Máximo Gorki compuso “El canto del albatros” como parte final del relato “Melodías de primavera” en 1901, pero se publicó de forma independiente en la revista Vida. Este poema sirvió como himno del malestar social en Rusia que estalló en las revoluciones de 1917; como describe la reacción de diversas aves marinas ante una tormenta inminente, la censura no detectó su contenido revolucionario y permitió su publicación. El albatros representa al pueblo ruso; por ello ve con esperanza la tormenta que agita el mar. [Nota del traductor]
Sobre la llanura gris del mar, el viento amontona nubarrones. Entre los nubarrones y el mar, el albatros se eleva como un relámpago negro.
Aquí parte las olas con el filo de sus alas, allá se lanza en vuelo de flecha contra los inmensos nubarrones, grazna… y las oscuras nubes escuchan puro gozo en el graznido valeroso del ave.
¡Hay sed de tormenta en ese graznido! Fuerza de la ira, flama de la pasión y confianza en la victoria es todo lo que los nubarrones escuchan en este graznido.
Las gaviotas gimen cuando viene la tormenta; gimen, se agitan sobre el mar y están listas para esconder su terror en las profundidades, pues se acerca la tormenta.
Los pájaros bobos también gimen: para ellos es inaccesible el placer de la batalla por la vida: los asusta la explosión eléctrica del trueno.
Los torpes pingüinos esconden con timidez sus cuerpos redondos entre las rocas escarpadas… Sólo el orgulloso albatros se eleva, audaz y libre, sobre el grisáceo mar de espuma.
Mientras más descienden y se oscurecen las nubes, más profundo es el canto de las olas, con más vigor se despedazan en su afán por encontrarse con los relámpagos en las alturas.
Un trueno ruge. Con rabia espumosa aúllan las olas mientras disputan con el viento. En un instante, el viento apresa un agitado rebaño de olas con potente abrazo y lo estrella contra el acantilado, reduciéndolo al polvo de una brisa esmeralda.
El albatros se eleva con un graznido y en su alto vuelo de relámpago negro alcanza los nubarrones; de inmediato desciende y corta la espuma con un ala.
Allá va como un demonio, como el demonio negro y orgulloso de la tempestad ríe y solloza: de los nubarrones se ríe, por su alegría solloza.
En la ira del trueno, este perceptivo demonio de tiempo atrás ya escucha cansancio. Sabe que los nubarrones no extinguirán al sol… ¡No! ¡No lo extinguirán!
El viento aúlla… el trueno retumba…
Las jaurías de nubarrones arden con un fuego azul sobre el abismo marino. El mar atrapa los perdigones eléctricos y los asfixia en su propio abismo. Son serpientes de fuego estos relámpagos y se retuercen en agonía.
—¡La tormenta! ¡Pronto estallará la tormenta!
Y el audaz albatros sigue volando, orgulloso entre los relámpagos, irritado con el mar rugiente. A veces grazna y profetiza una nueva victoria:
—¡Dejen que la tormenta estalle con toda su fuerza!
Imagen de portada: Kazimir Malevich, Cabalgata, 1930.