La mar, bibliotecal,
deshojaba entre las mitológicas arenas
sus infoliables páginas de espuma
sus cónclaves sonoros de coral con oro
su gran deslumbramiento de implacable mar
sus ondas de esplendor sagrado.
Mar afín a sí misma
a fin de que en su ensimismamiento
sus honduras, sus sueños, sus fronteras
despliegue al fin el insondable texto
que es el Mar y sus obras maestras:
la proa: su anegante dulzura, la quilla: la aventura del ser, su [desventura
secuencia y consecuencia de las olas; y su brisa, y su prisa [inamovible
(Y no le hablemos a un cojo del correr ni a un opulento del [querer)
Danos tu ser de amar, tu sed de mar
mar sin nombre y sin historia, mar sub specie aeternitatis
panteón de hermosura incalculable y admirable, Partenón
templo a ti mismo, Dios y templo.
Nada muere a nuestros ojos como el mar.
Mar anegada de mar, mar homérica
garganta de los sueños, madre de Afrodita.
Idea pura de las cosas del ser:
nosotras, las aturdidas muchedumbres de tu arena
apretujadas ante tu inmensa soledad
conglomeramos y dispersamos tu cuerpo
ente divino, inabarcable
y aunque somos una raza que ha naufragado en tierra
no nos lamentaremos, antes bien cantaremos al lamento.
En tus tremendas frondas ruge mortal la tromba
eres también la inmensa plataforma de palacios
la pala, ciego remo, de Palas, ciega diosa
del saber hacer naves, aves que sabes que son naves del cielo.
Pupila cíclope en la que se refleja el todo
como en el ojo, omnivalente, de la astronomía
¡ah mar formado de Ego y de Latría!
—Soy el divino Mal; soy, después de la de Asbaje, “Lo peor [del mundo”. Ámame.
El mitológico azul de su ser
pare entre sus entrañas, como rayos, serrallos de sirenas
La mar sin recompensa vierte sobre nosotros sus vómitos [dioses de preces
vuelca sobre los otros sus cornucopias de agua
donde bullen los héroes, las divinidades y los monstruos
los frutos de la luz de la vida
del poema de las profundidades
del regazo insondable
donde crujen sus hierros formidables, no humanos, ni [divinos marinos.
Cifra de indescifrables rumores, Tú, todo rumor
todo clamor viene de mar, de tu arrumarte eterno
¿te acordas en el mar, lira de los cantores?
acórdate de mí.
Porque yo, mar que bien voy tirando a tus riberas
mar con destino de mar
mar que engendras al mar y en mar te convertirás.
Nuestro destino: inmensa nada
coronada de imposibles premisas
de preseas jubilosas, de afroditas graciosas
viene tan solo
a desgajar la infinitud de las querellas
de tus amargos cantos retumbantes.
Todo sueño está enjambrado en tus espejos
nace de los reflejos de tu entraña fatal
¡Ah mar libidinal, fragorosa, inmortal!
En ti se engendra el pensamiento; en ti, la “sin ideas”
“la que todo lo sabe”, regazo del olvido
brotan los sortilegios, se hace el volar y el nido.
El que aborda un navío, va solo hacia la mar
navega en sus hexámetros, va hacia el doliente amar
y viénese a estrellar en los horrendos
Dáctilos y Espondeos, flor de aquellos saqueos.
Y el agua, que no existe. Como el viento, que no vemos
y tampoco existe, como el fuego, que en tanto lo tocamos ya [no existe
como la tierra, dejada de la Mar de Dios, que somos,
nada existe, sólo es. Tened piedad del dios, hombres tan [existentes
entes del mar, valientes marinos, tened terror del mar.
“Todos somos marineros sin empleo”, dijo el griego sin mar
y lo buscamos, sollozantes, como a la taberna El Paraíso, [perdida.
Toda tú cabes en la concha de un niño
y así la inmensa Venus, y así nuestro saber
todo cabe en un cuenco, de espuma.
La mar que nació en Grecia, bosque de mármol
vive en la Gracia, selva sin árbol (¿y es sólo inepcia
no rimar con tal gracia mi atroz desgrecia?)
La mar color divino
es fuente del destino
y es grave desatino
arrostrarla sin vino
Frontispicio del alma trashumante
inmensa flor, eres la pura palpitación sin corazón.
Exaltación de añil, mar delfín y sin fin
en el confín del corazón de un serafín.
Mar aturdente y lejano, mar prudente y cercano
de ti nace el latir de toda cosa animada
¡Oh madre de la nada, oh querellas del alma, oh esplendores!
¡Mar telúrico de rangos asombrosos, de rasgos tormentosos!
¡Oh terror de los mortales! ¡Oh dulzura! ¡Oh Dicha [indecible y dicha!
Tema único: el Mar pacífico y la Mar procelosa:
el Mar enamorado de la Mar
el Mar, todas las eras del amor.
