El 31 de agosto de 2018, año crucial en la militarización de los elementos marítimos de China en el Mar de la China Meridional, su Ministerio de Defensa emitió un comunicado que justificaba la medida bajo el título de: “Las diferentes islas del Mar de la China Meridional han sido territorio soberano de China desde la antigüedad”.1 Varias semanas antes, el diario chino People’s Daily publicó un vídeo en su cuenta de Twitter que mostraba, por primera vez, el aterrizaje de bombarderos estratégicos H-6K con capacidad nuclear en el arrecife de una de las islas de la zona.2 Sorprendente para muchos, salvo para los pueblos que viven en la periferia de la histórica esfera de influencia china, ese discurso irredentista asociado al comportamiento agresivo era desde luego amenazador, pero por completo previsible desde —lo han adivinado— la antigüedad. ¿Desde cuándo en la antigüedad? En el año 644 de nuestra era, en vísperas de su planeada guerra de conquista del Gorguryeo, el emperador Taizong de la dinastía Tang —reconocido en general por la posteridad china como el más grande emperador de todos los tiempos— reunió a sus ministros y ante ellos declaró:
La tierra al este del río Liao3 era propiedad del Reino del Medio en la antigüedad. Sin embargo, entre las dinastías Wei y Zhou (del norte),4 esto fue desatendido. […] Hoy, con los Nueve Océanos5 bajo firme control, nos queda pendiente hacernos cargo de ese pequeño rincón.6
La “antigüedad” a la que se refería el emperador era la dinastía Shang, unos 1700 años antes de la suya. Gorguryeo, el objetivo de su campaña, era el nombre original de un territorio de cuya forma abreviada “Goryeo” proviene el actual “Corea”. El desdichado Gorguryeo cayó finalmente ante la milicia Tang, y durante los siguientes 1200 años China lo gobernó, excepto cuando se encontraba demasiado ocupada atendiendo problemas en otros lugares. En el apogeo del intercambio comercial de la Ruta de la Seda, durante la época del Imperio mongol, los mercaderes chinos saquearon la Península de Corea y, a todo lo largo de la Ruta, desde Shandong hasta Dublín, vendieron como esclavos y prostitutas a los hombres y mujeres a los que tomaron prisioneros. Éste fue, en consecuencia, el mercado de esclavos más grande de Europa Occidental.7 La expansión territorial bajo el pretexto del irredentismo emanó de manera natural, entonces como ahora, del igualmente antiguo modelo del Imperio chino, que se explica con pormenores en un capítulo dedicado a la geografía política semimítica de la dinastía Xia en el Libro de los documentos (ca. 200 a.n.e. y antes), uno de los cuatro clásicos confucianos aún existentes.8 El modelo teórico, conocido como “de las Cinco Subyugaciones”, parte del Dominio del Centro que ocupa el emperador, rodeado por cinco franjas concéntricas de territorios, cada una de ellas de 500 li de ancho.9 El poder del emperador irradia del centro hacia afuera aunque con fuerza decreciente, y los tributos pagados al emperador por los estados circundantes también disminuyen hacia el exterior. La quinta franja, la externa, se conoce como “de la Subyugación Remota”. Más allá de ella viven los “bárbaros crudos” —aquellos que aún no han comparecido ante la mirada benévola del emperador—, a diferencia de aquellos ya encerrados en una de las franjas, los “bárbaros cocidos”. Algo extraordinario es que el modelo tiene una frontera exterior flexible; en versiones posteriores, a medida que el Imperio chino se expandió para incluir más territorios y más bárbaros cambiaron del estado crudo al cocido, la anchura de las franjas se duplicó e incluso se triplicó.
