Julio Ortega soñó que Borges "se había soñado ignorando del todo su ceguera, aunque yo sabía, como soñador de su sueño, que él en verdad era ciego, y que el sueño le concedía la gracia de ignorarlo. Soy testigo de un Borges que se sueña vidente para dejar de ser invidente, como si el olvido le devolviera la memoria".