En febrero de 1987 Sergio Pitol, entonces embajador de México en Checoslovaquia, concedió en Praga una entrevista al periódico polaco Życie Warszawy con motivo del premio que le otorgó el Centro Polaco de la Sociedad Europea de Cultura. Se publicó el 14 y 15 de ese mes con el título “Gosc Zycia Pisarz i dyplomata Sergio Pitol Ambassador polskiej literatury”. La presentación de esta entrevista, traducida por primera vez al español, es parte de un programa de actividades que la Embajada de México en Polonia dedicará a Sergio Pitol a lo largo del 2020.
Entre los ganadores del premio anual del Centro Polaco de la Asociación Europea de Cultura (SEC), por sus esfuerzos para difundir la cultura polaca más allá de nuestras fronteras, se encuentra Sergio Pitol, escritor y diplomático y actualmente embajador de México en Checoslovaquia.1 Es autor de ensayos, reseñas y de una antología de la literatura polaca contemporánea2 y, sobre todo, traductor al español de libros de Jerzy Andrzejewski, Witold Gombrowicz, Jarosław Iwaszkiewicz, Zofia Nałkowska, Sławomir Mrożek, entre otros.
Pedimos a Sergio Pitol que recibiera a un representante de Życie Warszawy. Luego de que le transmitimos las felicitaciones de los lectores de Życie por ese premio de Polonia, el escritor declaró que lo recibió con gran emoción. Para Pitol, este premio representa la culminación de su fascinación, de larga data, por nuestra cultura y especialmente por nuestra literatura.
Antes de hablar sobre su fascinación hacia Polonia me gustaría que nos dijera algunas palabras sobre sí mismo…
Lo haré de forma breve, ya que no es fácil hablar de uno mismo. Nací en la parte más cálida de México, en el estado de Veracruz, en donde por mucho tiempo se han cultivado la caña de azúcar y el café. Mis antepasados llegaron de Italia y se establecieron en México más o menos a mediados del siglo XIX. En mi juventud, esa parte del país parecía diferente del resto, como si fuera una entidad separada. Eso se explica no sólo por la distancia respecto al centro del país, sino sobre todo por el hecho de que la mayoría de las personas que trabajaban allí en la agricultura y en la industria de transformación eran extranjeros. El estado se caracterizaba por diferencias culturales y lingüísticas, con las que conviví desde muy pequeño. Por eso pude, por ejemplo, aprender varios idiomas. En la escuela se hablaba español, mis parientes mayores hablaban italiano y en las fábricas a menudo la gente se comunicaba en inglés. Esta convivencia con diferentes culturas despertó en mí una enorme curiosidad por el mundo. Sin embargo, esta curiosidad fue dominada, al mismo tiempo, por una mirada mexicana radical. Al respecto, recuerdo la obra de Andrzej Kuśniewicz y su excelente análisis de la existencia polaca en condiciones de choque cultural en Galizia.3 Esto demuestra también que la literatura —a pesar de las diferencias lingüísticas, sociales o culturales— tiene valores universales, humanísticos, que son importantes y comprensibles para todos. Antes de entrar a la universidad a estudiar Derecho viajé mucho por mi país. Desde esa época estaba ya muy interesado en la literatura y era asesor del director de una editorial que publicaba las revistas literarias más importantes de México y España.4
¿Qué ocurrió luego?
Viajar ha sido siempre una de mis grandes pasiones. En 1960 visité el país de mis antepasados: fui a Roma. Quería recopilar materiales sobre la utopía en el arte renacentista, para mi tesis.5 El ambiente intelectual de Roma en esa época y la oportunidad de confrontar mis propias ideas sobre la cultura con la realidad europea me enseñaron mucho. Desde entonces comencé a viajar también a otros países europeos. A finales de 1962 y principios de 1963 fue cuando visité Polonia por primera vez. Estuve en Varsovia, así como en Lodz, en donde mi amigo de la infancia, Juan Manuel Torres —más tarde un excelente director mexicano— estudiaba en una escuela de cine.6
Señor embajador, ¿recuerda sus impresiones al llegar por primera vez a Polonia?
