Una ciudad es un texto y describe la historia de los pueblos que vivieron en ella. Cada calle y cada edificio dan cuenta de las diferentes tendencias arquitectónicas que los atravesaron, pero también del ascenso o descenso de sus habitantes en las jerarquías sociales. En la calle nos encontramos para celebrar, para conmemorar algún evento histórico, para protestar contra el gobierno o para dirigirnos a la sociedad entera de manera categórica. Los cuerpos reunidos en la calle conforman esa entidad llamada “el pueblo”, una fuerza política importantísima capaz de derrocar a las monarquías, detener guerras y cambiar las leyes más tenaces. Quienes asistimos a las manifestaciones multitudinarias contra los feminicidios o contra la guerra en Chiapas sabemos lo poderosas que son: “Un domingo cualquiera, en medio del letargo, la calle estalla de modo impredecible, como una cesura frente a esa estabilidad falaz, simulada” escribe Vivian Abenshushan en su ensayo, “La calle vuelve (bailando)”, y nos recuerda que la calle es ante todo rebeldía e irracionalidad. En el fragmento de Los brotes negros que publicamos aquí, Eloy Fernández Porta explica que las plazas y los parques son también los lugares a los que nos confina el capitalismo una vez que —ya sea por hartazgo o por un previsible quiebre en nuestra salud mental— salimos catapultados de sus implacables fauces. En una entrevista con Luis Enrique Hernández, el director de la asociación El Caracol, se describe los retos que enfrentan los jóvenes en situación de calle y las políticas para invisibilizarlos. En “El Gordo, los ojos de las calles de Caracas” Javier Lafuente nos invita a recorrer con él los barrios más peligrosos de la capital venezolana tras la muerte de Hugo Chávez. “Una calle es un ter¬mómetro que mide la pericia o la ineptitud de nuestros gobernantes”, asegura Julieta García González en un texto que, partiendo del origen de la avenida Reforma, reflexiona sobre los diversos significados del espacio público. La ciudad ha sido desde hace varios siglos el territorio privilegiado de la literatura. Convencido de ello, Luigi Amara nos invita a un recorrido por diferentes calles que aparecen en sus libros preferidos. “Quédate en casa”, esa fue la consigna del Estado para protegernos del contagio del coronavirus. En el 2020, la mayoría de la gente redujo al máximo su presencia en los espacios públicos. Incluso las calles más concurridas parecían desiertas, sin peatones ni automóviles que circularan en ellas. Hoy, a pesar de la reaparición del omnipresente tráfico, los expertos nos dicen que la gente sigue sin recuperar la vida social que antes tenía. Los jóvenes ya no salen tanto a bares y a fiestas y visitan menos los jardines y las plazas. Por no hablar de las costumbres, cada vez más generalizadas, de trabajar desde casa y pedir comida a domicilio para deglutirla a toda prisa frente a la pantalla. El espacio público es fundamental en la vida de los ciudadanos. Este número dedicado sobre todo a la Ciudad de México, pero también a otras, se plantea una pregunta importante: ¿Qué perderíamos si perdiéramos la calle?
Imagen de portada: Gordon Johnson, mapa aéreo de las calles de Melbourne, 2021. Pixabay