Vandana Shiva (Dehradun, India, 1954) es una ecologista y escritora reconocida por su trabajo en la soberanía alimentaria. Se interesó en asuntos de agricultura en 1984, tras la doble tragedia de la catástrofe de la planta de Union Carbide (hoy Dow Chemical) en Bhopal y la violencia en el Punjab ese mismo año. Ha hecho una fuerte crítica a la globalización corporativa con su consecuente pérdida del control democrático sobre los recursos naturales, la economía y los medios de producción, y ha sido una luchadora infatigable contra los organismos transgénicos o modificados genéticamente, lo cual le ha valido ataques constantes por parte de la enorme maquinaria de relaciones públicas de la agroindustria, especialmente de la transnacional de semillas y químicos Monsanto (hoy Bayer). Muchos de estos ataques a Vandana Shiva y a los activistas adversos a los transgénicos se basan en la acusación de que sostienen una postura anticientífica. Pero Shiva —quien se doctoró con una tesis titulada “Variables ocultas y localidad en la teoría cuántica”— se considera ante todo una científica, sólo que defiende un tipo de ciencia que reconoce los distintos saberes de los pueblos y la interconexión de los seres humanos con el resto del mundo natural. Se puede decir que el saber científico y la ingeniería forman parte del aparato del sistema para la dominación de la naturaleza y las personas, lo cual fomenta la devoción a un cierto tipo de conocimiento mecanicista y reduccionista como el único, invisibilizando a los demás saberes. Shiva señala estas dinámicas de poder: “lo que hoy llamamos ciencia es un proyecto patriarcal muy estrecho para un periodo muy corto de la historia”. Denuncia cómo el sistema dominante ha convertido la codicia, el dinero, la acumulación y la competencia en una religión, y nos invita a reemplazarla por la co-creación, la colaboración y la co-producción. Shiva habla del cultivar y compartir comida como un acto espiritual y de la unidad existente en todas las religiones en torno a lo sagrado de las semillas, el suelo y los alimentos. “Tengamos fe en las mujeres como las científicas que saben cómo funciona la tierra, cómo alimentar a los niños, cómo mantener vivo el suelo, cómo sanar al clima y al planeta. Tengamos fe en las mujeres como las verdaderas economistas que cuidan nuestro hogar”, dijo en 2015. La entrevistamos durante su visita reciente a la Ciudad de México, a donde viajó para dar una conferencia en la Feria Internacional del Libro del Zócalo.1
El pensamiento mecanicista
Usted habla de ciencia patriarcal para referirse a la ciencia dominante y además describe un concepto llamado jerarquía de la creatividad. ¿Nos puede explicar a qué se refiere?
Dado que estudié física, me deshice de manera muy natural del proceso de pensamiento mecánico y opté por desarrollar mi pensamiento en los fundamentos de la teoría cuántica de manera muy consciente, ya que la explicación mecánica me resultó muy inadecuada para describir cómo funcionan las cosas. Yo podía ver que había una limitación. Cada vez que la ciencia mecánica se presenta como la única posible ya hay un proceso político, un proceso de poder. Obtuve mi maestría en física de partículas, mientras me preparaba para unirme a la Comisión de Energía Atómica de la India. Pero un día mi hermana, que era médico, me hizo algunas preguntas básicas sobre la salud y no le pude responder, pues eso no lo aprendemos. Sólo nos enseñan a calcular transiciones de energía y reacciones en cadena, pero no lo que la radiación le hace a la vida. Así que pasé [para mi doctorado] a la teoría cuántica y la física teórica. Entonces me involucré con el ecologismo comenzando con Chipko, el increíble movimiento de mujeres que protegían los árboles en el bosque de Karnataka, en mi región. Parte de mi apoyo a ellas consistía en articular sus conocimientos en lenguaje científico, y pude ver este choque constante entre la ciencia ecológica que las mujeres tenían y la ciencia dominante, que era en efecto una ciencia extractiva. Tanto de madera como de minerales o genes: no importa cómo lo mires, cada aspecto de esa ciencia se trataba de cómo extraer. Y el poder de la extracción se definía como el poder del conocimiento, construido sobre la ignorancia de lo que le ocurre al sistema del cual extraes. Escribí entonces mi libro Abrazar la vida [Staying Alive], sobre mujeres y ecología, articulando la convergencia de los dos movimientos, ecologista y feminista. Al escribirlo con la idea de entender por qué el conocimiento de las mujeres y el conocimiento extractivo estaban siempre en conflicto, me fui a la historia de la ciencia. Busqué al que llaman el “padre de la ciencia moderna”, porque ya sabes: nunca hay una madre en la ciencia moderna [risas], el conocimiento indígena tiene muchas madres, pero la llamada ciencia moderna tiene un padre, y se llama Francis Bacon. Él escribió muy claramente en su libro El nacimiento masculino del tiempo [Temporis Partus Masculus]: “queremos parir una era masculina”. Él define el conocimiento que está en armonía con la naturaleza como un “conocimiento afeminado” y define el conocimiento del dominio de la naturaleza y el ultraje de la naturaleza, como la “era masculina”. Así que cuando hablo de la ciencia patriarcal me refiero al lenguaje usado por sus padres fundadores que la llamaban ciencia masculina.