Este modelo chino da estructura al concepto tradicional de territorio “Bajo el Cielo”: “Bajo el vasto cielo, no hay tierra que no pertenezca al Emperador; gobernando hasta los confines de los océanos, no hay funcionario que no se someta a la voluntad del Emperador”10 (tomado del Libro de la Poesía, ca. 600 a.n.e. o antes). El término “Bajo el cielo” en chino todavía se usa comúnmente en sentido figurado. El modelo original también se manifiesta en una declaración que todo chino con una educación decente puede recitar: “Al este llega hasta las aguas, al oeste hasta las arenas movedizas, y en el norte y también en el sur, nuestra voz civilizadora llega hasta los Cuatro Mares”; algo que podemos entender como la versión china de “la carga del hombre blanco”, sólo que se adelantó a Kipling por una ventaja de 22 siglos o más,11 y dejó una marca en la conciencia etnocultural china de una profundidad equiparable. Pero, ¿por qué estamos hablando de esos textos esotéricos y de sucesos antiguos? ¿En serio son todavía pertinentes? La respuesta es sí. Por ejemplo, podemos examinar el sistema de gobierno semiautónomo usado a lo largo de la historia en los pueblos que habitan la franja externa del modelo teórico del imperio, cuando inicialmente fueron sometidos a la soberanía del Reino del Medio. El sistema, formalizado durante la dinastía Tang a partir de prácticas antiguas se conoció en principio como jimi (羈縻, literalmente, las cuerdas que atan al ganado y a los caballos a un poste para permitirles cierto movimiento) y posteriormente se convirtió en tusi (土司, el líder de la etnia local nombrado por el gobierno central para regir un área remota). Pero la idea era que el sistema fuera transitorio: cuando el gobierno central se considerara con el poder necesario para regir de manera efectiva, se retiraría poco a poco. Durante la dinastía Qing (1644–1912), cuando esa transición ocurrió a gran escala, fue sumamente sangrienta. Los últimos remanentes del antiguo gobierno tusi fueron eliminados en 1952 bajo el régimen comunista, aunque se recuperó en 1997 en Hong Kong bajo la fórmula de “Un país, dos sistemas”. Ya vimos lo que sucedió en esa ciudad en 2019, cuando China, mucho más poderosa de lo que era en 1997, comenzó el proceso de transición al gobierno directo.12 El sistema jimi/tusi, bastante desconocido en Occidente, es un tema establecido en el currículum de historia del bachillerato no sólo en China, sino también en Hong Kong. La lengua original en la que se escribieron los textos antiguos —el chino clásico— ha sido siempre, durante milenios, de fácil comprensión para los chinos letrados, y extractos y versiones simplificadas de ellos han permeado incluso hasta las capas menos educadas por medio de obras populares representadas por actores y narradores itinerantes. Hoy, con la poderosa política de inculcar el nacionalismo a través del Departamento Central de Propaganda del Partido Comunista, los tradicionales sentimientos irredentistas inundan el espacio cultural del país mediante libros impresos por encargo del Partido, citas omnipresentes de poemas del presidente Mao y telenovelas transmitidas por la televisión estatal. La siguiente cita se eligió al azar de un artículo que circula popularmente: “De Han a Tang, de Yuan a Qing, las fronteras de China en incesante expansión despiertan en nosotros un incomparable orgullo por nuestra historia y nuestro país”. Este es el contexto cultural que, junto con un poderío estatal enormemente extendido, da origen a la nota estridente mencionada al inicio, proveniente de la famosa diplomacia de los lobos guerreros. Podemos ver con mucha claridad que el expansionismo chino no es una propensión exclusiva del actual régimen comunista. De hecho, el reclamo territorial chino en el Mar de la China Meridional —resumido en la llamada “línea de los nueve puntos”, que en un mapa luce como una bolsa repleta que se va acomodando nítidamente en las aguas litorales de todos los países de la región— fue externado por primera vez por el gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek, el líder anticomunista que gobernó China hasta que fue derrotado por la Revolución de 1949. Chiang hizo el reclamo en 1947, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando la China que él dirigía salió victoriosa y su