panóptico Centroamérica JUL.2023

El futbol femenil, el acecho del capital y la subversión de las sonrisas

Lev Jardón Barbolla

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La Copa Mundial Femenina de la FIFA 2023 comenzará en unas semanas con veintidós mujeres haciendo bailar un balón. Los encuentros dialogarán con mundiales pasados, como aquel de 2011 en el que la mexicana Mónica Ocampo anotó uno de los mejores goles de la historia con su pierna derecha, a 33 metros del arco, y la japonesa Homare Sawa hizo un remate fantástico con el talón derecho que forzó los penaltis en la final contra la selección gringa. Ahora, en las canchas de Australia y Nueva Zelanda 32 selecciones disputarán el Mundial entre el 20 de julio y el 20 de agosto de 2023.

​ Más allá de lo formidable de las jugadas, algo contagia de un regocijo visceral que se percibe literalmente en el estómago. Los rostros de las jugadoras proyectan una alegría genuina, subversiva, que termina por hacerme llorar, sin importar si mi equipo gana o pierde. Las futbolistas iluminan la grama con sus pies y con la complicidad de sus sonrisas, que ni el patriarcado ni el capital han logrado arrancar de sus rostros. El futbol femenil siempre hace vibrar con una frecuencia y amplitud de ondas que brillan de otro modo, moviendo otras sensibilidades. ¿Qué es lo que lo hace diferente?

​ Parte de la explicación está en el “atraso” del futbol femenil, pero no al que se refieren quienes lo denostan desde el machismo, sino al que existe en términos de igualdad, de condiciones laborales para las jugadoras, de visibilización y, por supuesto, de salarios: en 2018 el salario de Neymar equivalía al sueldo sumado de 1693 jugadoras profesionales de varios países del mundo.1 Como efecto colateral, la reducción del futbol femenil a la condición de mercancía capitalista está atrasada 40 años. Quizá aquí, la subsunción real del trabajo al capital no está tan desarrollada todavía.

Bárbara Michelin en el Maracaná, Brasil, 2016. Fotografía de Fernando Frazão / Agência BrazilBárbara Michelin en el Maracaná, Brasil, 2016. Fotografía de Fernando Frazão / Agência Brazil


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El Mundial será una oportunidad para ver a maravillosas jugadoras con historias que representan la policromía del futbol femenil, entre ellas a la lateral derecha inglesa Lucy Bronze. Veloz y dueña de una potencia física excepcional, Bronze construye un juego colectivo al distribuir la pelota entre sus compañeras; a veces como interior, a veces como extrema. Luchadora contra el racismo y campeona europea con su selección, es la más experimentada dentro un equipo que tiene un estilo alegre, generoso y colectivo. También estará la histórica futbolista brasileña Marta Vieira da Silva, que jugará su sexto Mundial, al igual que la canadiense Christine Sinclair, quien ostenta el récord de anotaciones en partidos internacionales con 190 goles.2 Aunque la persona que más mundiales ha jugado es Miraildes Maciel Mota “Formiga” —participó en siete mundiales y siete juegos olímpicos antes de retirarse en 2021—, Vieira da Silva y Sinclair tienen sus propias marcas: la brasileña es la persona que más ha anotado en Copas del Mundo, con diecisiete goles,3 y junto a Sinclair fueron las primeras personas en anotar en cinco mundiales (Cristiano Ronaldo lo logró después).

​ En los deportes se corre el riesgo de creer que hay una sola forma óptima de desempeñar una función. Otras veces nos equivocamos al pensar que en el futbol solo tienen éxito los cuerpos más altos y fuertes; algo que desmiente la constitución delgada y ligera de la ambidiestra Aitana Bonmatí, que contrasta con el físico de las defensas que suele enfrentar, pero no le impide ser el motor del Barcelona.

