Alexandra Pirici (Bucarest, 1982) es una artista y coreógrafa indisciplinada (y no interdisciplinaria) que revierte el sentido fijo, simbólico y monumental del poder y de la historia. Como parte de su búsqueda por la escala humana del gesto hace adiciones esculturales a monumentos públicos a partir de la materialidad y virtualidad del cuerpo, y propone un espacio de encuentro. Una estatua ecuestre en Bucarest, Rumania, Carlos I a caballo. Su cuerpo monumental elevado sobre un pedestal. Abajo, en el suelo, una serie de cuerpos replican su gesto desde lo humano, lo pequeño, lo real, lo suave. Los cuerpos móviles le responden al cuerpo fijo, inalterable, de la historia, al yo del monumento y el nosotros de los cuerpos que lo rodean. Pirici replica la herramienta visual en otras piezas, generando respuestas corporales a otros monumentos, como las Cuatro Virtudes Alemanas en Leipzig y Catalina la Grande en San Petersburgo. Los monumentos son esas piedras que permanecen, que existen en el tiempo de la eternidad, el tiempo perpetuo de la historia. Por el contrario, los cuerpos humanos son blandos, perecederos. Se amoldan, circulan, sudan y sufren; los monumentos no se pliegan, son recuerdos estáticos, vinculados eternamente con el suelo que los sostiene. El monumento singular existe en constante oposición a los cuerpos en plural. Pirici es consciente de la urgencia en el arte para convocar a la experiencia del poder desde todos los campos. Al mismo tiempo piensa desde el concepto de autoría para preguntarse por la agencia: ¿quién tiene derecho a establecer las narrativas históricas? La protesta como forma, transferida a gestos escultóricos para proponer una negociación, una modulación. Cambiar el significado de una escultura sin tener que moverla, sin siquiera tocarla. He ahí un gesto de poder.