gobierno pasó entonces a ocupar uno de los cinco asientos permanentes en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. El momento en que esto ocurrió no fue ninguna casualidad. La historiografía china tradicionalmente pone un fuerte énfasis en el concepto de era de prosperidad para describir el reino de un líder supremo que ha satisfecho el criterio doble de lograr estabilidad civil sostenida en el interior y destacadas conquistas militares en el exterior. Chiang restauró la paz en suelo chino y estuvo a punto —eso pensaba— de aplastar a la insurgencia comunista con su máquina de guerra recientemente triunfante. Después de un siglo de degradación del imperio, su gobierno fue por fin capaz de reclamar cierta relación de paridad con las grandes potencias de la posguerra. Así, lo que Chiang necesitaba era éxito en alguna expansión territorial para coronar sus méritos y finalmente entrar en la historia como la figura que condujo a una era de prosperidad, una distinción concedida a no más de media docena de emperadores a lo largo de la historia milenaria de China. En general, se ha reconocido que la última era de prosperidad de China fue el reino del emperador Qianlong (1711–1799) de la dinastía Qing, que a los 81 años se confirió el título de Gran Anciano de las Diez Perfectas Campañas Militares, por haber dominado Tíbet, Xinjiang, Mongolia, Taiwán, etc., y con ello haber llevado la extensión del territorio chino a su máximo histórico. Como ésta habría sido una hazaña difícil de conseguir para cualquier gobernante posterior, al menos en lo que atañe a las conquistas por tierra, Chiang decidió apostarle al mar, pero fracasó aun antes de empezar. Ahora que China se ha convertido en una auténtica superpotencia, es el turno de Xi Jinping. Cada vez son más las voces entre los intelectuales chinos que lo alientan —algo que observa Mark Elliott de la Universidad de Harvard—,13 y sostienen que una nueva era de prosperidad para China espera a la vuelta de la esquina.
Xi se ha empeñado en cumplir con las expectativas, y parece que no dejará que nada se interponga en su camino. Así que ignoró el fallo de 2016 de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya que concluyó que la “línea de los nueve puntos” de China y otras pretensiones relacionadas en el Mar de la China Meridional, basadas en argumentos de posesión histórica, no tenían base legal ni se ajustaban al protocolo establecido de la ONU.14 Xi emprendió luego una política arriesgada con Vietnam,15 amenazó a Malasia y en una visita del presidente filipino Duterte le hizo una advertencia contundente y frontal: si éste empezaba a perforar en busca de depósitos minerales en las áreas reclamadas por China, esto significaría la guerra, no obstante de que Duterte ha sido un abierto admirador de China. No es éste precisamente un ejemplo de la política rooseveltiana del buen vecino. Tradicionalmente, para China un buen vecino era el que ofrecía tributo y rendía homenaje. China ha sido durante mucho tiempo el país del mundo con la mayor cantidad de vecinos —actualmente 14 sólo en tierra—. Desde 1949, ha sostenido guerras fronterizas con los principales de ellos: Rusia (Unión Soviética en 1969), Corea (1950–1953), Vietnam (1979) e India (1962 y recientemente). Ese hecho tiene profundas raíces en la larga historia china y se expresa en una fórmula concisa propuesta originalmente por uno de los principales arquitectos de la dinastía Qin, la primera de las cinco dinastías que condujeron una vasta expansión territorial: “Ataca a los que están cerca; hazte amigo de los que están lejos.” Hoy en día, China es todo sonrisas cuando corteja a la lejana América Latina: intercambiando acuerdos de libre comercio incluso con el pequeño Uruguay, derramando dinero en inversiones en la región por medio de su Iniciativa de la Franja y de la Ruta (que ha bordeado México, tal vez en un acto de amable consideración por el país situado junto a Estados Unidos), movilizando en esos lugares a miembros bien dispuestos de la amplia diáspora china para ser “embajadores del pueblo” y extender la buena voluntad. Pero la actitud es muy diferente, y mucho más dura, con los vecinos más cercanos de China, por ejemplo, Vietnam. Vietnam combatió a su gran vecino del norte durante unos dos mil años para contrarrestar