"Aunque hayan transcurrido ciento cincuenta años de su nacimiento y sesenta y siete de su muerte, la figura de Sigmund Freud, con su mirada penetrante, su frondosa barba, su pasión por las antigüedades, su diván cubierto por aquella espléndida alfombra persa, el carácter literario y seductor de sus obras, hace que, por más que sus ideas y su persona sufran el rechazo de sus detractores, nada sea capaz de borrar su insoslayable imagen como parte del intelecto universal", escribe Vicente Guarner.