amaneces con una mujer
que ríe compulsiva
mostrando sus escasos dientes verdes
y no deja de rascarse la cabeza
y recuerdas que la besaste mientras bailaban
y subiste al escenario
y cantaste (con ademanes y todo) junto al pianista
y golpeaste al mesero que intentó echarla
y luego abrazados por las calles pateando latas
y haciendo volantines en los postes
seguramente llegaste a este motel
el cuarto huele a alcanfor
y a cloro:
afuera
la gente pasa como estridentes veleros
navegando en las vacaciones más felices de su vida
mientras por la ventana las nubes de corderito
se encierran deprimidas en su corral azul contento
y los cables
y los pájaros que llegan
como bailarinas ebrias a ensayar
recoges tu ropa
y te despides —te apena no ser apto—
aunque ella no para de reirse
(y de rascarse)
cierras la puerta:
el viento es fresco
el día bueno
uno siempre es el mismo
los de alrededor son los que cambian
Tomado de La felicidad es una pistola caliente, Almadía/UANL, Oaxaca, 2017, pp. 36-37. Se reproduce con autorización.
Imagen de portada: Jinta Hirayama, Night Fireworks no. 88, 1883