el imperialismo militar y cultural, pero sucumbió al mandato chino de manera intermitente durante casi la mitad de ese lapso, y finalmente se ganó un estatus un poco mejor como Estado tributario desde el siglo XIV en adelante, hasta la década de 1880, cuando los franceses tomaron el control. China, después de ayudar a este país mucho más pequeño —y también del bloque comunista— a resistir a Estados Unidos, lo atacó por su cuenta en una invasión despiadada en 1979, para darle una lección por su ingratitud al tratar de ahuyentar la influencia china en Indochina. “El pequeño se está portando mal, es hora de darle sus nalgadas”, dijo el hombre fuerte Deng Xiaoping al presidente estadounidense Carter justo antes de la invasión. No es ninguna sorpresa que varios de mis estudiantes panameños sean totalmente pro China, mientras que los muchos más de Vietnam estén del lado opuesto. Amigo o enemigo era algo que se decidía como una cuestión de distancia en el cálculo diplomático antiguo de China y todavía es así. A veces se piensa que los chinos son inescrutables, pero con más conocimiento de la muy larga historia de China, el comportamiento macro de este país, en cuanto a prácticas imperiales, se vuelve bastante previsible.
Imagen de portada: Tsukioka Yoshitoshi, Imagen de Masakiyo en el castillo de Shinshū durante la conquista de Corea, 1863. Minneapolis Institute of Art 1864.
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Las cursivas son mías. ↩
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Este ideograma (遼東) hacía referencia al Gorguryeo (高句麗), que correspondería a la vasta región que abarca la mayor parte de Corea moderna y partes de Manchuria en las actuales China y Rusia. ↩
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A las dos dinastías aquí mencionadas las separan aproximadamente 300 años. Sin embargo, se dice que la antigua posesión china del Gorguryeo que menciona aquí el Emperador se remonta a cuando Jizi, príncipe chino de la dinastía Shang, colonizó el lugar y fundó el Gija Joseon (1120–194 a.n.e.). ↩
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Los “Nueve Océanos” es un antiguo término historiográfico que expresa cierta nostalgia y remite a los océanos míticos que rodeaban el Reino del Medio. Todavía se usa en sentido metafórico y varias empresas lo han adoptado como nombre. ↩
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Citado del texto de la dinastía Song. ↩
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Para mayores detalles, véase el libro de Susan Whitfield Silk, Slaves, and Stupas: Material Culture of the Silk Road, University of California Press, Oakland, 2018. ↩
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Otra cuenta común contempla cinco, pero estaría incluyendo el Libro de la piedad filial, perdido hace mucho tiempo. ↩
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El “li” es una unidad de longitud china que actualmente equivale a 500 metros pero cuyo valor fluctuaba en la antigüedad. [N. de la E.] ↩
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Véase este link. Este diagrama, mucho más reciente, fue trazado para ilustrar el texto antiguo durante la dinastía Qing (1644–1912). ↩
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1600 años más, si creemos que el volumen específico que incluye este capítulo era auténtico material de la dinastía Xia, y no producto de una falsificación durante el siglo II a.n.e., según una escuela de pensamiento alguna vez dominante. Ésta es una de las grandes controversias no resueltas en el ámbito de la sinología. ↩
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Protestas en la Universidad Politécnica de Hong Kong, BBC News. Disponible aquí. ↩
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Mark Elliott, “The Historical Vision of the Prosperous Age”, China Heritage Quarterly, The Australian National University, núm. 29, marzo de 2012. Disponible en este link. ↩
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Véase Council on Foreign Relations, China ‘s Maritime Disputes. Disponible aquí. ↩
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Patrick M. Cronin, “Under Cover of Pandemic, China Steps Up Brinkmanship in South China Sea”, Houston Institute, 14 de mayo de 2020. Disponible en este link. ↩