Pluralidad de saberes
¿Cómo podemos entonces cambiar a la ciencia?
Tenemos que llevar a la ciencia a sus raíces originales. La palabra ciencia viene de scire, saber. Debemos reconocer el conocimiento, en todas sus formas. Esto es lo que la ciencia colonial patriarcal trata de negar. Que hay otras formas de conocimiento que han tratado de subyugar. Y de colonizar los saberes de otros. Tenemos que regresar al conocimiento, tenemos que reconocer la pluralidad de los saberes y de las maneras de saber. Aquellos aspectos de la cuantificación y el reduccionismo que son útiles en un contexto más amplio están bien. La tecnología no es un fin en sí misma: las herramientas deben ser evaluadas. Está mal tratar a un sistema de conocimiento como si fuera el único y tratar a los otros como no científicos. Es anticientífico negar a otras ciencias.
Las patentes sobre la vida
Shiva ha investigado la continuidad entre la industria armamentista de la Segunda Guerra Mundial y el desarrollo de químicos para la agricultura que han transformado la producción de alimentos que inició en los años 1960, la llamada revolución verde. Ella lo define como una forma de violencia, parte del proceso de despojo de los recursos. Este despojo frecuentemente se manifiesta como violencia social que se atribuye a conflictos religiosos, como ha sido el caso de la violencia en el Punjab, el conflicto Israel-Palestina o la guerra en Siria. Al respecto comenta:
Cuando escribí mi libro La violencia de la revolución verde [The Violence of the Green Revolution] investigué la historia de Norman Borlaug. Él fue enviado a México desde los laboratorios de DuPont para desarrollar variedades de trigo que pudieran asimilar más químicos, en lo que se empezó a llamar la revolución verde. Estos trigos fueron exportados a la India desde México. La devastación de la India, especialmente en el Punjab, condujo en 1984 a una explosión de violencia. Tras la publicación de aquel libro me empezaron a invitar a conferencias sobre agricultura y una de ellas [llamada “El impacto socioeconómico de las nuevas biotecnologías en la salud básica y la agricultura del Tercer Mundo” y celebrada en 1987 en Bogéve, Francia] era sobre las nuevas biotecnologías. La industria decía que no estaba ganando suficiente dinero con la venta de agroquímicos y que las ganancias del futuro estaban en los organismos genéticamente modificados (OGM) y en las patentes. Decían “ahora podemos afirmar que hemos creado algo nuevo, podemos obtener una patente, obligar a los campesinos a comprarnos semillas todos los años y recolectar regalías”. Tuve una reacción intelectual inmediata al concepto de que agregar un gen representaba la creación de una planta. En primer lugar, en el mejor de los casos se puede decir que estás contaminando el genoma de una planta, no que sea un acto de creación. En segundo lugar, cualquier planta que uses ha sido desarrollada por los campesinos y sus contribuciones deben ser reconocidas. En tercer lugar: somos parte de la familia de la tierra. No puedes crear derechos de propiedad sobre tu propia familia. Ahora somos dueños de nuestros familiares como si los hubiésemos creado.
El culto al ser humano como el centro de la creación
Shiva le llama jerarquía de la creatividad a la barrera artificial creada por el sistema dominante de conocimiento, que invisibiliza la creatividad y la inteligencia de la naturaleza, las mujeres y el conocimiento popular, un conocimiento que sólo se valora cuando es extraído o apropiado con fines “productivos”.