Ella, todos los seres
el amargor marino en sus veneros
venenos que nos dan la vida
que tanta vida dan, que nos ahogan.
Mar estriada de estridencias y que estridula amor, Mar [estridente amar,
¡armas, luces, espliegos aromáticos sobre la superficie [indefinida!
y ese sabor de las sales del verbo, e los soleils plovil
¡mírame arder de amor ante tus fauces!
Sobre tus aguas anegadas de azur el sol se vuelve lírico
dije líquido, dije nuestra alma y el bello cuerpo para siempre [helénico.
Retumbas en el mañana, eres imagen de lo eterno, canto
solo en ti, más que en la amada, sumergirse es ser.
Nada rima con mar como el amar
tú sola te conjugas con él, con quien se llama como tú
¿Y quién fue aquel que no te reconoce como matria? Oh [tempestad
de cuerpos, eres el puro hacer sin mal, ¿eres el puro mal?
La mar, lustral.
Argumento las olas, argumento los cantos
los acantos, las coronas de amiantos, los quebrantos.
Las olas hablan un lenguaje etceterante
las olas nos reprueban, antes de comenzar
nos dicen, solas, “lo que aquello en el mar”
son ellas, olas, las que eternamente vienen
y se van.
Ola polifonía de voces clamorosas, alma que antes fue mía y oyes todas las cosas
en ti la oración, la ovación, en ti toda oblación, la poesía,
la ola, que habla en árabe suelta su algarabía
las olas lúbricas nos dan lecciones de prostituría
¡cuánta exaltante espuma, duna runa!
y el hombre, poeta, está solo ante el mar.
Allí sus catedrales derramantes de demente sapiencia
allí sus cantos constelados de sí, de sal, de sol.
allí sus reyertas de voces ominosas y puras
su ambarina elocuencia que nos muestra la trabazón de [las criaturas
los nudos y desnudos de sus formas de agua
y todo lo esmeralda del mundo y más que en cielo azul allí.
Sus cataratas que los céfiros cantaran, sus cántaros de cólera
¡mar pagana y cruel e inhumana como el bien!
iluminada de venables, de falsas esperanzas y desiertas [promesas.
El sol se pone, o nace (es un decir) en el mar
y con él forma un cuerpo glorioso
nos hace signos, a nos, asesignos
del amar.
Como aquel que a sus orillas, Hydromelia amorosa, hurgando
la raíz de sus rencillas, buscaba alejandrinos y enredóse
entre algas memoriosas:
en la Ulva latissima vulva de todo acanto; en la delicadísima Claudea elegans, voluta sin quebranto, primadonna assoluta; en el eterno Fucus vesiculosus que inspira a todos los árboles de afuera; en la Rhodimenia palmetta, que contiene en su forma a cuantos vegetales; en el húmedo, humilde, Nitophylum crozieri; en la hoja purísima de rosa del Glossopteris lyalii; y esta, para que sepas, es Padinia payonia, de conchas enconchadas de venus [celestiales.
Los príncipes son álgidos, las algas son azules
todas ellas son matrias vertiginosas
formas primeras de nuestras formas primas,
en las algas sagradas nacen las sangres, nacen teoremas, nacen las cosas.
Y vosotros, mares asombrosos y sombríos, mares de [calosfríos
mares estrepitosos como ríos malevolentes, mares [atormentados
¡oh cuánto frío!
¡Y cuánto asciende la más ínfima onda submarina!
¡Y cuánto pare a las estrellas, que nacen de lo más hondo de [los mares!
Las ventanas se encienden y se apagan frente al mar
y así todos los seres.
Y tú, hambre en el hombre
masculina semencia y más
mar que se hace demencia en nuestras mentes tormentosas
que son mares adentro, procelosas.
Mar, hombre sin nombre.
¡Mar en todas las cosas!
Y el mar se amaraba a la mar, y gemía
y tú y yo, y las estrellas de la noche
recordábamos mar y mar en nos gemía.
Y el cielo es también una cuestión de amar
el infinito cielo azul cielo de mar.
(Y que perdonen los bajos lestrigones estas fáciles rimas
nacidas de la espuma del…)
La mar, mortal.
Heme a tus puertas, mar, a tus compuertas, puertas de sal [compuestas
de lujuria, de ira y lujo y de esplendor
mar que ignora favoritos, signora, nadie es el Hijo de la mar.
Todos somos esclavos. Todos vivimos solos esta espantosa [sed de mar.
Y tú, Mar, padre nuestro, no perdones a nadie
no perdones al hijo de tu madre
ni a aquel, más ínfimo en la espora que cuenta tus secretos.
Nadie sabe nada de ti. No temas. Desanuda tus cadenas de [mar
deja que tu espuma, restallante, nos estalle en el rostro
y que sepamos: estamos solos frente al mar.
Poema publicado con autorización de Juan Claudio Carvajal.
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