Eso no se puede olvidar. Al principio no sabía mucho sobre ese país a orillas del río Vístula, salvo que es la tierra natal de Chopin y que su capital fue brutalmente destruida durante la segunda Guerra Mundial. Esa primera estancia duró sólo cuatro días. Llegué a Varsovia una mañana de invierno. La temperatura era de muchos grados bajo cero. Pero eso no fue lo más importante. Miraba una ciudad llena de rastros de la guerra: ruinas de casas, fachadas derribadas. El edificio de nuestra embajada en la calle Marszałkowska7 también mostraba los signos de la guerra. En suma, esas primeras impresiones de Varsovia me hicieron darme cuenta de que estaba en una ciudad que sufrió mucho. Por la noche decidí ir al teatro Współczesny,8 sin conocer la lengua polaca. ¡Y ahí es en donde quedé deslumbrado! Aun sin saber el idioma, por primera vez en mi vida me di cuenta de que estaba en el teatro. Simplemente, el estado de mi espíritu fue influido por la gran intensidad de la obra y, sobre todo, por el fuerte y evidente contacto de los actores con el público. Todo esto proyectaba la impresión de un mundo cultural extraordinario, algo completamente excepcional. Pensé mucho en ello después de la obra y al día siguiente, mientras caminaba por las calles de Varsovia. Esa impresión fue conmovedora. Llegué a la conclusión de que, a pesar de la difícil existencia de los habitantes de esta capital, sucedían ahí cosas grandes e importantes. Así comencé a extrañar esa ciudad. Quería volver a Varsovia lo antes posible para vivir allí al menos por un tiempo.
Que yo sepa, la oportunidad llegó pronto.
Sí, gracias a la ayuda de nuestra embajada regresé a Varsovia con una beca otorgada por el Ministerio de Cultura para estudiar la cultura polaca. Esa vez viví en el hotel Bristol, del cual mantengo recuerdos absolutamente fantásticos.9 Ese periodo, no tengo duda en afirmarlo, fue el más prolífico de mi vida.10 Comencé a leer obras de literatura polaca, anteriores y contemporáneas, primero gracias a las traducciones y luego en los libros originales. Hice muchas amistades duraderas con destacados traductores polacos al español. Al mismo tiempo, se publicaron mis propios libros en las editoriales polacas.11 Me fascinó conocer gente que apoyaba con entusiasmo cualquier iniciativa que ayudaba a desarrollar y acrecentar las relaciones polaco-mexicanas, no solamente las culturales. Luego de mi estancia como becario12 empecé a escribir ensayos y comentarios sobre autores polacos para varias revistas literarias. De esta manera, me convertí, digamos, en un especialista de la literatura polaca en español. Mi contacto con la literatura de su país seguía creciendo y comencé a traducir los primeros libros. Sabía que este trabajo, que consistía esencialmente en acercar a los lectores al valor de la literatura polaca, servía para entenderla y conocerla mejor. Al mismo tiempo, ese trabajo —que influye significativamente en el estado mental— tenía un impacto mayor que actividades realizadas en otras esferas.
¿Y la relación con el autor de Ferdydurke?
Una vez recibí una carta de Witold Gombrowicz en la que me pidió revisar sus Diarios para su publicación en español.13 A esa época se remonta una relación que —aunque lamentablemente sólo por carta—, duró hasta la muerte del escritor. El resultado de esa relación fue la traducción al español de muchas obras de Gombrowicz.14 Este trabajo, o mejor dicho la aventura con la literatura polaca, se convirtió en mi gran pasión. Muy pronto me di cuenta de que la literatura de Polonia tiene 20 escritores polacos entre más o menos la primera Guerra Mundial y la década de 1960. Para aquella época (mis traducciones) fueron un trabajo pionero que abrió nuevos horizontes, principalmente para los lectores mexicanos.15 A partir de entonces, los traductores en México, España y Argentina empezaron a traducir más libros polacos. Puede decirse, por tanto, que la literatura polaca pasó a ocupar, en nuestros países, el lugar que realmente merece: hoy ya no es una novedad sino una parte del patrimonio cultural del mundo.
¿Qué obras contempla traducir próximamente?
Actualmente ya no me dedico a la traducción. Hay buenos traductores hoy, y de verdad me alegro mucho por eso, porque conocen su idioma mejor que yo. Pero sigo leyendo. Una de mis últimas fascinaciones es la prosa de Andrzej Kuśniewicz. Escribí un extenso ensayo sobre su obra en una revista literaria. Y luego traduje algunos de sus libros a otros idiomas.16
Y por último: ¿cómo influyeron sus intereses literarios para ser diplomático hoy?
