A veces titulado en hebreo Cohelet, “El asambleísta” —como se autonombra quien dice yo en estos versos—, a veces Eclesiastés o Eclesiástico —siguiendo la traducción griega— e incluso el Libro del predicador, este conocido episodio de la Biblia se encuentra entre los Libros Sapienciales. Por tradición, se atribuye al rey Salomón, entregado a la melancolía de quien lo ha visto todo en sus años de vejez. El mismo rey habría escrito durante su juventud El cantar de los cantares, que celebra la vida y el amor, entre otros libros sacros. Escogimos el fragmento inicial.
Razonamientos de Cohelet, hijo de David, rey de Jerusalén:
Vanidad de vanidades, dijo el Cohelet; vanidad de vanidades; todo es vanidad. ¿Qué provecho saca el hombre de todo por cuanto se afana debajo del Sol? No hay nada bueno. Pasa una generación y viene otra, pero la Tierra es siempre la misma. Sale el Sol, se pone el Sol y corre con el afán de llegar a su lugar, de donde vuelve a nacer. Tira el viento al mediodía, gira al norte, va siempre dando vueltas y retorna a sus giros. Los ríos van todos a la mar, y la mar no se llena; allá de donde vinieron tornan de nuevo, para volver a correr. Todo trabaja más de cuanto el hombre puede ponderar, y no se sacia el ojo de ver ni el oído de oír. Lo que fue, eso será. Lo que ya se hizo, eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el Sol. Una cosa de la que dicen: “Mira esto, esto es nuevo”, aun ésa fue ya en los siglos anteriores a nosotros; no hay memoria de lo que precedió, ni de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después. Yo, el Cohelet, he sido rey de Israel, en Jerusalén, y me propuse en el corazón hacer sabiamente investigaciones y pesquisas sobre todo cuanto hay bajo los cielos. Es una dura labor dada por Dios a los hijos de los hombres para que en ella se ocupen. Miré todo cuanto se hace bajo el sol, y vi que todo era vanidad y apacentarse de viento. Lo tuerto no puede enderezarse, y lo falto no puede completarse. Y dije para mí: “Heme aquí engrandecido y crecido en sabiduría, más que cuantos antes de mí fueron en Jerusalén, y hay en mi mente mucha ciencia y sabiduría”. Di, pues, mi mente a conocer la sabiduría y a entender la locura y los desvaríos, y vi que también esto es apacentarse de viento, porque donde hay mucha ciencia hay mucha molestia, y creciendo el saber crece el dolor.
Fuente: Eloíno Nacar y Alberto Colunga (eds.), Sagrada Biblia, 14a edición, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1963.
Imagen de portada: Ilustración de un pasaje del Cohelet, en la edición publicada por la Junta de la Comunidad Judía de Berlín, 1938.