La iluminación del lugar es cambiante: al entrar a la recepción adquiere luminosidad, en la pista de baile se atenúa un poco y, al acercarse al cuarto de juego, se oscurece y enrojece, y se vislumbran muchas camas sin huecos entre ellas, formando una especie de tetris. Hay parejas acercándose a otras, pistas de baile que exudan coqueteo y trasgresión, pequeñas salas rodeadas de mallas transparentes que ofrecen suficiente privacidad pero son capaces de incluir íntimamente al espacio entero y gestar una sinergia de energía sexual entre todas las personas involucradas: algo así luce un club swinger por dentro. ¿Qué es el swinging? Es la práctica no monogámica de intercambio sexual entre parejas constituidas. Podría resumirse en la frase Yo tengo sexo con tu pareja y tú con la mía. Es una de las transgresiones que irrumpen en la ortodoxia de la monogamia como modelo relacional único e incuestionable. El verbo swing se traduce en español como “oscilación”: desplazarse de un lado a otro con cierta cadencia. El swinging es columpiarse entre la estabilidad y el sosiego que ofrece una relación de pareja (conformada por un matrimonio en muchos casos) y la excitación y libertad erótica de tener sexo con otras personas. Este acuerdo se caracteriza por la complicidad y la comunicación abierta: todas las partes involucradas en esta permuta deben estar conscientes y elegir libremente, sin coacción. Es por esto que no se considera una infidelidad ni una traición. Lo que alguna vez fue prohibido ahora es compartido. Lo que alguna vez fue motivo de traición ahora es una rebelión conjunta. De acuerdo con la doctora y escritora feminista Coral Herrera:
Sólo rompen con la hipocresía burguesa del binomio matrimonio-adulterio. Los swingers, como principio teórico, no tienen sexo al margen de la pareja, por lo cual no mienten ni traicionan a su cónyuge, ya que lo hacen con su propio compañero o compañera.
A través de este quiebre las parejas swingers resignifican lo que implica para ellas ser fieles, más allá de la exclusividad sexual. La comunidad que se crea en estos espacios, aunque siga siendo tabú en bastantes sociedades, no es tan distinta a la de otras actividades de convivencia. Hay parejas que se reúnen a tomar cervezas los jueves por la noche u organizan salidas al teatro el fin de semana. Las parejas swinger conviven también a través del placer, excepto que eligen el erotismo: se juntan para vivir el deseo compartido. Lo que ofrece el ambiente swinger es un control sobre las circunstancias y la mitigación del terror de ceder esos permisos a la pareja. ¿Qué pasaría si se enamora de alguien más? ¿Y si pierde el interés por tener sexo conmigo? El amor y la construcción de una vida compartida conllevan la inminencia de la pérdida y el miedo al abandono, incluso en la persona más segura, sensata y autónoma. En el ambiente swinger se crea un oasis de exploración contenido: al tratarse de interacciones entre parejas constituidas, existe una mayor seguridad de que conocen la dinámica y de que están poniendo sobre la mesa miedos, celos e inseguridades similares. Se crea una complicidad instantánea: Yo estoy nerviosa, pero tú y tu pareja seguro lo están también. Aun así permanecemos aquí asomándonos al abismo, esperando lo mejor.
No-monogamias como alternativa al amor romántico
Esther Perel, escritora y psicoterapeuta, explora el mito de la monogamia y el amor romántico en su libro El dilema de la pareja, donde teoriza sobre la infidelidad: por qué su incidencia es tan alta y qué alternativas existen para llevar una vida erótica más divertida, libre y satisfactoria en pareja.
Ella expone que la norma es que la monogamia no se negocie, sino que se establezca como una regla implícita adjunta al contrato de llevar una vida de pareja, un pacto tajante del tipo “todo o nada”: O me eres fiel o has quebrantado mi confianza. Dibuja fronteras inamovibles que no admiten matices y esto, en consecuencia, termina eliminando la otredad y autonomía necesarias para que surja y subsista el deseo dentro de la pareja. Las ideas tradicionales de pareja y matrimonio nos lanzan a un páramo afectivo: exigen una intimidad y transparencia desbordadas y, a la vez, una vida sexual excitante, pues al encontrar “al amor de la vida” se cancela la comunicación de vivencias intrínsecas a la experiencia humana, como el deseo y la atracción por otras personas. Nos enfrentamos al tedio que pueden provocar la familiaridad excesiva y la monotonía de la vida doméstica, el deseo que mengua naturalmente por el paso del tiempo y otras conversaciones que deben mantenerse en secreto. En palabras de Perel:
El amor disfruta sabiendo todo del otro; el deseo necesita misterio. El amor necesita acortar la distancia que existe entre nosotros, mientras que el deseo se fortalece gracias a esa distancia. Si la intimidad crece a través de la repetición y la familiaridad, el erotismo se adormece con la repetición […] Una expresión de anhelo requiere un persistente carácter esquivo. Está menos interesado en dónde ha estado ya y más apasionado por adónde puede ir todavía.