Después de regresar de mi estancia como becario en Polonia trabajé un tiempo en una editorial en Barcelona.17 También di un curso sobre literatura polaca en Gran Bretaña.18 Luego me ofrecieron el puesto de agregado cultural en nuestra embajada en Varsovia.19 No lo dudé ni un segundo. De nuevo tuve la oportunidad de seguir estudiando la cultura polaca. Ese cargo lo ocupé tres años. Así que gracias a la literatura polaca llegué a ser diplomático profesional. De hecho, este aspecto está en línea con la tradición y la historia de la diplomacia de los dos países: los escritores a menudo se convierten en diplomáticos. Esto les permite participar en la política exterior y continuar con su trabajo literario.
Para usted, como escritor y como diplomático, ¿qué representa un libro?
Esencialmente es una conversación íntima entre dos seres humanos. Es un valor que, en el mundo dividido de hoy, necesita ser cultivado. Pero volviendo al premio: de verdad estoy conmovido. Me alegro de tener la oportunidad de volver a encontrarme con mis viejos amigos en Polonia, regresar a lugares que amo y refrescar sentimientos que tienen ya 25 años…
Notas de Alejandro Negrín e Irwin Salazar. Traducción de Anna Kraczkowska
Imagen de portada: Sergio Pitol en Xalapa. Fotografía de Javier Narváez, 2010
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Sergio Pitol fue embajador de México en Checoslovaquia de 1983 a 1989. ↩
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El autor de la entrevista se refiere a la Antología del cuento polaco, Ediciones Era, México, 1967, que fue publicada más tarde, en colaboración con Rodolfo Mendoza, en una versión mucho más amplia y ambiciosa bajo el título de Elogio del cuento polaco, Conaculta/Universidad Veracruzana, México, 2012. ↩
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Pitol admiró profundamente a Andrzej Kuśniewicz (1904-1993), quien nació en Katowice (actualmente Ucrania), una ciudad relativamente cercana a Cracovia, al sur de Polonia, en lo que a principios del siglo xx era conocida como la región de Galizia. Esta referencia de Pitol no parece ser culterana, sino que Pitol equipara su propia infancia y juventud con la de Kuśniewicz. En efecto, en el ensayo “Andrzej Kuśniewicz ante el derrumbe habsbúrgico” Pitol dice: “Kusniewicz nació en 1904 en una pequeña población de la Galizia oriental en el seno de una familia de la nobleza polaca. Fue súbdito austriaco hasta los quince años. Creció en un medio pródigamente multilingüe, típico de esa lejana frontera imperial. En su casa se hablaba el polaco, posiblemente el francés; los trabajadores de las fincas, en su mayoría ucranianos, hablaban el ruteno; el idioma oficial era el alemán; en las aldeas de los alrededores la lengua predominante, a veces la única, era el yidish. Aquí y allá aparecían regados los gitanos, los armenios, los rumanos, los turcos”. Sergio Pitol, “Andrzej Kuśniewicz ante el derrumbe habsbúrgico”, Pasión por la trama, Era, México, 1998, p. 101. ↩
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Seguramente se trata de la Compañía General de Ediciones, en la que Pitol trabajó entre 1959 y 1960. ↩
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La tesis de licenciatura de Pitol fue Conceptos jurídicos en las utopías del Renacimiento. Con ella obtuvo el grado de licenciado por la Facultad de Derecho de la UNAM. ↩
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Pitol habría llegado a Varsovia en enero de 1963. Se refiere a este viaje en diversos relatos por ejemplo en los textos “El sueño de lo real”, Pasión por la trama, op.cit., p. 23; “Primeros trabajos”, Memoria 1933-1966, Ediciones Era, México, 2011, p. 34, y “Autobiografía precoz”, Obras reunidas. IV, Escritos autobiográficos, Fondo de Cultura Económica, México, 2006, p. 38. ↩
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La dirección de la Embajada de México en Varsovia era Marszałkowska 77-79, bastante cerca de la Plaza de la Constitución o Plac Konstytucji. ↩
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El teatro Współczesny sigue existiendo en la misma dirección: calle Mokotowska 13. Danuta Ryczers, amiga y traductora de Pitol, nos recordó que esa obra que vio Pitol, que lo marcó tanto y a la que hace referencia en esta entrevista, fue La ascensión de Arturo Ui, de Bertolt Brecht. Entrevista del emb. Alejandro Negrín a Danuta Rycerz, 29 de julio de 2019. ↩
