El desierto nos coloca frente a la inmensidad. Como en el mar, el viento sopla ahí a sus anchas sin encontrar obstáculos. La sensación de vacío hipnotiza. Resulta fascinante esa aparente escasez de plantas, de animales y de otros seres vivos. Las dunas —cuando las hay—, los oasis, los espejismos, las cactáceas y las especies insólitas que en ellos se concentran nos remiten a experiencias que colindan con lo fantástico o, por lo menos, con lo mitológico. La Biblia, la Ilíada y la historia antigua abundan en relatos situados en regiones desérticas. Quizás por esa razón, este espacio lleno de preguntas se encuentra tan anclado en nuestro imaginario. Pero las leyendas difieren mucho de la realidad. ¿Qué sabemos realmente acerca del desierto? Para la mayoría de la gente, por ejemplo, se trata de una excepción, una anomalía. Sin embargo, las cifras indican que el desierto constituye la mitad de nuestro país, y casi un cuarenta por ciento de la superficie terrestre. La edición de mayo de la Revista de la Universidad de México plantea un acercamiento al tema desde lo imaginario y lo metafórico, pero también desde las ciencias humanas, la historia y la biología. Hace mucho tiempo, los desiertos fueron mares o bosques, lugares donde la vida, en vez de esconderse, era exuberante, de manera que hoy todavía es posible encontrar huesos o al menos fósiles de la flora y la fauna que habitaron ahí. Esos espacios diezmados a veces por los cambios climáticos, pero también por el extractivismo de los seres humanos, son la postal de un futuro posible y aterrador, pues la desertificación de la Tierra es uno de los grandes peligros con los que amenaza la emergencia ambiental que estamos viviendo. La antropóloga Regina Lira escribe acerca de Wirikuta, de su significado sagrado para los pueblos originarios que viven en ella y la recorren constantemente, pero también de los retos actuales y los pactos que la contingencia está suscitando entre sus diversos pobladores. En “Acuerdo de vida en Wirikuta”, nos cuenta fragmentos de su historia, la de un lugar antes rodeado de árboles y de antiguos manantiales, azotado por la industria minera y el monocultivo, desgracias disfrazadas de progreso que siguen amenazando la región. En “La gran travesía”, Bruno Doucey recuerda el periplo de los exploradores y los místicos del Sahara, que encontraban en el desierto un espacio especialmente propicio para la búsqueda espiritual y el cuestionamiento interior. Pero el Sahara también está presente en los poemas de Limam Boicha y Zahra Hasnaui y en las descripciones que hacen Ouajd Karkar y Azul Ramírez del Figuig de Marruecos y de los pueblos imaziɣen. Las escritoras Alaíde Ventura y Aixa de la Cruz recrean desde la literatura los paisajes de Texas y Arizona, mientras que Atacama, al norte de Chile, está representado en dos poemas sobrecogedores de Raúl Zurita. Por su parte, Sandra Lorenzano describe la compleja relación de los argentinos con su propio desierto, así como el papel que este último juega en la historia de su país natal. ¿Cómo son los animales y las plantas que abundan en el desierto mexicano? Las biólogas Clementina Equihua y María Jimena García describen las especies que pueblan la reserva de El Pinacate y el descubrimiento que significó para ellas visitar ese lugar situado en el noroeste de Sonora. Al leer este texto nos queda claro que las zonas áridas son también un reto para la conciencia, pues estar en ellas implica abrir la mente a formas de vida a veces ocultas e insospechadas. En México el desierto es también el escenario de los más atroces crímenes que se han cometido en nuestra historia reciente: aquellos perpetrados contra los migrantes, y las mujeres asesinadas, conocidas colectivamente como “las muertas de Juárez”. Nos pareció importante rescatar aquí fragmentos de una investigación fundamental al respecto realizada por el periodista Sergio González Rodríguez. ¿Qué lecciones trae consigo la historia del desierto? ¿Qué podemos aprender de los pueblos trashumantes, de sus formas de supervivencia y de su relación con la naturaleza? Son dos de las preguntas principales que atraviesan esta edición. Te invitamos a que te las plantees, mientras viajas con nosotros por estos deslumbrantes territorios.
Imagen de portada: Akseli Gallen-Kallela, Puesta de sol, 1909