El arreglo swinger, por ejemplo, establece bastantes límites, mas no fronteras rígidas como las hay en la monogamia absoluta. Y aunque pudiera parecer paradójico, en muchas ocasiones la motivación detrás es, precisamente, preservar la relación. En su libro Breve manual para swingers, Mariana Mhar y Diego Velázquez explican tras veinte años de experimentar una relación swinger, que:
El swinging es, de hecho, un movimiento conservador […] que propicia la estabilidad de la familia y que está formado por parejas cuya prioridad es la conservación matrimonial. Los swingers pactamos, en cierta forma, la no exclusividad sexual en pro del crecimiento de la relación de pareja.
Aunque abrir esta posibilidad no es la panacea para los problemas relacionales, al inaugurar esas conversaciones, como suele ocurrir en los acuerdos no monógamos, las relaciones se tornan más resilientes, abiertas e íntimas. Se proponen estrategias comunicativas para hablar de sensaciones, deseos y experiencias nuevas, se reconoce a la otra persona como un ser deseoso y sexuado que no está sujeto a ser posesión de alguien más. En Love without borders? Intimacy, identity and the state of compulsory monogamy, Jamie Heckert establece las principales diferencias entre monogamia y swinging en torno a los límites de las relaciones:
Mientras que las fronteras están construidas como incuestionablemente correctas, los límites son lo que se siente bien al momento, para personas particulares involucradas en una situación particular; mientras que las fronteras reclaman la incuestionable y rígida autoridad de la ley, los límites tienen fluidez, y apertura al cambio […] Las fronteras demandan respeto, los límites lo invitan. Las fronteras dividen lo deseable de lo indeseable, los límites respetan la diversidad de los deseos.
¿Desafía la cultura swinger otros preceptos?
En la teoría el swinging se rebela ante el orden afectivo impuesto, pero, ¿desafía en la práctica otras hegemonías contiguas como la heterosexualidad y la misoginia? Zhann Bucio “Vainilla”, sexóloga y swinger desde hace 15 años enarbola varias críticas a la comunidad swinger desde su perspectiva como educadora sexual y feminista. Ella explica que las parejas que conforman la comunidad son, en su gran mayoría, parejas heterosexuales, de mediana edad y con cierto poder adquisitivo. Y, aunque predican la apertura y libertad, suelen ser poco tolerantes con otras orientaciones sexuales: la homosexualidad masculina no es bienvenida y las interacciones entre mujeres son únicamente alentadas si hay un hombre de por medio, por ejemplo para complacer al esposo visualmente o en un trío con dos mujeres. También relata un incidente homofóbico que le tocó presenciar en un club swinger: una pareja de hombres gays entró al cuarto de juego y fue expulsada por solicitud de los y las asistentes.
Desde ahí no puedes estar hablando de libertad porque no estás aceptando la diversidad. Es algo que yo siempre he cuestionado del swinger y más aquí, en México. Prevalece una postura machista, pues en lo general los hombres son quienes convencen a su pareja: van por un consenso, pero no por un deseo. “Yo soy el que va a cumplir sus fantasías como hombre y yo a ti, esposa, te quiero ver con otra mujer porque es mi fantasía”, y cuando ella le expone sus fantasías, por ejemplo, si ella quiere un trío hombre-mujer-hombre, muchas veces se niegan y dicen, “No, qué asco rozarme yo con otro hombre”.
¿Otro swinging es posible?
Dentro de las prácticas no-monógamas, el swinging es percibido como la más conservadora. Otras, como el poliamor, las relaciones abiertas y la anarquía relacional, se alejan cada vez más de la idea de tener una sola pareja, sexual y afectiva. También cuestionan el capitalismo en la institución matrimonial y la jerarquización de la pareja por encima de otros vínculos, como las amistades. Por un lado, el swinging no pretende ser así de contestatario; está cómodo en su posición de preservar cierto orden establecido. Por otro, ¿podremos imaginar un ambiente swinger que incluya a personas de otras identidades y orientaciones sexuales? ¿Personas de otros estratos económicos? ¿Un swinging con perspectiva de género? Zhann Bucio comparte su escenario idílico:
Algo que yo incorporaría y he tratado de hacer, y alguna vez lo platiqué con mi esposo, es crear un club en el que la diversidad sea bienvenida, un club, sobre todo, para parejas bisexuales y homosexuales. Cambiaría algunas normas: marcaría ciertas pautas de higiene, la responsabilidad en cuanto a salud sexual, fomentar aún más el uso del preservativo, realizar análisis periódicos de ETS y mejores métodos de verificación en las apps para encontrar parejas.
¿Cuál es el panorama de estas dinámicas en tiempos de pandemia? Algunos clubs swingers han optado por refugiarse en el ámbito virtual y han organizado orgías por videollamada. Muchos, seguramente, han tenido que pausar las interacciones con otras parejas por unos meses. Lo inmediato es pensar que se disipará, pero las prácticas sexuales disidentes siempre han encontrado formas de mantenerse a flote y reinventarse. Lo cierto es que, ahora que esta crisis de salud ha sacudido al mundo entero, quizás valga la pena dedicarle tiempo a fabricar una posnormalidad con más espacios, virtuales, físicos e imaginativos para el disfrute, el placer, la transgresión ética y el erotismo colectivo.
Imagen de portada: Miguel Casco, “Estudio IV” de la serie El desayuno, 2020. Cortesía del artista