimento es sinónimo de saludable. Ello producirá en la subjetividad del viviente un entusiasmo, una alegría, una emoción, un acto de sensibilidad positiva de aprobación acerca de la sustancia de lo probado. Esa emoción o sensibilidad de gusto regocija, es gozosa, es una fruición muy especial de toda la corporalidad, que pareciera que todos los componentes de la corporalidad cambian positivamente de tono, se alegran, se excitan nervios de la sensibilidad, se agita el corazón enviando más sangre a los pulmones para que rieguen con más oxígeno todos los órganos del cuerpo. Parecen todos los componentes de la corporalidad comenzar a cantar el “Canto de la alegría” de la Novena sinfonía de Beethoven. Ese impacto subjetivo es la emoción o el sentimiento estético del gusto, la esencia de la estética; lo contrario al disgusto. Es la llamada áisthesis.
Es así que mientras tanto ha surgido algo nuevo en la objetividad de la cosa real como condición de vida, como fuente de vida del viviente. Se ha transformado de mera cosa real, existente, parte del cosmos y aun del mundo, en una cosa bella. Ahora porta una nueva determinación que la subjetividad le ha agregado como aspecto sólo descubierto y vivido gozosamente por el viviente, en tanto fuente de su misma vida y fuente al mismo tiempo de la emoción que se produce en ella de poder seguir viviendo. Ahora la cosa real, a más de ser real es bella, es portadora de belleza para un ser viviente.
¿Qué es entonces la belleza inicialmente percibida del sol por el gallo, y la belleza humana de una porción de chocolate para el niño? Es el nuevo estatuto, la nueva determinación, el nuevo descubrimiento de la misma cosa real en alguna de sus propiedades físicas que son captadas por el viviente como condiciones de posibilidad de la potenciación, del crecimiento, de la realización de la vida o de una mejor la vida; es decir, como fuente u origen de la vida del viviente. La alegría de ese descubrimiento es sensiblemente vivida como gusto, como agrado de un sentimiento expresado en un juicio por el niño, como por ejemplo: “¡Me gusta el chocolate!”, o cuando el gallo, ante la belleza de una aurora del sol naciente, despierta a todo el gallinero “cantando al sol” (y también despertando a algunos vecinos quejosos que desean seguir durmiendo, que por ello lo insultan por la irreverencia de hacer tal ruido a esas horas). ¿Qué origina en un animal el cantar al sol? ¿Qué causa que el niño una vez probado el gusto del rico o bello alimento tiene como efecto que ya no lo olvide (puede quizá olvidar una fórmula matemática en la escuela pero no su chocolate; la memoria responde al gusto más que a las meras convicciones abstractas) y que repetidamente en el futuro se lo pida a sus padres? Ciertamente esa causa es el gusto por la belleza del chocolate. La belleza genera el gusto-por, y al mismo tiempo genera el gusto mismo, como un signo sensible subjetivo que promueve la objetividad, porque indica que la cosa real es fuente en el presente y podrá causar en el futuro nueva energía y materia, de lo que muy posiblemente el niño nunca tendrá conciencia, pero habrá sentido en toda la estructura de la sensibilidad cerebral el efecto: la emoción estética (áisthesis).
Existe entonces un círculo, mejor una espiral, en la que cada término es una determinación determinada determinante, Marx dixit. El sujeto viviente necesita reponer energía y materia consumida por el metabolismo vital (1. primera determinación determinante). La cosa real (o ficticia) tiene las propiedades físicas que ante el viviente son interpretadas como condiciones de vida (2. segunda determinación determinada por 1. y determinante de 3.). El sujeto viviente descubre en la cosa real esas condiciones como fuente de su vida, lo que se capta como belleza (3. tercera determinación determinada por 2. y determinante de 4.). La belleza que determina al sujeto estético como emotivamente gozoso, gustoso o alegre por la constatación de la posibilidad de seguir viviendo gracias a la apropiación y subsunción (en el comer como ingestión) de la cosa real fuente de su vida (4. cuarta determinación determinada por 3.). La espiral continúa al determinar el gusto (4.), que es la siguiente determinación de una cosa real susceptible de ser nuevamente interpretada como fuente de más vida, la belleza segunda. El consumo determina la producción del producto, porque crea el deseo de apropiación de la cosa bella.
Opinamos que se ha logrado una inicial descripción de la esencia de la belleza. La belleza es un modo, una manera, una forma de captar o interpretar (una hermenéutica entonces) la cosa real (o ficticia) como fuente de la vida del sujeto viviente que prueba (el probar es propio del gusto) a la sustancia misma de la cosa real (su sustantividad) en tanto que bella, es decir, que se presenta como portadora de belleza. No es un valor, ni propiamente una cualidad, sino la sustancia misma en tanto fuente de vida real. La belleza aparece o sólo se descubre en la relación con el gusto (como sentimiento) del sujeto viviente en contacto con la cosa real captada o interpretada3 como bella.
