Extraño cosas, pero ya no lo digo. Mis palmas
yacen abatidas contra las ráfagas que se alejan.
Escucho a los loros salvajes mientras corro entre los sicomoros del parque.
Camino incómoda en mis jeans y me pregunto si los agujeros
los hice yo. Pienso en algunas cosas
para no pensar en otras: pizza, poesía, aspirina.
Desayuno huevos fritos en un plato con forma de manos de hombre.
Los esbeltos anillos de oro en sus dedos son todavía míos. Me tengo
a mí misma para recordar mi propio amor, eso es todo.
Amarro pequeños triángulos de vidrio a un hilo que cuelga de mi cuello,
y algunos dicen que es lindo. Cuando mi madre no reconoce
las joyas que me adornan, esperanzada, me pregunta si son nuevas.
Y aunque soy mexicana y siento intensamente y hago bromas pesadas
Dios todavía me debe un trago por cada vez que la mujer que debería ser
muere. Cuando digo por favor ya no significa por favor. Algunas palabras
le pertenecen a ciertas personas y ninguna de ellas eres tú.
Hoy tengo ganas de bromear en lugar de pretender que escribo
buenas canciones, y estoy enojada con la palabra debería. Pienso en palabras
para no pensar en lo que pierdo, o en todas las plumas que quedaron en el porche.
Quiero abrir la puerta de la entrada y ver a un pájaro intacto, esperándome
sobre el tapete como si yo fuera Blanca Nieves, aunque tuviera tenedores oxidados
en lugar de alas. Alguna vez oí que el mundo nos rompe en pedazos a todos
y después muchos son más fuertes en los lugares rotos. Ojalá
que una mujer diferente despertara en mi lugar.