​ No abrazar la heterogeneidad fenotípica tiene graves consecuencias, individuales y colectivas, pues en el futbol no gana la más alta, ni la más flaca ni la más joven, sino los colectivos, y estos requieren diversidad. La goleadora me­xicana Charlyn Corral ha sido discriminada en diferentes momentos por “sobrepeso” y en 2022 fue marginada por su edad junto a otras jugadoras de la selección nacional que jugó la fase final de la eliminatoria rumbo al Mundial. México quedó eliminado sin marcar un solo gol en el torneo clasificatorio.

​ Del Olympique Lyonnais, el equipo con más campeonatos femeniles europeos,4 nos llega otra lucha de las mujeres futbolistas. En 2020 la FIFA reconoció el derecho de las jugadoras a una licencia de maternidad —de solo catorce semanas— y obligó a los clubes a conservar sus puestos de trabajo. Pero ejercer este derecho no ha sido fácil: cuando la islandesa Sara Björk Gunnarsdóttir se embarazó en 2021 —justo al entrar en vigor las regulaciones de la FIFA— el Olympique le pagó apenas la cuarta parte de su sueldo y luego la hostilizó hasta obligarla a salir del equipo con su hijo recién nacido. Fue al año siguiente que una futbolista europea pudo por primera vez embarazarse y parir sin enfrentar el retiro forzoso. Se trató de la francesa-tunecina Amel Majri (también del club francés), que siguió los pasos de la formidable delantera Alex Morgan, que ejerció este derecho en Estados Unidos en 2020.

​ En enero de 2023, Sara ganó una demanda laboral que obligó al Olympique a pagarle 82 mil euros, cifra insignificante para el equipo femenil con mayor éxito comercial. No obstante, sentó un precedente muy importante en la lucha por el derecho de las futbolistas a la seguridad social.


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Veremos en qué nivel de juego llegará al Mundial Alexia Putellas, la brillantísima jugadora del Barcelona que sufrió una rotura del ligamento cruzado anterior (LCA) de una rodilla en la víspera de la Eurocopa de 2022. En los últimos cinco años, Ellie Carpenter, Ada Hegerberg, Catarina Macário, Christen Press, Vivianne Miedema, Marie-Antoinette Katoto, Beth Mead y Marta Vieira da Silva han sufrido la misma lesión. Todas están entre las mejores futbolistas del mundo, de manera que tienen acceso a buenas instalaciones y cuidados profesionales; sin embargo, fuera de esta élite la situación es peor. Quienes sufren esta lesión tardan de ocho meses a un año en volver al campo.

​ ¿Por qué las futbolistas experimentan la lesión del LCA entre cuatro y seis veces más que los hombres? El ángulo en el que corre el fémur de la cadera a la rodilla en las mujeres, y la mayor laxitud de la articulación en ciertas etapas del ciclo menstrual parecen hacer que las rodillas de las jugadoras tiendan a ser más inestables. ¿Quiere decir esto que las mujeres son menos aptas para jugar futbol? No. Lo que quiere decir es que los sistemas de entrenamiento y los protocolos de revisión médica se han construido a lo largo de cien años alrededor del cuerpo de los hombres y no sirven para las mujeres. El problema del LCA es, en verdad, biosocial.

​ Los cuerpos técnicos y médicos deben capacitarse en los programas de entrenamiento que necesita una jugadora de futbol profesional y priorizar la atención preventiva buscando signos de inestabilidad en la rodilla antes de que el ligamento se rompa.

Lucy Bronze y Shanice van de Sanden en la Liga de Campeones Femenina, Budapest, 2019Lucy Bronze y Shanice van de Sanden en la Liga de Campeones Femenina, Budapest, 2019


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El futbol femenil es un trabajo productivo en tanto que produce valores de uso: satisface una necesidad social, estética y deportiva. Sin embargo, los dueños del negocio reclaman que sea productivo desde el punto de vista de la burguesía. Para el capital, el trabajo productivo no es el que satisface necesidades, sino el que produce mercancías y genera ganancias.