La vivencia en el tiempo de la belleza. El segundo y tercer momento de la áisthesis
La áisthesis o la actual emoción del gusto ante la belleza es nada menos que el sentimiento gozoso del sentir el contenido (Inhalt), actualmente la vida humana misma realizándose. Cuando el ser humano es feliz (felix homo) vive su vida sentidamente, es decir, bellamente. Es la “buena vida” (Sumak kawsay4 quechua) de los pueblos originarios de nuestra América. Esta vivencia o emoción toma su tiempo. En un primer momento, se capta en la realidad misma el origen de la posibilidad de la vida propia y por ello emerge el gozo de la vida posible. El sol naciente ante todo viviente. Pero inmediatamente se pasa, en el tiempo, a un segundo momento, es la vigencia de esa substancia real que comienza a desarrollar su presencia. El sol comienza a calentar en la luz del día a la corporalidad enfriada en una noche invernal; toma tiempo. O como cuando alguien come un chocolate y éste comienza a ser efectivamente digerido, sintiendo el viviente el efecto de la energía y la materia recuperada. Es el gozo del consumir e incorporar a la corporalidad viviente esa energía y material necesarios para el vivir. Es un subsumir lo que el cuerpo no era (lo que come) incorporándolo por ese consumo como su propio cuerpo. En el proceso de dicha subsunción se goza la belleza del alimento.
Una vez consumida la fuente de la vida el sujeto viviente goza todavía el alimento recién asimilado, pero comienza el tercer momento: la vivencia de la satisfacción de lo que ha repuesto lo que la vida consume en su acto de vida. Ese acto de vivir es la actualidad de la vida misma. Satis-fecho (lo “hecho” de manera “suficiente”), está la corporalidad feliz, gozosa, cumplida. Es el tiempo para emprender otras acciones cotidianas, entre las cuales puede estar el trabajo; pero es un trabajo como creación y prolongación de la vida; es una satisfacción, porque es la vida que se realiza en otros menesteres creativos. Es lo que Marx llamaba el trabajo como creación artística y no como alienación y sufrimiento inmolado en beneficio del que paga un salario. Es el trabajo como creación fruto de la creación bella del trabajador. Este tercer momento dura en el tiempo hasta que la corporalidad viviente necesita nuevamente alimentarse. Es el hambre, de la cual habla Ernst Bloch al comienzo del Principio esperanza. Un hambre humana y feliz, del que tiene asegurado el poder volver a comer estéticamente. No es el hambre del que debe luchar para comer para no morir en la injusticia que no es el gozo del hambre que sabe que tiene para comer y que continúa un ritmo estético. Y el ritmo permite volver a sentir el gozo del comer, como una espiral creciente. Por ello la celebración comunitaria de la fiesta popular es un momento supremo de la estética en el tiempo, porque se goza la compañía de los otros junto al consumo gozoso del alimento por un prolongado tiempo, el tiempo de la fiesta. Momento culminante de la estética.
La temporalidad de la belleza tiene una duración y un ritmo. Por lo que todas las expresiones de las estéticas particulares (la arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la literatura, el cine, etcétera) tienen su tiempo (el relato, la melodía, etcétera) y un ritmo, ya que sin ritmo (que ningún instrumento marca como el primero de ellos: el tambor) sería la monotonía de un mismo tema, color, sonido, perfume, etcétera, que al final el cerebro borraría no sintiendo nada en su indiferenciación. La belleza retorna en la ruptura del ritmo y el nuevo momento que capta la atención del viviente en la temporalidad del continuo / discontinuo… como la vida.
Texto inédito de la obra en la que el doctor Dussel está trabajando actualmente, que llevará por título Dieciséis tesis de estética.
Imagen de portada: Armando Fonseca García, Fuente, 2019
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En el Diagrama se indica en A, y con las flechas a, b y c, que forman el triángulo fundamental (como Grund o fundamento de toda la estética); es decir, será el punto radical de partida de la descripción de esta Estética de la Liberación. ↩
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El de suyo nos indica que la cosa es real, de acuerdo con X. Zubiri, aunque no hubiera subjetividad alguna que la experimentara, y de hecho hubo sol antes que vida en el planeta Tierra. ↩
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Repitiendo. No es una interpretación teórica abstracta ni moral (práctica), sino estética, es decir, determinada por la sensibilidad, por el sentimiento emotivo del gusto. ↩
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Quizá debiera traducirse al castellano como “vida feliz”, aunque posee en los pueblos originarios un sentido ético-estético simultáneamente. ↩