El antropocentrismo es una suposición, no una realidad, y es una suposición de la que nos tenemos que deshacer si queremos asegurar un futuro para la vida humana y un planeta habitable. Tenemos que reconocer que somos parte de la tierra, no sus amos y conquistadores. El antropocentrismo, el colonialismo y el patriarcado capitalista han puesto a hombres ricos y poderosos en la cima de la pirámide, subyugando a todos los humanos, a todas las mujeres, a los campesinos y convirtiendo a la naturaleza en un objeto de explotación. Lo que hacen el patriarcado y el poder es dibujar una línea, que define qué es producción y qué no lo es. Al medir el Producto Interno Bruto, la producción existe si está en el mercado y no existe cuando es para la vida. No importa cuando está en el mercado local o cuando es para la subsistencia. En la esfera intelectual dibujan una línea que dice: este conocimiento tuyo no es conocimiento, excepto cuando nosotros nos lo apropiamos, de repente es nuestro invento. Eso es lo que llamo la jerarquía de la creatividad.
El templo del dinero
En varios países de Latinoamérica el Estado ha empezado a otorgar subsidios monetarios a las familias para aliviar la pobreza extrema. La entrada de la economía del dinero a comunidades rurales que antes estaban mayormente fuera del mercado transforma la vida de los pueblos, a veces radicalmente. Lo mismo les ocurre a personas que antes eran campesinos de subsistencia al migrar del campo a las ciudades. ¿Cómo entiendes este proceso de expansión de la economía del dinero?
Está mal tratar el dinero como un fin y está bien tratarlo como un medio; siempre tienes que evaluar si ese medio es algo que te lleva a un mejor lugar en tu vida. El dinero no es algo nuevo, se encuentra en muchos sitios arqueológicos. Pero el dinero siempre fue un medio y como tal su medida era algo más allá del dinero mismo. El dinero es una promesa de que el portador recibirá un pago. En sí mismo no vale nada. Antes mantenía su posición por la fuerza de las autoridades, de los gobiernos, hoy en día ese papel lo desempeñan cada vez más las empresas privadas. Por ejemplo, en Estados Unidos, por la Reserva Federal, que es un banco privado. El gran cambio que ha ocurrido vino con el surgimiento de un sistema organizado en torno al dinero, al cual también le llaman capital, que es otra palabra para el dinero. A mí me gusta ir a las raíces de las palabras, especialmente las palabras que se vuelven dominantes muy rápidamente así de repente. Y ahora todo es capital. Así que me fui a la raíz de la palabra, que viene del latín caput, que representa el número de cabezas de ganado. Y entonces hubo un reordenamiento. Lo que la naturaleza y las personas producen a través del trabajo real se reubica misteriosamente al dinero, que es un artefacto de deuda, que en sí mismo no tiene poder para crear nada. La jerarquía de la creatividad se apropia así de la creación de las personas y la naturaleza. La economía de hoy se ha definido por un triángulo, con el capital en un vértice y los insumos de la tierra y el trabajo en los otros dos. Tierra es una manera de referirse a toda la naturaleza. Y trabajo se refiere a la creatividad humana. Así que nosotros producimos, nosotros creamos y los que controlan el dinero se lo atribuyen como su potestad, como su creación. Hemos permitido la naturalización de una idea, completamente artificial, que ha dominado de tal manera con la globalización que es también una desregulación de las finanzas y de todos los demás sectores, y en efecto lo que ha ocurrido es que hoy vivimos en la supremacía de los milmillonarios. Acabo de publicar el libro La unidad vs el 1% [Oneness vs the 1%], en la India, que espero que sea publicado en México. Mientras investigaba para escribirlo encontré algunas cifras increíbles. En primer lugar que en la economía del mundo hay setenta veces más finanzas que cosas reales. Segundo, que los que controlan la mitad de la riqueza del mundo eran 270 milmillonarios, que se redujeron a ochenta, luego a treinta, a dieciséis a ocho… Este año tenemos a cinco: cinco hombres controlan la mitad de la riqueza del mundo. Eso les permite diseñar y definir nuevos instrumentos para quitarnos lo poco que todavía tenemos en nuestras manos. Al final se reduce a un asunto de rentismo. Cuando empecé a luchar contra las patentes sobre las semillas, estaba luchando contra el cobro de rentas sobre lo que hacen los campesinos y la naturaleza. En la India [logramos bloquear las patentes sobre las semillas], pero Monsanto todavía ha seguido cobrando regalías y seguimos luchando en las cortes. Han extraído ilegalmente unos