​ Sabemos qué esperar si se consolida el poder del capital sobre las futbolistas. Conforme avance la mercantilización del futbol femenil llegará más dinero, pero el deporte y la creatividad discretamente harán mutis. Los brillos de humanidad que vemos en la cancha se irán opacando, aunque su fuerza como fenómeno social a veces brinde partidos como la inolvidable final de Qatar 2022.

​ En la época en que Guillermo Samperio publicó el clásico Lenin en el fútbol (1978),5 Wladimir Rodrigues dos Santos, lateral del Corinthians de Brasil, empezó a usar el término operários da bola (“trabajadores del balón”) para referirse a la condición de clase de los jugadores de futbol. Wladimir fue parte del maravilloso experimento autogestivo de la Democracia Corinthiana (1980-1985),6 pero ni este movimiento histórico ni el texto de Samperio han sido muy bien asimilados por los futbolistas.

​ No obstante, esa experiencia dibuja otras posibilidades, que parten de un hecho indiscutible: sin trabajadoras del balón, no hay futbol femenil. Nos quieren hacer creer que lo que hace falta es dinero, pero no podría haber juego sin sus practicantes. Sea pequeña o grande la plusvalía que el capital extrae, es producida por las jugadoras. A veces, el salario es alto (como el de Neymar); otras, es pequeño (como en Pumas femenil), pero la tasa de explotación (o tasa de plusvalía) es la proporción entre lo que le pagan a quien trabaja y el valor que produce su trabajo.

​ ¿Cómo evitar que el futbol femenil se pudra por el negocio y la explotación? Quizá la respuesta dependa de lo que pueda organizarse dentro y fuera de la cancha. En los inicios de la historia de este deporte, los sindicatos, las agrupaciones de trabajadores y los barrios fueron claves en la organización de los equipos. Esa historia continúa: desde el Clapton Community F.C. apoyando la huelga de les trabajadores ingleses en 2022, hasta las comunidades zapatistas donde los torneos de deportes femeniles acompañan la lucha de las indígenas contra el capitalismo, pasando por el gesto de Megan Rapinoe sobre el césped en apoyo al movimiento Black Lives Matter, o la Barra Feminista en México, el futbol como fenómeno social reta al capital.

​ Quién sabe, tal vez un día las sonrisas de las jugadoras se encuentren con las de los colectivos de producción sin patrones, que ya surgen en medio de esta tormenta. Tal vez allí se inventen formas que permitan a las jugadoras salir de la marginación sin entregarse al capital. Desde el sureste mexicano, las comunidades zapatistas nos dicen que el objetivo de la lucha es que una mujer, una niña, en cualquier lugar del mundo pueda vivir sin miedo. Dicen que para eso es necesario destruir al capitalismo. Así es.

Imagen de portada: Lucy Bronze y Shanice van de Sanden en la Liga de Campeones Femenina, Budapest, 2019

  1. En 2018 el jugador cobraba cerca de 37.1 millones de euros al año [N. de los E.]. 

  2. Sesenta y ocho goles más que cualquier jugador hombre. 

  3. Le sigue, con dieciséis anotaciones, el jugador Miroslav Klose. 

  4. Este club irá al Mundial a su manera, pues, aunque es la base del equipo francés, también juegan en él las seleccionadas Lindsey Horan y Catarina Macário (EE. UU.), Dzsenifer Marozsán y Sara Däbritz (Alemania), Damaris Egurrola y Daniëlle van de Donk (Países Bajos) y Christiane Endler (Chile). 

  5. Lenin en el fútbol es un libro de relatos sobre la sociedad mexicana, escrito con humor e ironía. En palabras de Juan Villoro, “Samperio se inspiró en la iniciativa de crear un sindicato en la liga mexicana a principios de los años setenta, que le costó la carrera a su líder, Antonio Mota, inolvidable portero del Necaxa” [N. de los E.]. 

  6. Se trató de un movimiento surgido dentro del Corinthians, bajo el liderazgo de futbolistas como Sócrates, Wladimir, Casagrande y Zenon, que logró que decisiones de peso en el equipo se tomaran a través del voto igualitario de sus miembros [N. de los E.].