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En diversos relatos Pitol recuerda cómo llegó a establecerse en Varsovia en septiembre 1963, con una beca del gobierno polaco que le ayudaron a obtener Danuta Rycerz, entonces funcionaria del Ministerio de Cultura, el embajador mexicano Eduardo Espinoza y Prieto y la hispanista Zofia Szleyen. Ver, por ejemplo, Juan Villoro, “Pitol con pasaporte negro”, Escritores en la diplomacia mexicana, Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 2002, pp. 345-349. ↩
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En este periodo Pitol en efecto escribió varios relatos: “Hacia occidente” (Varsovia, enero de 1966), “La pareja” (Śródborów, enero de 1966), “El regreso” (Varsovia, febrero de 1966) y el libro Autobiografía precoz (Varsovia, junio de 1966). Además, y como resultado de la beca, preparó la Antología del cuento polaco, op. cit., Cuatro dramaturgos polacos, UNAM, México, 1968, así como las traducciones de Las puertas del paraíso de Jerzy Andrzejewski, Joaquín Mortiz, México, 1965 y del Diario argentino de Witold Gombrowicz, Sudamericana, Buenos Aires, 1968. En otro texto el mismo Pitol señala: “Debo haber traducido en eso años unos treinta libros”, “Hacer oír, sentir y ver”, en Una autobiografía soterrada. IV, Anagrama, Barcelona, 2011, p. 52. ↩
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En 1967 la editorial Iskry publicó en polaco Infierno de todos (Każdy ze swoim piekłem), en 1974 Wydawnictwo Literackie publicó Del encuentro nupcial (Przedślubne spotkanie) y en 1975 Czytelnik publicó El tañido de una flauta (Dźwięk fletu). ↩
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El periodo de la beca que le otorgó el gobierno polaco comprendió primero un lapso de un año que se fue renovando otros dos, 1963-1966. Ver nota 9. ↩
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Pitol se refiere a esa carta de Gombrowicz en textos como “Conferencia de Varsovia”, en El tercer personaje, Anagrama, Barcelona, 2014, pp. 203-206. ↩
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Hasta hoy las traducciones de Pitol de obras de Gombrowicz siguen considerándose insuperables. Entre esas traducciones destacan Diario argentino, op. cit.; Cosmos, Seix Barral, Barcelona, 1969; La virginidad, Tusquets, Barcelona, 1970; Transatlántico, Barral Editores, 1971; Bakakai, Barral Editores, 1974, y Crimen premeditado y otros cuentos, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2016. ↩
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Pitol tradujo las obras de los autores polacos más destacados de la época. Además de las ya citadas de Gombrowicz, también tradujo, por ejemplo, Las puertas del paraíso y Las tinieblas cubren la tierra de Jerzy Andrzejewski, Cartas a la señora Z, Madre de reyes y Rondó de Kazimierz Brandys. ↩
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Al parecer el ensayo al que hace referencia Pitol es “El réquiem habsbúrguico de Andrzej Kusniewicz”, publicado en el número 432 de la Revista de la Universidad en enero de 1987, disponible aquí; este ensayo también fue publicado en Polonia por la revista Twórczość número 12, 1988, pp. 72-79. Pitol escribió también “Andrzej Kuśniewicz ante el derrumbe habsbúrgico” en Pasión por la trama, op.cit., p. 101. En sus ensayos sobre este autor Pitol siempre destacó dos obras en particular: El rey de las dos Sicilias y La lección de la lengua muerta. ↩
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Pitol fue miembro del consejo editorial de Seix Barral en Barcelona de 1968 a 1970 y director de la colección “Los Heterodoxos” de editorial Tusquets en Barcelona de 1970 a 1971. ↩
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Pitol participó durante un año como profesor invitado en el Departamento de Español de la Universidad de Bristol entre 1971 y 1972. ↩
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Sergio Pitol ingresó al Servicio Exterior Mexicano el 1 de abril de 1972. Fue adscrito a la Embajada de México en Polonia como agregado cultural y tomó posesión del cargo el 23 de junio de 1972. ↩