setecientos mil millones de dólares de regalías sobre las semillas. Como dijeron en aquella reunión en 1987, esto es todo un asunto de cobro de renta. Ahora quieren cobrar renta sobre cualquier intercambio de lo que sea. En la India se hicieron ilegales las transacciones con billetes grandes el 8 de noviembre de 2016, y en cuatro horas la economía digital se apropió de todo. Ahora en cada transacción hay un cobro de renta por las compañías de software que son dueñas de la plataforma. ¿Cómo se hicieron tan ricos los colonizadores europeos? Desarrollando maneras de cobrar renta sobre nuestros recursos. Era un sistema rentista. Sólo que con las nuevas tecnologías se ha expandido el cobro de renta sobre las capacidades de la gente. Ahora el dinero no tiene relación con la producción y la creación real pero ha creado milmillonarios que no le rinden cuentas a nadie y que, sin embargo, lo quieren todo y quieren violar todas las leyes de todos los lugares. Es insostenible porque serán cada vez menos. Si este año son cinco, el próximo año serán tres y luego qué, ¿uno? Se tendrán que comer a sí mismos. Porque ya habrán destruido todo. O sea, ahora están hablando de agricultura sin agricultores, porque las nuevas maneras de hacer dinero de la agricultura han desplazado totalmente al campesino. Pero si tienes agricultura sin agricultores, ¿de dónde sacas la renta? ¿De tu maquinaria agrícola? Es francamente un callejón sin salida al que nos están enviando. Y por eso es que el resto de la humanidad se debe despertar. Es completamente irracional y anticientífico. Es la avaricia al nivel de la ceguera total.
La idea de lo grande en las ciudades grandes
En la ciudad de México se producen muchos alimentos, pero la mayoría de nosotros no sabemos nada sobre el origen de nuestra comida. ¿Qué podemos hacer en una ciudad como ésta para acercarnos a la fuente de nuestros alimentos?
La Ciudad de México se ha vuelto enorme con el desplazamiento del campesinado. Pero no porque la ciudad sea enorme tenemos que empezar a comer maíz transgénico de Estados Unidos. Lo que tenemos que hacer es empezar a pensar en las “cuencas alimentarias”. Todos los sitios tienen sus cuencas hidrográficas, este lugar de donde viene el agua. Los ríos tienen sus cuencas. Asimismo, todos los asentamientos humanos tienen su cuenca alimentaria. Y tenemos que crear conscientemente cuencas alimentarias que sean en primer lugar, lo más ecológicas posibles, de manera tal que no contaminen los ecosistemas de los que seguimos siendo parte. Si los pesticidas van al agua, esos pesticidas terminan en nuestros cuerpos. Segundo, lo más cerca posible. En algunos lugares “cerca” puede ser un kilómetro, en otros pueden ser cien kilómetros. En otros lugares, 150. En tercer lugar, si creas una cuenca alimentaria sólo con mercancías y sólo comes maíz y soya transgénicos no vas a tener salud. La salud requiere diversidad, la diversidad requiere descentralización, la descentralización requiere empoderar lo local. Lo que necesitamos es un nuevo aprendizaje de la naturaleza, un salto mental sobre el tema de la escala. Usualmente pensamos, que cuando algo debe expandirse debe crecer hacia arriba, en una dimensión vertical, en una dimensión linear y de monocultivos. Así de limitada se ha vuelto nuestra mente. Yo hablo del crecimiento hacia afuera, con diversidad y en cooperación. Lo que significa que esta cuenca alimentaria sea un complejo de pequeños productores y pequeñas cooperativas trabajando en conjunto, conectándose entre ellas, de manera que sea lo más directo posible. Puedes mediar de tres maneras en la economía: a través del Estado y la buracracia, a través de las grandes corporaciones y la codicia o puedes mediar a través de la cooperación y la solidaridad. Es esta tercera mediación la que está a la espera de ocurrir. Nuestro salto mental tiene que ser de la naturalidad de lo vertical a la naturalidad de lo horizontal. De ahí viene la igualdad, porque nos han hecho creer que si eres diferente, eres menos. Hay alguien allá arriba que mide tu pequeñez. Eres menos por la pequeñez de ser mujer y no ser hombre. Los pobres se miden por la pequeñez de dinero. Siempre es la “falta de” en lugar de cada uno ser completo en sí mismo. Y por ende soberanos. Y por ende iguales en su diversidad. Y no se trata de diversidad en aislamiento, sino diversidad a través de la co-creación y la cooperación.
Imagen de portada: Las manos de Bindu Rana fotografiadas por Camilla Becket, 2013. © Camilla Becket
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Agradecemos a Marianna Palerm haber posibilitado la realización de esta entrevista. ↩