Juan 18, 15-27
Para Cocó
I
Aunque toqué la fuente y bebí de su luz
no aprendí nada
porque es de noche
y no espero mirarla otra vez
ni desear lo que un día me dio
—¿para qué lamentarme de lo que están matando sin remedio?
¿para qué abandonarme a una pureza humillada
y esperar lo que no ha de volver?
¿para qué recordar ese extraño instante
en que lo tangible reveló un momento lo intangible?
¿acaso fue real
o solo fue el destello del deseo en la oquedad de lo imposible?—
porque es de noche
y nada es otra vez
y la nada de la muerte es la nada y nada más
y vuelvo a decir que no
que no habrá un mañana para ella
donde sus ojos puedan ya saciarnos
aunque a oscuras
porque es de noche
y creo que no
que todo ha terminado
y el mundo es solo mundo y nada más
—no acudirán a ella los hijos de mis hijos cuando llegue [la hora
no podrán ya lavarse en sus aguas
ni encontrará reposo su cansancio
¿tomarán el sendero de la cabra
los riscos de las águilas para ponerse a salvo?
¿o quizá pasarán como las sombras
como yo en esta hora de la desolación
cuando la fuente gime como gime una madre?—
mejor el ruido
las poleas que chirrían en los muelles
y velan el silencio del recuerdo
mejor el olvido
el terrible olvido de los días
que seguir añorando lo que ya no he de añorar
mirando a la que un día fue más transparente que el aire [en los desiertos de Altar
más pura que los ríos en la impiedad de las rocas
porque es de noche
y no espero mirarla otra vez
y digo que no
que todo ha sido en vano.
II
El gallo mecánico ha cantado las seis
y yo sigo aquí
bajo la neblina del alba,
porque es de noche,
añorando lo que ya no he de añorar,
escuchando el clamor del día que no responde
que no responde,
mientras tú te oscureces
y eres lodo y no fuente
porque es de noche
y te derramas como agua que nada contiene
y tus huesos están dislocados,
secas tus entrañas
donde los perros rasgan tu túnica
y la muerte es la muerte y nada más,
porque es de noche y siento tu vergüenza.
Mas tú, mi fuente, ¿así me lavas y me inspiras confianza?
Una oscura presencia domina en las sombras sin ser vista,
una esquirla de agua que refresca en el breve destello de lo [oscuro
donde marcha la fe con su séquito absurdo de esperanzas
como si el garabato de tu rostro ocultara un designio [inextinguible
que sostiene mi espera
aunque a oscuras
en el interminable tiempo de la noche.
*
Ya no hay más que decir
Ya no hay más que decir
el mundo ya no es digno de la Palabra
nos la ahogaron adentro
como te asfixiaron
como te desgarraron a ti los pulmones
y el dolor no se me aparta
solo pervive el mundo por un puñado de justos
por tu silencio y el mío
Juanelo.
“Juan 18, 15-27” se publicó en Lectio, 2004 y “Ya no hay más que decir” se publicó en Vestigios, 2004. Ambos se reproducen con el permiso del autor.
Imagen de portada: ©Enrique Ježik, Obús V, 1996. Plomo y latón. Cortesía del artista